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Africa

Desarrollo


El viajero que recorre la carretera Tobruk-Alejandría, trazada sobre un desierto de piedra y grava, apenas si distingue relieves dignos de mención. De vez en cuando, una pequeña duna, una loma rebajada por la erosión, una playa de arena blanca y agua azul celeste, rompen la monotonía del paisaje. En Sidi Abdel Rahman, playa de moda, existe un complejo hotelero rodeado de alguna vegetación. Siguiendo hacia Alejandría, en una ondulación del terreno, una gruesa piedra sirve de hito. La piedra tiene una inscripción, encabezada por los símbolos de una unidad de infantería italiana: "Mancó la fortuna, non il valore. 1-7-1942. Alessandría, 111". (Faltó la fortuna, no el valor, 1 de julio de 1942. A Alejandría, 111 kilómetros.) Este hito marca el punto del máximo avance del Eje. Otras señales a partir de esa indican los campos minados establecidos por los italo-germanos cuando pasaron a la defensiva y por los británicos cuando frenaron su retirada y decidieron impedir que los alemanes alcanzasen el Delta del Nilo. La caída de Tobruk y el fulgurante avance de Rommel pusieron a los ingleses al borde del colapso militar. El general Richie, jefe directo de las tropas que combatían al Eje en África, concentró sus fuerzas en la línea de El Alemein, que se extendía 65 kilómetros entre el Mediterráneo y la Depresión de El Qattara, zona formada por dunas de arena y terrenos poco firmes, impracticables para fuerzas pesadas. Auchinleck decidió mandar personalmente el ejército de Egipto.

Se trasladó a El Alemein y trazó los planes que pudieran contener a Rommel. "Los ingleses se enorgullecen de ser buenos perdedores. Yo, en cambio, no sé perder. Yo venceré", comentó cuando se dirigía a El Alemein con el subjefe de su Estado Mayor, Eric Dorman-Smith. Su optimismo contrastaba con el pánico de su retaguardia. Según Alan Moorehead, "la flota británica se había ido de Alejandría. Las patrullas de demolición estaban listas. Casi todos los soldados hablan evacuado la ciudad y los que quedaban estaban sometidos a un estricto estado de sitio. De hora en hora se daba orden a todos los oficiales de abandonar lo que estuvieran haciendo e incorporarse urgentemente a sus unidades. En El Cairo también reinaba la alarma. Las calles estaban congestionadas de coches que habían evacuado Alejandría, de los provenientes del campo y de los vehículos militares que habían llegado del frente. El Consulado británico estaba invadido por gente que quería visados para Palestina. Los trenes que iban al este, a Palestina, estaban abarrotados. Una fina neblina de humo se cernía sobre la embajada británica, a orillas del Nilo, y sobre los grandes edificios del Cuartel General Central donde estaban siendo quemadas enormes cantidades de documentos secretos. Todo el día, un grupo de soldados rasos estuvieron barriendo montones de mapas, listas de cifras, presupuestos, claves y mensajes, con todo lo cual hicieron cuatro grandes hogueras en un patio cuadrado formado por los edificios del Cuartel General Central..." Kemal Haggar, arquitecto cairota, a punto de concluir sus estudios en aquella época, recordaba: "Los egipcios no participamos. En general, deseábamos el triunfo de los alemanes, no porque nos parecieran mejores que los ingleses, sino porque a los ingleses les llevábamos padeciendo muchos años. Quienes lanzaron las campanas al vuelo fueron los italianos que residían en Egipto. Yo vi muchas banderas y pancartas en los balcones, "Egipto es nuestro", escribían los infelices..."

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