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Datos principales


Desarrollo


La articulación en periodos de la historia del Próximo Oriente puede contribuir a una percepción más clara, frente a la aparente amalgama de pueblos sin sentido que externamente da la impresión de ser este mundo próximo oriental. Ante todo es conveniente insistir de nuevo en el larguísimo lapso de tiempo abarcado, lo que contribuye a multiplicar el volumen de protagonistas a los que hemos de prestar nuestra atención, lo que no significa que el caos predomine en aquellos estados. Si combinamos adecuadamente bloques cronológicos más o menos homogéneos con los pueblos que intervienen en la historia, podremos darnos cuenta de que el desarrollo es perfectamente comprensible, dentro de su complejidad. Desde nuestra perspectiva histórica, el punto de arranque de esta exposición debe ser el lento pero decisivo paso de la economía de recolección a la de producción; es decir, la adquisición de la agricultura como fundamento económico y, como consecuencia, principio de un nuevo orden social. Obviamente, es muy difícil precisar cuándo tiene lugar en cada región tan trascendental cambio, que es consecuencia de un largo proceso de adaptación. En Mesopotamia propiamente dicha, sabemos que sus más antiguos habitantes se instalan allí dedicados ya a actividades agrícolas en el VI Milenio, pero no empiezan a organizarse bajo estructuras estatales hasta dos milenios después. Muy avanzada la segunda mitad del IV Milenio aparecen los primeros testimonios de escritura, lo que demuestra la existencia de un ejercicio del poder centralizado, coincidente con la aparición de las primeras concentraciones urbanas propiamente dichas.

Durante la segunda mitad del IV Milenio se van consolidando las distintas unidades estatales, hasta que en el cambio de milenio, en torno al 3000, comienza el llamado periodo dinástico primitivo. Éste se prolonga hasta el 2300 y corresponde a la cultura sumeria. En Egipto los orígenes de la agricultura parecen remontar al Paleolítico; sin embargo, esto no quiere decir que se hubiera pasado de la economía recolectora a la productora. En realidad, la vida sedentaria comienza en la primera mitad del V Milenio, o quizá algo antes, lo que permite establecer un período predinástico que se prolonga aproximadamente hasta el 3000, fecha en torno a la que se produciría la unificación del Alto y el Bajo Egipto. De esta manera se produce una coincidencia entre el comienzo del III Milenio y los orígenes del Antiguo Reino, que se desvanece tras la VI dinastía en medio de una tremenda descomposición política hacia el 2200. Ese es el momento en que se abre el denominado Primer Período intermedio que se prolonga hasta la dinastía XI, cuyo faraón Montuhotep restaura el poder central poco antes del 2000. Ebla, en el norte de Siria, desarrolla entre mediados del III Milenio y el 2250 su primera dinastía, con una importancia cultural extraordinaria, pues rompe la imagen que hasta finales de los años setenta se tenía sobre el mundo del Próximo Oriente en el III Milenio.

Presumiblemente, el final de la dinastía de Ebla es provocado por la dinastía acadia, que entre el 2300 y el 2100 dirige los destinos de Mesopotamia por medio del imperio fundado por Sargón. Esto supone el predominio cultural semita frente al sumerio y, por otra parte, la primera unificación del territorio bajo un solo poder político, frente a los diminutos estados autónomos de la época sumeria. Al mismo tiempo, entre mediados del III Milenio y 2150, Elam desarrolla una cultura propia, primero bajo la dinastía de Awan, con sede en Susa, y posteriormente bajo la dinastía de Shimashki. Desde la caída del Imperio Acadio hasta el fin del III Milenio, la historia política de Mesopotamia está dominada por la Tercera Dinastía de Ur, que desaparece hacia el ano 2003.

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