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Grecia ClásicaI

Desarrollo


Después de la batalla de Mícala, entre los jonios de Asia y de las islas, lo mismo que entre algunos de los eolios, que suelen incluirse a este propósito dentro de la primera denominación, se difundió de nuevo el espíritu de rebeldía frente al poder de los persas. Las islas de Lesbos, Samos y Quíos llevaron la iniciativa y buscaron el apoyo de los atenienses, pues sabían que éstos habían defendido la propuesta de defenderlos en su territorio frente a la opinión espartana, favorable a evacuar los territorios asiáticos. Los problemas internos de Esparta, que tuvieron su manifestación más precisa en la aventura de Pausanias, favorecieron que, sobre estos fundamentos, se produjera un cambio de hegemonía. De hecho, el mismo año de Mícala, mientras el espartano Leotiquidas volvía a Lacedemonia y disolvía la flota de la Liga Griega, Jantipo, al mando del contingente ateniense, con el apoyo de los jonios, puso cerco a Sesto y pudo regresar al año siguiente, el 478, con un importante botín. Cuando la flota espartana volvió a presentarse al mando de Pausanias, su modo de actuar en Bizancio fue considerado tiránico y filopersa, por lo que, por motivos diferentes, jonios y espartanos estuvieron de acuerdo en ceder la hegemonía a los atenienses. De hecho, éstos no hacían más que intentar recuperar el control que se había establecido en el Helesponto en la época de la tiranía, así como el acceso a los centros aprovisionadores de grano de que se venía nutriendo Atenas desde época de Solón.

Los mismos intereses que habían llevado a los individuos relacionados con el genos de los Alcmeónidas a mantener unas relaciones cordiales con los persas eran los que ahora impulsaban a Jantipo a continuar ha guerra contra ellos. Las fuentes, procedentes de Atenas, ven en este proceso, por una parte, de manera inmediata, la voluntad de la ciudad de convertirse en la defensora de la libertad de los griegos y, por otra parte, el inicio del panhelenismo, aspecto este último recogido más bien por escritores tardíos, de los que destaca Diodoro de Sicilia, de pensamiento universalista, que ha leído a Éforo, historiador que en el siglo IV se enfrentaba al particularismo de la polis.

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