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Desarrollo


El siglo XVIII fue un período de relativa estabilidad política. En la transición a esta centuria, el gobierno de Tsunayoshi (1680-1709) ha sido considerado culpable de haber precipitado el bakufu a su primer periodo de turbulencias, agotado las finanzas y provocado la devaluación; coincidió además con el agotamiento de las minas shogunales de metales preciosos. La superficial estabilidad del Setecientos no lograba paliar la necesidad de nuevas reformas acordes con los cambios que se avecinaban. El octavo shogun, Yoshimune (1716-1745), uno de los más activos de la dinastía Tokugawa, puso en marcha la reforma Kyoho, destinada a reparar las finanzas del bakufu y restablecer el control feudal. Abogó por la frugalidad, elevó los impuestos y trató de incrementar la disciplina de los funcionarios del tesoro, impuso levas a los daimios, fomentó la recuperación de tierras, intentó promover a los funcionarios de más talento, revisó el código legal básico del bakufu, fomentó la educación y la construcción de escuelas en los dominios y alivió las prohibiciones que afectaban al desarrollo de estudios occidentales, dando vía libre a la presencia holandesa en Nagasaki. Como resultado de estas medidas, a mediados del siglo XVIII -cuando comenzaba a notarse su efecto-, los ingresos del bakufu llegaron al punto más alto de todo el período Tokugawa. Yoshimune se ganó la reputación de shogun capaz. Pero el funcionario que más hizo por encauzar la política bakufu hacia derroteros mercantiles fue Tanuma Okitsugu (1719-1788), estableciendo en tal sentido fuertes lazos con el capital comercial.

La política de Tanuma acentuó el crecimiento comercial utilizando capital mercantil para financiar osados proyectos de recuperación de tierras en lagos y pantanos; sin embargo, contacto tan estrecho con los comerciantes generó cierta corruptela; ricos mercaderes se afanaban por sobornar a Tanuma, cuyo poder era casi dictatorial, para obtener a cambio mayores privilegios. De modo que, a pesar de haber intentado adecuar la política del bakufu a la realidad comercial de la época, Tanuma se ganó en el proceso la incómoda reputación de corrupto. A partir de 1781, transcurridos unos veinte años de gobierno Tanuma, Japón comenzó a sufrir una serie de desastres naturales. La erupción del monte Asama, en 1783, elevó el número de víctimas mortales a 20.000, sumiendo un área de varios kilómetros cuadrados bajo una espesa capa de ceniza volcánica. No obstante, el problema mayor fue el hambre causada por inusuales condiciones climáticas, exacerbadas por las erupciones. La cosecha de 1785 fue tres veces menor a la de un año normal. Millares de campesinos abandonaron los campos yermos y se volcaron a las ciudades, donde, provocada por la escasez, la subida vertiginosa de los precios del arroz condenó a las masas a la más rancia pobreza. En 1784 se sucedieron desórdenes en varias ciudades fortificadas, entre ellas Edo, Osaka y Kyoto. Los campesinos de las aldeas, incapaces de soportar el elevado impuesto anual exigido por el bakufu o los daimios, se sumaron a los levantamientos.

Entre 1780 y 1782 hubo 230 revueltas por todo el país. En este contexto, Tanuma Okitsugu tuvo que abandonar el poder. En su lugar fue nombrado el daimio Matsudaira Sadanobu, introductor de las denominadas reformas Kansei. Uno de sus objetivos consistió en aliviar a las aldeas devastadas por el hambre y la indigencia. Otro, quitar el excesivo peso de los impuestos que agobiaban a los empobrecidos samurais. Un tercer objetivo, organizar la incipiente clase mercante. En el primer caso, se procedió a reconducir a los campesinos que se habían refugiado en Edo hacia sus campos y aldeas, donde comisionados especiales, daikan, administrarían las tierras bajo el control directo del shogun. En cuanto a los samurais, se perdonaron todas las deudas con más de cuatro años de antigüedad. Aunque ello les alivió evidentemente, la pérdida financiera llevó a los comerciantes a no concederles más préstamos, lo que en definitiva vino a acentuar la pobreza de los samurais menos pudientes. En el terreno económico, el bakufu realizó ingentes esfuerzos por recomponer sus finanzas, invitando a los mercaderes más poderosos a participar en la planificación política. Otra de las intenciones de las reformas Kansei, de Matsudaira Sadanobu, era el control ideológico sobre las publicaciones y prohibió, como subversivos, los comentarios críticos hacia la política del bakufu. En parte la reforma Kansei del bakufu tuvo éxito y Edo volvió a ser próspera, pero, por otra parte, las reformas fomentaron la oposición popular e hicieron poco por frenar la decadencia del endeble poder del bakufu o mejorar las condiciones de vida de los samurais. El bakufu ya no recuperaría su autoridad sobre los daimios. Más no podían hacer los funcionarios por mantener a flote una economía administrativa desvencijada.

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