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Desarrollo


La vida intelectual de la Europa de la Alta Edad Media es inseparable de ciertos proyectos de reforma religiosa que habían de afectar a todos los sectores reconocidos de la sociedad del momento. Que los resultados no hayan sido del todo satisfactorios no debe restar otro mérito: muchas de las medidas de Carlomagno y sus colaboradores serán precedente y referencia obligada para ambiciosos programas de épocas posteriores. J. Paul ha destacado recientemente que "el orden político e ideológico carolingio entrañaba una estrecha imbricación entre Iglesia y sociedad incluso en los más mínimos detalles". Los afanes ordenancistas de Carlomagno en los terrenos político o económico se extendieron también al ámbito religioso en el que con frecuencia actuó de forma despótica. Si en el campo de la política Carlos era el restaurador del Imperio Romano en el Occidente sobre pautas esencialmente cristianas y con la complicidad del Pontificado, en el campo de la liturgia ocurrió otro tanto. Las reformas uniformizadoras de los rituales y su romanización frente a los particularismos regionales fueron resultado de los deseos de Pipino el Breve y sobre todo de su sucesor que contó para ello con la inapreciable colaboración del papa Adriano. El Hadrianum, elaborado hacia el 785 sobre libros anteriores, habría de convertirse en pieza básica para todas las reformas litúrgicas ulteriores. ¿Subordinación de los intereses eclesiásticos a los proyectos de reforma político-religiosa de los carolingios y sus epígonos? La respuesta requiere múltiples matices acordes con la propia evolución de los acontecimientos.

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