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Desarrollo


Dos grandes religiones y dos grandes culturas coexisten en la India debido a los efectos de la inmigración procedente del Islam y la corriente de conversiones que la dominación musulmana había obligado entre los hindúes. De un lado, el Islam, minoritario, pero políticamente preponderante, y de otro el hinduismo tradicional. Esta coexistencia tan fecunda en el terreno de la literatura, de las artes y de la mística, era, sin embargo, fuente de numerosas tensiones sociales y políticas. Por otra parte, se consumó el fracaso de la evangelización cristiana, a pesar de los esfuerzos realizados por los jesuitas. Éstos habían procurado, durante el siglo anterior, adaptar el Cristianismo a la organización social y a los modos de pensar de los naturales. Así conservaron muchos de sus ritos y respetaron los prejuicios de casta. Pero la Santa Sede manifestó oficialmente su condena hacia este comportamiento en 1704 y, por fin, en 1745, por la bula Sollicitudo omnium, el Cristianismo destruía asimismo el concepto del universo expuesto en los libros o sugerido por los himnos y cánticos indios. Sin embargo, en 1756 había en la India 1.000.000 de cristianos, pero empezaba la lucha de los soberanos contra los jesuitas. En 1758, la Compañía de Jesús quedaba prohibida en las posesiones portuguesas y varios centenares de jesuitas se vieron obligados a marchar. En 1773, la supresión de la Orden por el Papa le dio el golpe de gracia. Además, tanto los musulmanes como los hinduistas perseguían a los cristianos.

En 1800 sólo quedaban en la India 500.000 cristianos, los dos tercios diseminados por la India y Ceilán, guiados por misioneros, capuchinos, carmelitas, enviados de las misiones extranjeras. La conversión había fracasado y también la occidentalización, la asimilación del espíritu científico europeo. Tanto la historiografía europea como la hindú han coincidido en señalar el siglo XVIII como una época de degradación moral y cultural, caracterizada por la desaparición de las tradiciones clásicas, ya fueran hindúes o musulmanas, mientras que la centuria posterior contemplaría el resurgimiento de las más puras tradiciones antiguas. No se ha estudiado a fondo la historia social e intelectual del siglo XVIII, pero existen datos para pensar que habría de modificarse esa valoración convencional del período como una época de degradación. Es especialmente digna de destacar la literatura urdu que fue un producto de la hegemonía política y artística musulmana y que experimentó su período de mayor creatividad en el norte de la India durante el siglo en el que se produjo la decadencia del poder mogol. Además de la profusión de la poesía urdu, que dio a la cultura india islámica nuevas normas de gusto literario, el siglo XVIII fue testigo de la obra de un filósofo social y reformador de gran importancia, Shah Wali Ullah (1703-1762), el cual, consciente de lo que significaba la decadencia del poder mogol para el destino de la India islámica, se esforzó en analizar las causas de la decadencia y en prescribir el remedio.

Abogaba por una regeneración moral de la comunidad islámica, purificándola de todos los elementos que se habían introducido en ella procedentes de la sociedad hindú que la rodeaba, lo que constituyó el lugar común de todos los reformadores decimonónicos. También en los movimientos literarios y religiosos hindúes podía apreciarse una gran vitalidad. En el norte de la India florecieron los cultos a Rama y Krisna, con la consiguiente creación de nueva poesía. La literatura religiosa escrita en lengua bengalí en el siglo XVIII ha sido a veces criticada duramente por los observadores de los siglos siguientes. Su temática vulgar y su acentuada sensualidad son contrarias a los valores apreciados por los eruditos europeos e indios. En la actualidad existe una tendencia a valorar la práctica de sus cultos y esta literatura como expresión de una renaciente fuerza creadora hindú, relacionada con las transformaciones políticas que hicieron a Bengala independiente, tanto en el campo cultural como político, de la hegemonía de la corte de Delhi. El proceso de sanscritización o accesibilidad al pueblo de la cultura sánscrita clásica se verificó en el siglo XVIII en muchas regiones de la India. En el siglo XVIII, por otra parte, no se produjeron en el país tamil unos cambios políticos de amplitud semejante a los habidos en la India septentrional, y esto quizá explica que se diera una mayor continuidad respecto al pasado y un menor cambio en la vida intelectual.

La literatura tamil es una de las más antiguas de la época y sin embargo había sido abandonada por los eruditos en favor del sánscrito y aun en la región en que se hablaba los soberanos había preferido utilizar el persa. Pero, como en otros lugares, también aquí surgió el deseo de valerse de la lengua popular para difundir las ideas y los valores de la cultura superior, como atestiguan las numerosas traducciones realizadas del sánscrito y del tamil clásico. La historia cultural de la India en el siglo XVIII demuestra, pues, que esta centuria fue un período de transición, pero no de estancamiento intelectual y cultural y que no constituye una ruptura en el desarrollo de la tradición hindú o musulmana. La continuidad histórica o cultural de la India ha quedado con frecuencia oscurecida por el complicado desarrollo regional y por la presencia moderna de dos órdenes sociales distintos, el hindú y el musulmán. Pero la continuidad no había desaparecido y proporcionó unos elementos esenciales para la creación, en el siglo XIX, de dos nuevos Estados bajo la hegemonía inglesa.

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