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Africa

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No estaría justificada la alarma si el mando británico hubiese conocido el estado de las tropas de Rommel, ascendido a mariscal tras su victorioso avance. Como señala un agudo comentarista militar británico, hay que eludir la simpleza de contar unidades nominales como si fuesen reales y hacerlo con la realidad de las unidades combatientes. Asimismo, hay que precaverse de la supuesta mejor calidad de armamento enemigo para así ocultar la incompetencia en la utilización del propio (7). Los efectivos de Rommel eran, el 1 de julio, tres divisiones alemanas (dos acorazadas y una ligera) y nueve italianas (encuadradas en los cuerpos de Ejército X, XXI, y XX, éste acorazado). Fuerza imponente sobre el papel, pero una sombra en la realidad: Rommel sólo tenía 50 carros medios (36 alemanes y 14 italianos), 18.000 hombres y no más de 400 cañones, anticarros en su mayor parte. Frente a ellos, Auchinleck esgrimía 40.000 hombres, 150 carros medios y unos 800 cañones. Si ya era aplastante la superioridad material, hay que añadir que la RAF se había convertido en la dueña del aire. No sólo duplicaba en número de aparatos a la Luftwaffe, sino que los superaba en calidad media. Y, sobre todo, operaba en los numerosos campos del Delta del Nilo a treinta minutos del frente, mientras que los aviones germano-italianos tenían sus aeródromos a 500 o más kilómetros de las líneas británicas.

Finalmente, Auchinleck se hallaba sobre el terreno idóneo para impedir la guerra de movimientos favorita de Rommel. En aquel campo de combate, no eran posibles las amplias maniobras envolventes. Allí la batalla era de posiciones y dirían la última palabra el tesón del soldado y la superioridad artillera. El Alemein apenas era entonces una estación de ferrocarril y un nombre en el mapa. Geográficamente constituía el máximo estrechamiento entre el mar, dominado por la flota británica, y la infranqueable depresión de Qattara. "La singularidad de El Alemein consistía en que era la única posición en 450 millas de desierto que proporcionaba dos flancos seguros. En todas las demás partes, el único flanco seguro era el mar. Se había desarrollado, en consecuencia, un patrón clásico de guerra del desierto, mediante el cual, el atacante iniciaba su ofensiva con un giro rápido alrededor del flanco abierto del adversario, en el sur (...), antes de cortar en dirección norte, por retaguardia, hasta el mar. Ambos bandos habían practicado esta táctica en anteriores ofensivas" (8). Entre El Alemein y la depresión de Qattara había además una serie de accidentes en el terreno, con elevaciones entre 200 y 400 metros, que en aquella desnuda y ardiente planicie constituyeron el eje de la lucha. Se trata de las cotas del Tel el Aisa y de Kidney y las minúsculas cordilleras de Miteyria, Ruweisat, Desnuda y Alain Halfa, que se extienden de oeste a este, paralelas al mar.

Pese a sus escasos efectivos y a las dificultades del terreno, Rommel se lanza a la lucha. Como siempre, con un plan audaz y original, aunque con tan pobres posibilidades de acción que su contrario Auchinleck ha previsto contrarrestarlo. El 1 de julio, Rommel lanza a la 90 División ligera entre Deir el Shein y la cordillera de Miteiyria; debía rebasar ésta para luego girar al norte y caer por la retaguardia de El Alemein. El Afrika Korps (divisiones 15 y 21) y el XX Cuerpo blindado italiano atacarían la posición de Deir el Shein por el norte y el sur y luego batirían las posiciones británicas de la cordillera de Ruweisat, que sobrepasarían para lanzarse hacia el norte y copar el ejército inglés contra la costa. El ataque no pudo prosperar apenas. La 90 División ligera se detuvo ante los campos minados y la artillería de El Alemein y la cresta de Miteiyria. Por el sur, la 21 División acorazada muy castigada por la aviación, tardó todo el día en dominar la posición de Deir el Shein, donde al caer la tarde capturó a 2.000 hombres de una brigada india. En la noche del 1 al 2 de julio, los ingleses contraatacaron en dirección a Deir el Shein, sin lograr su objetivo de recuperar la posición. Mas en ese contraataque, cayeron sobre el XX Cuerpo blindado italiano y pulverizaron a la división Ariete. La batalla siguió hasta el día 4, pero las tropas de Rommel estaban mortalmente cansadas; habían desgastado sus escasos carros y parte de su artillería.

