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Antoninos

Desarrollo


En la Italia del siglo de Augusto había nacido una variedad artesanal del mosaico de pavimento, la del mosaico blanco y negro. Los vestíbulos de las casas, los umbrales de las habitaciones y hasta los atrios y cubicula de Pompeya los ofrecen a docenas con sus meandros, rombos, estrellas de cuatro puntas, cables, postas, rosetas, medallones, roleos y también ocasionalmente objetos y figuras humanas y animales como siluetas negras con los trazos interiores (no muchos) en blanco. No cabe por tanto claroscuro, sino el simple dibujo a línea. Desde tan modestos orígenes el mosaico blanco y negro vio llegada su gran oportunidad con las grandes construcciones imperiales, como los Mercados de Trajano y, sobre todo, con las termas. Becatti explica el fenómeno en los términos siguientes: "La creación de grandes espacios interiores, de vastas salas termales, hacía sintácticamente difícil y económicamente demasiado costosa la decoración musiva polícroma. Los pavimentos figurados pictóricos helenísticos no podían dilatarse por las extensas superficies romanas, sino constituir tan sólo la decoración de orlas y de emblemata... Los mosaistas romanos alcanzan a crear un tipo de composiciones que armonizan con la arquitectura interior; conciben el pavimento musivo no como un cuadro por sí, sino como un elemento decorativo que entona con todo el espacio y con el destino mismo del ámbito. La técnica del blanco y negro responde bien a este fin".

. Las dificultades y las razones económicas no nos convencen. Por los mismos motivos debiera haberse impuesto el mosaico blanco y negro en muchas provincias que apenas hicieron uso de él, y sobre todo en el norte de Africa y en el Oriente, que están tan llenos de mosaicos polícromos derivados del mosaico helenístico o quizá alejandrino. En Africa no se puede hacer un agujero en un yacimiento arqueológico sin que pronto salga a relucir un mosaico polícromo. Otra cosa es la armonía con la arquitectura interior. Ahí estamos de acuerdo: Roma e Italia siguieron disfrutando de los emblemas helenísticos y seguramente continuaron haciéndolos y copiándolos, como Adriano en su villa de Tívoli (copia del Mosaico de las Palomas, de Soso de Pérgamo; Familia de centauros; Escena bucólica del Vaticano, etc.) pero no sólo fomentaron el blanco y negro al nivel artesanal a que se encontraba en la Pompeya anterior al 79, sino que dedicaron grandes artistas a la confección de estos pavimentos. A juzgar por los testimonios de Villa Adriana, al emperador no le interesaba el aspecto figurativo del blanco y negro, pero sí, mucho, sus posibilidades geométricas. Una zona de la villa que sin duda se remonta a su tiempo es todo su ángulo nordeste, la parte del palacio que contiene los llamados ospitali. Consiste ésta en un patio central que acaba al sur en una especia de tablinum y está flanqueado a cada lado por cinco cubicula o dormitorios.

El mosaico del patio es de una tosquedad apropiada para resistir la intemperie, pero en los cubicula el mosaísta empleó todo su talento en desplegar una serie de medallones que demuestran que por inspiración de Adriano la roseta ornamental, tal y como se conserva en Pompeya, pasó a convertirse en arabesco. El mismo taller, y quizá el mismo mosaísta que pavimentó los ospitali, trabajó en una villa de Palestrina de donde procede el mosaico de la Sala degli animali del Vaticano. Las mismas hojitas adheridas a los arabescos y otras menudencias de su obra de Tívoli se repiten aquí. Pero aquí no había restricciones y el artista pudo demostrar que sabía intercalar entre los arabescos todos los pájaros de una arboleda, e incluso hacer un cuadro mayor como emblema, con un águila descuartizando una liebre al pie de un arbolito. Es más: de haber querido, hubiera podido colocar un emblema polícromo, como hizo él mismo u otro artífice de la misma escuela en el pavimiento de un edificio, adrianeo también, de la Vía Emmanuele Filiberto que hoy se encuentra en el vestíbulo del Museo de las Termas. La roseta o escudo de triángulos, enmarcada en una doble orla de cable, contiene un medallón con un busto de Medusa, no mirando al espectador, como en los habituales gorgoneia, sino en viva torsión de contraposto, como si estuviese enzarzada en lucha con un adversario, una cabeza movida de líneas bien perfiladas en color negro soportando las tonalidades de un cutis moreno y una égida de colores brillantes.

Sin embargo, el acanto del que nacen los roleos del piso -reminiscencia caligráfica de la decoración floral del Ara Pacis- señalan la escuela del maestro de Villa Adriana, tan amigo del arabesco y de la filigrana. Para admirar lo que subsiste de los grandes maestros del mosaico en blanco y negro hay que trasladarse a edificios de los Antoninos y los Severos, en particular a las termas y las salas decoradas con uno de sus motivos predilectos: las bodas de Neptuno y Anfítrite y sus interminables cortejos de nereidas, hipocampos, tritones, lobos y panteras marinas. Las Termas Antoninianas de Ostia ofrecen un conjunto magnífico de pavimientos de este tema, en los que la técnica no permite el abandono del lenguaje lineal en favor de los efectos pictóricos, como se aprecia en la hermosa figura negra de Anfítrite, recostada en su hipocampo y precedida por Himeneo, el angelote nupcial. Privadas hoy de sus bóvedas, los mosaicos están iluminados por la luz del día no tamizada, pero no pierden fuerza por ello. En la sala contigua Neptuno conduce su cuadriga en pos de la oceánida. Es admirable cómo economizando las líneas blancas del interior el mosaísta modela la anatomía de personas y animales, pliegues de ropajes, expresiones de rostros. En el patio grande de las Termas de Caracalla, entre los restos de un cuadro del mismo tema, queda el prótomo de un toro marino que a buen seguro Picasso no tendría inconveniente en aceptar como la ampliación de uno de sus geniales minotauros. Tan actuales llegaron a ser aquellos maestros del diseño romano. Si no tan abundantes como en Italia, los mosaicos blancos y negros también se conocieron en provincias, incluso con un cuadro o una figura central polícroma. El Cortejo de Neptuno de un mosaico de Itálica es el ejemplo más notable de la Bética, pero lo mismo en ésta que en las provincias del norte -Lusitania, Tarraconense, las Galias, las dos Germanias- son más frecuentes las composiciones vegetales y geométricas multicolores alrededor de un cuadro figurado de cierto tamaño, o las figuras o escenas pequeñas intercala das en conjuntos geométricos.

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