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Mundo fin XX

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Uno de los fenómenos migratorios característicos del siglo XX ha sido el de los movimientos de refugiados que, en 1991 según datos de la ONU, afectaban a 17 millones de habitantes del planeta. Tras la II Guerra Mundial se definió jurídicamente el Estatuto de Refugiado y se organizó una serie de instituciones con el objeto exclusivo de encargarse de la protección legal y de la búsqueda de soluciones para los afectados por este tipo de migraciones.La Convención de 1951 definía al refugiado como "la persona que debido a fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social o por sus opiniones políticas, se encuentra fuera del país de su nacionalidad". Esta definición sigue siendo aceptada, aunque ha habido esfuerzos posteriores de ampliación y de matización de la misma y a pesar de sus conocidas limitaciones. Se da el caso de personas que podrían demostrar que tienen un "temor fundado" por alguno de los motivos mencionados en la Convención pero que, sin embargo, se niegan a solicitar el Estatuto de Refugiado por considerar que de ello pueden derivarse acciones en contra de sus familiares, porque sospechan -con mayor o menor fundamento- que existe algún tipo de acuerdo entre los servicios policiales del país receptor y del de origen, o porque piensan que este tipo de acciones puede dificultar la vuelta posterior, generalmente ansiada. Para otros, es difícil demostrar con criterios objetivos que existen fundados temores de ser perseguidos y son rechazados como refugiados por los potenciales países de acogida.

La negativa de los países receptores se ampara a menudo en el argumento de la existencia de "falsos refugiados", esto es, inmigrantes económicos que tratan de beneficiarse de las ventajas sociales que se derivan de la obtención del Estatuto de Refugiado.Aún cuando uno y otro tipo de emigración son a veces difíciles de diferenciar en países sumidos en un profundo deterioro económico y político, se pueden establecer algunas distinciones. A diferencia de las denominadas migraciones económicas, en las que los factores de atracción de los países receptores pueden adquirir una fuerza significativa, en los movimientos de refugiados son los factores de expulsión o de rechazo los que desempeñan el más importante papel causal. Por otra parte, mientras que las migraciones voluntarias hasta no hace mucho tiempo solían ser selectivas en cuanto a su composición, generalmente de hombres jóvenes en edad laboral, los movimientos de refugiados movilizan a comunidades enteras: niños, ancianos y personas incapacitadas se ven de igual forma involucrados en ellas.Las primeras acciones por parte de los Gobiernos occidentales se produjeron al finalizar la II Guerra Mundial, cuando se hizo necesario reasentar a numerosas personas desplazadas a consecuencia del conflicto. En 1946 fue creada la "Organización Internacional para los Refugiados" (OIR) que hasta su desaparición, en marzo de 1952, se ocupó de la asistencia a más de un millón y medio de personas.

En diciembre de 1950 la Asamblea General de la ONU creaba el "Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados", el ACNUR, con el objeto de resolver la situación de los refugiados resultantes de los acontecimientos ocurridos antes de 1951. Años después, por medio del Protocolo de 1967, quedó suprimida esta limitación temporal del ACNUR, que ya se había encargado de otros reasentamientos posteriores al año 1951, como el de los refugiados húngaros a raíz del levantamiento de 1956A partir de los años sesenta, los movimientos de refugiados adquieren nuevos matices: se intensifican notablemente, cambian los escenarios en los que se producen y alcanzan una dimensión intercontinental. Desde entonces, los principales movimientos de refugiados tendrán lugar en Africa y en Asia, en territorios sometidos antes a la dominación colonial y sumidos tras la independencia en permanentes tensiones y conflictos. En la década de los setenta los movimientos más espectaculares se produjeron en el continente asiático, cuando diez millones de bengalíes se desplazaron desde el Pakistán Oriental a la India. El éxodo de refugiados africanos en la misma etapa comenzó con las expulsiones de asiáticos de Uganda y la marcha de los propios ugandeses que huían del régimen del general Amín. También en América Latina se asistía a la salida de numerosos argentinos, chilenos, bolivianos, uruguayos... que acudían a Europa huyendo de la represión de las dictaduras militares.

La amplitud de los movimientos de refugiados fue aún mayor en la década de los ochenta: el número de refugiados creció en el continente asiático de tres a ocho millones; en Africa de 2,7 a 4,8. En la actualidad Asia, con 7,9 millones de refugiados reúne casi la mitad de los que existen en el mundo, concentrados especialmente en dos focos de acogida: Irán y Pakistán. Africa suma 4,8 millones de refugiados que suponen alrededor del 30% del total, concentrados en su mayoría en Malawi, Sudán y Etiopía. En América Latina la cifra de refugiados asciende a poco más de un millón, localizados en su mayor parte en México, Costa Rica, Honduras y Guatemala. El mundo desarrollado acoge en su conjunto a dos millones y medio de refugiados de los cuales millón y medio permanecen en América del Norte, unos 900.000 en Europa y el resto repartidos entre Australia y Nueva Zelanda.A los problemas que afectan en su conjunto a la población emigrante (de desarraigo, de desempleo...) se unen algunos específicos en el caso de los refugiados, como son los derivados de la creación de campos de acogida en la proximidad inmediata de la frontera con el país de procedencia, lo que propicia ataques frecuentes del ejercito regular o de grupos paramilitares del país de origen. Los dramáticos episodios que se han sucedido en los campos de Botswana, Lesotho, Somalia o el Líbano son sólo unos pocos ejemplos entre una larga lista de sucesos semejantes. A su vez abundan los casos de devoluciones no deseadas, a pesar de estar impedidas explícitamente en el artículo 33 de la Convención.

Pese a ello se han producido numerosos actos de intercambio de refugiados entre los Gobiernos, como los de Uganda, Kenia y Tanzania, con el objeto de atraer hacia sus países a los opositores políticos, quienes en muchas ocasiones fueron después encarcelados. No son menores los problemas que plantea a la población local la proximidad de los campos de refugiados, situados en países subdesarrollados. La población autóctona próxima a estos lugares ha manifestado su descontento al ver desfilar ante sus ojos camiones y vehículos provistos de alimentos y de ayudas de las que ellos mismos carecen, y por ver amenazada la seguridad de la zona ante los bombardeos y las incursiones armadas dirigidas contra los campos.El número de refugiados en el mundo aumenta de manera constante y contribuye a crear un riesgo para la paz mundial. El ACNUR propone tres tipos de soluciones para los refugiados: la repatriación voluntaria, el reasentamiento o la reinstalación y la integración local. El reasentamiento consiste en el traslado de los refugiados a un tercer país distinto al del primer asilo o acogida. La mejor solución es lógicamente la repatriación o retorno voluntario, posible cuando finalizan las condiciones que propiciaron el exilio. La integración local se propone cuando se prolonga la situación que obligó a la salida o cuando existe el deseo de permanecer en el país de acogida, y se refiere a la creación de condiciones que propicien la permanencia prolongada del refugiado en tierra extranjera. La auténtica integración, sin embargo, se presenta hoy día como un problema de solución habitualmente lenta y muy problemática.

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