Todo lo conseguido era un rectificación de líneas. Tras estos combates, llamados por algunos primera batalla de El Alemein, "las fuerzas de Rommel estaban más próximas al desmoronamiento completo de lo que jamás habían estado a una victoria total". Contarían, si acaso, con una treintena de tanques (9). A partir de entonces, Rommel pasará a la defensiva para cubrirse de los tímidos contraataques ingleses. Pero éstos le obligan a llevar sus escasas fuerzas acorazadas de un lado a otro del frente, a fin de taponar los agujeros que se producían en el frágil dispositivo. En uno de los contragolpes, la 9? División australiana toma la altura de Tel el Eisa creando un incómodo saliente en el esquema del Eje. Los contraataques de Rommel para recuperar esta cota fracasaron ante el fuego de la artillería británica, que en menos de dos horas lanzó más de 10.000 proyectiles contra los alemanes. Auchinleck no tenía prisa. Por primera vez, al son que él marcase, debía bailar Rommel. Antes del 15 de agosto, además, le llegarían refuerzos: 300 carros norteamericanos tipo Sherman (mejores incluso que los Mark IV alemanes), 100 obuses autopropulsados de 105 mm, 2 divisiones de infantería y una blindada con 350 carros medios. Rommel se desangraba ante fuerzas superiores y el mando italo-germano no atendía suficientemente sus peticiones de ayuda.

Se le enviaban refuerzos pero siempre inferiores en un 50 por 100 a los que incrementaban el poderío de Auchinleck. Alemanes e italianos debatían el futuro de Egipto. Siempre temeroso de llegar tarde a una entrada triunfal en El Cairo, Mussolini se presentó en África... con un caballo blanco sobre el que presidía el desfile de la victoria. Pero el Duce, tras deambular penosamente por la retaguardia de sus tropas, hubo de volver grupas a Italia el 19 de julio. Tampoco Londres contenía su impaciencia. Churchill, en apurada situación política, insistía a Auchinleck que pasara decididamente al ataque y aplastase a las fuerzas del Eje. El general británico no supo resistirse a la presión. Y aun sopesando los riesgos que comportaba una operación de gran envergadura, sin los medios ni la preparación necesarias, dispuso un ataque de ruptura en el centro del sistema de Rommel. Entre los días 22 y 26 de julio, el contraataque británico, tras un ligero progreso, se embotó en las defensas germanas, cuyos blindados y anticarros volvieron a operar con singular maestría. 178 carros de combate y más de 4.000 bajas (2.500 prisioneros), le costó la aventura a Auchinleck. Rommel salió mejor librado, pero gastó buena parte del material acumulado en días anteriores. Desde entonces se paró la guerra de El Alemein. Ambos bandos, sobre todo el Eje, sembraron minas desde el mar hasta la depresión de Qattara, a veces con más de diez kilómetros de profundidad.

La primera batalla de El Alemein había quedado en tablas. Mas, desde el punto de vista estratégico, era una victoria británica. Londres y Washington habían acordado desembarcar en el Mogreb francés (Operación Torch), que decidiría la suerte italo-germana en el norte de África. También habían conseguido ganar un tiempo precioso para recibir esos refuerzos que arrollarían sin remisión a las fuerzas del Eje. Decididos a no afrontar nuevas aventuras de forma precipitada, Auchinleck y Dorman-Smith establecieron dos planes. Uno, para frenar a Rommel, que volvería a atacar cuando dispusiera de medios. Otro, para vencer a los italo-germanos cuando el VII Ejército británico, que encuadraba a todas las fuerzas que defendían Egipto, hubiera recibido y adiestrado a esas tropas de refuerzo.

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