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Africa

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El Gobierno italiano, tras los primeros descalabros, trata entonces de reorganizar el mando y preparar nuevas ofensivas. Sin embargo, el deterioro de la situación es ya irreversible. De forma gradualmente más marcada, los defectos de los aprovisionamientos de todo género se unirán al caos reinante entre los cuadros de mando. A mediados de diciembre, Mussolini debe reconocer que el conjunto de condiciones determinantes le impiden por el momento llevar a cabo una "guerra relámpago" a la manera italiana, tal como hubiera deseado. Incluso, la situación general que provocan los ataques griegos llegará a provocar disensiones en el mismo seno de los dirigentes fascistas. El Duce, mientras tanto, trata de hacer olvidar la promesa hecha al principio del ataque, cuando afirmó que abandonaría su cargo en caso de no haber tomado la ciudad de Atenas en el plazo de un mes a partir del mismo. Sin embargo, en Grecia el entusiasmo producido por los triunfos en los combates, que llevan a su ejército a ocupar la franja sur de Albania, no consigue ocultar un generalizado temor ante la posibilidad de una intervención alemana. En caso de actuar Hitler en favor de su aliado, resultaba indudable que su ataque no podría ser detenido en forma alguna. Por ello, Metaxas no se presentaba como partidario de recibir directa ayuda británica, ya que esto hubiera podido parecer una provocación ante el dictador alemán. Sin embargo, las necesidades bélicas le obligan a aceptarla y, a partir, del día tres de noviembre, comienza a recibir cazabombarderos británicos Blenheim, Gladiator y Wellington.

Además, poco después desembarcarían en El Pireo más de cuatro millares de soldados y unos setecientos vehículos. Hitler, a pesar del manifiesto disgusto que le produce la actuación de Mussolini, le envía una cincuentena de aviones Junker. Todavía Metaxas trata de convencer al alemán del hecho de que el petróleo rumano no se encuentra en modo alguno amenazado. Un ataque alemán sería -como podría comprobarse meses después- absolutamente desastroso para Grecia. Italia, por su parte, a lo largo de los primeros veinte días de guerra había perdido, según sus propias fuentes, un total de 372 soldados muertos, 1.801 heridos y 650 desaparecidos. De hecho, la campaña de Grecia le costará al bando atacante un total de 16.000 muertos y 24.000 prisioneros. Estabilizado el frente, el día 29 de enero muere el general Metaxas. Su sucesor el banquero Korytzis, no será capaz de impulsar la lucha de la forma adecuada. Así, el avance griego lanzado sobre el importante puerto albanés de Valona no podrá obtener sus fines. A pesar de ello, una nueva ofensiva italiana lanzada el día nueve de marzo será de nuevo detenida por los griegos, que consiguen aniquilar a tres de las divisiones empleadas en la misma. Esta será la última de las victorias helenas antes de una nueva detención del combate que ya no se reanudaría hasta la invasión alemana de abril. Un pequeño país de siete millones de habitantes había sido capaz tener en jaque a otro de cuarenta y cinco, considerado como una de las grandes potencias de la Europa del momento.

El dictador griego había tratado de evitar, como se apuntaba antes, que la presencia británica sirviese como pretexto para una intervención alemana. En este sentido, había afirmado que solamente la admitiría en caso de que los alemanes alcanzasen el Danubio o penetrasen en Bulgaria. Ahora, su sucesor, en vista de las circunstancias, debía admitir este elemento defensivo, que acababa de mostrar su efectividad en el norte de Africa. Así, a partir del mes de marzo de 1941, hombres y materiales comenzaron a llegar al país con ánimo de ayudar a contener un posible ataque alemán. Pero ya la suerte está echada, y Grecia solamente deberá esperar a que su vecina Yugoslavia sea invadida y desmembrada para sufrir a su vez la ocupación por parte del enemigo.

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