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Versalles y Londres llevaron el peso de las negociaciones, y el resto de los participantes no hicieron otra cosa que aceptar los resultados presentados. Todos los acuerdos fueron incluidos en un único tratado para que no se hiciesen salvedades particulares y se respetasen de forma global, algo improbable vista la situación y la importancia de las cuestiones abordadas. El 28 de octubre de 1748 se firmó el Tratado de Aquisgrán o de Aix-La Chapelle, tras ocho años de guerra, por Gran Bretaña, Francia, Austria y las Provincias Unidas. Destacaron las siguientes cláusulas: - Los Habsburgo cedían los ducados de Parma y Piacenza y el principado de Guastalla al infante español don Felipe, yerno de Luis XV. También entregaron a Piamonte los territorios prometidos en Worms. - Se garantizó la independencia de la república de Génova. - Madrás pasaba, de nuevo, a Gran Bretaña, y Luisburgo, a Francia. - No se dispuso nada sobre la neutralidad de los Países Bajos. - España prometió á Gran Bretaña a renovación del asiento hasta 1752. - Se confirmó la Pragmática Sanción y la elección imperial de Francisco I. - Prusia retuvo Silesia. - Francia renunció a cesiones territoriales en los Países Bajos, Piamonte, Niza o Friburgo, se comprometió a no fortificar Dunkerque y aceptó la expulsión del pretendiente Estuardo. - Los holandeses mantenían las fortalezas de la barrera, pero sin los subsidios extranjeros.

Era indudable que el tratado podía calificarse como una tregua, ya que todos los participantes buscaban otros aliados de cara a futuros conflictos. No resolvió los graves problemas continentales, ni las diferencias ultramarinas, y, por ello, provocó profundos resentimientos. No obstante, los Estados de los Habsburgo salieron fortalecidos y mejor preparados para ocupar un papel protagonista en el juego de las relaciones internacionales, a pesar de las presiones ejercidas sobre María Teresa en momentos cruciales. Holanda, sin fuerza militar y con las trabas derivadas de las diferencias internas, quedó como una potencia de segunda fila y perdió su antiguo prestigio. Italia parecía haber iniciado el tan deseado equilibrio entre las fuerzas de los Borbones y de los Habsburgo, auspiciado por los proyectos de consolidación de María Teresa y Carlos Manuel. Sin embargo, Gran Bretaña se había dejado arrastrar por los intereses coloniales y no prestó demasiada atención a las irregularidades diplomáticas de su gabinete, que le costaron el alejamiento de Austria y Holanda. Su actividad directiva redundó en ventajas para Francia, que mantenía sus posesiones territoriales, conservaba Silesia en manos de Prusia, intervenía en la política interior alemana y garantizaba la seguridad de sus fronteras. Bien es verdad que la alianza de Versalles y Madrid se resintió por la pérdida de Gibraltar y Menorca, criticándose su actitud conciliadora con Londres y Berlín, pero preservó en gran parte el papel de árbitro de Europa. En definitiva, la Guerra de Sucesión austríaca había estado caracterizada por la incertidumbre diplomática.

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