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Datos principales


Desarrollo


Con la especie Homo erectus vemos la primera expansión del hombre fuera de Africa, donde se encuentran los restos más antiguos, alrededor de 1,8 millones de años, revalidando la cuna africana de la humanidad. Los fósiles europeos que pudieran tratarse como Homo erectus son los que presentan características más evolucionadas de la serie y las cronologías más bajas. En este sentido y por presentar en muchos casos rasgos mixtos, los hemos distribuido entre los H. sapiens arcaicos. Esta sería la especie a la que se atribuiría en un principio ser el eslabón perdido, ya que sus restos fueron encontrados con anterioridad a los australopitecos. Las circunstancias de sus hallazgos en el siglo XIX estarían en relación con la teoría darwinista sobre la evolución y las controversias sobre las mismas. En este punto debemos recordar el gran debate que se produjo en Oxford en 1860 y en el que T. H. Huxley pronunció sus famosas palabras en contra del arzobispo Wilberforce, afirmando que no se sentía avergonzado por descender del mono, sino de "estar conectado con un hombre que utiliza su gran talento en oscurecer la verdad". A estos hechos se sumaba el que constituía una época en que la variedad de monos actuales era mejor conocida en el continente e islas asiáticas, por lo que se defendía la teoría según la cual el eslabón perdido debía encontrarse en esta parte del globo, defendiéndose la tesis de que la cuna de la humanidad era o debía ser asiática.

Por estas razones un médico holandés, E. Dubois, se trasladó a Sumatra, en donde a pesar de realizar excavaciones no encontró ningún resto. Sin embargo, en 1890 llegó a sus oídos que en Java, en la localidad de Wadjak, se había encontrado un cráneo. Trasladándose allí, E. Dubois encontró otro cráneo, cuyo estudio posterior dio como resultado que pertenecía a la especie de los hombres modernos Homo sapiens sapiens. Un ano más tarde, en Trinil (cuenca del río Solo), sus pesquisas dieron resultado, encontrando un cráneo más antiguo asociado a fauna. Asociando el cráneo a un fémur, que posteriormente su análisis demostró que procedía de una capa más reciente, describió taxonómicamente a una nueva especie que correspondía al deseado eslabón perdido y que caminaba erguido, por lo que le denominó Pitecanthropus erectus (el hombre-mono erguido) siguiendo la denominación teórica propuesta por Hacckel. La discusión que promovió el hallazgo se terminaría con el descubrimiento de restos parecidos en China. La historia es conocida, pero merece la pena recordarla. La medicina china producía medicamentos a partir de restos fósiles triturados para tal fin, e incluso servían de amuleto. A fines del siglo XIX otro médico encontraría en una farmacia de Pekín un diente humano que procedía de un complejo de cuevas a 40 kilómetros de la capital, en una localidad denominada Zhoukoudian (anteriormente denominada Chu Kou Tién). En 1921 se inician constantes trabajos en la llamada Localidad 1, encontrándose una serie de útiles, realizados en cuarzo; posteriormente, se encontrarían piezas dentarias que llamaron la atención de D.

Black, renovándose las excavaciones y encontrando otro molar humano. Estos hallazgos supusieron una nueva denominación taxonómica Sinanthropus pekinensis (hombre chino de Pekín). Los hallazgos que se sucedieron en las diferentes etapas hasta 1937, dirigidas las últimas campanas de excavación por F. Weidenreich, dieron con numerosos restos que se corresponderían con un grupo humano de más de 40 individuos, entre adultos e infantiles. Al mismo tiempo se suceden nuevos hallazgos en Java (Modjokerto y Sangiran) por G. H. R. von Köeniswald. Comparados los restos de China y Java, este investigador y Weidenreich sugieren el nombre específico de Homo erectus. En 1937 el ejército ocupa el norte de China, llegándose al acuerdo de embarcar, por seguridad, los restos del Sinanthropus para enviarlos a Estados Unidos. El día 12 de diciembre de 1941 se produce el ataque de Pearl Harbour, y el barco en el que se encontraban los fósiles es capturado por los japoneses desapareciendo su rastro. Afortunadamente, Weidenreich había realizado moldes de los mismos. Por su parte, G. H. R. von Köeniswald traslada los restos de Java a Frankfurt. En la década de los cincuenta se confirmaría que pertenecen a una misma especie, aceptándose finalmente en los años sesenta su pertenencia al género Homo. Posteriormente, los hallazgos se suceden hasta la actualidad, tanto en Java (Sangiran, el cráneo más completo que se conoce) como en China (Zhoukudian, Lantian, entre los más conocidos, y Jianshi, importante ya que se encuentra un molar asociado a restos de Gigantopithecus).

Los hallazgos en Africa son recientes, incluyéndose estudios posteriores a piezas encontradas anteriormente. Los más completos se encuentran en Koobi Fora y el más reciente de todos, Nariokotomé, en la cuenca del río Turkana, y que además representan los datados con mayor antigüedad. Algunos autores sitúan algunos de los fósiles africanos dentro del Homo sapiens arcaico, así como algunos fósiles fuera de Africa, especialmente los restos humanos de Europa. Ello va unido a una mayor divergencia, que posiblemente radique en la evolución en mosaico. Al Homo erectus se le asocian diferentes complejos dentro de la industria lítica. Entre ellos cabe destacar el complejo Achelense, ampliamente repartido en Africa y Eurasia. Las características morfológicas se definen aquí de una manera general, ya que la misma diversidad de los fósiles implica una gran variabilidad. Los restos craneales son los más abundantes y presentan en general una bóveda craneal baja y de paredes gruesas, oscilando su capacidad endocraneal entre los 850 y los 1.100 centímetros cúbicos. El hueco occipital presenta un ángulo muy marcado en el perfil, al que se asocia un torus (proyección ósea formando un reborde). En la cara se observan varios rasgos importantes. En primer lugar destaca por ser corta, masiva y ancha, con un prognatismo marcado. La mandíbula es también robusta y con ausencia de mentón (barbilla). Presenta aún un torus supraorbital marcado, al que se une un cambio en el orificio nasal que en vivo ofrecería una nariz más proyectada.

La dentición presenta un estadio intermedio entre el hombre moderno y el Homo habilis, siendo más grande que en el primero y menor que el segundo, apreciándose en algunos especímenes un diastema. La anchura de los incisivos se ha interpretado como un comportamiento masticatorio diferente, incrementándose el uso de los dientes anteriores. Los restos postcraneales presentan por vez primera una posición de la laringe baja, lo que lleva una modulación especial que se asocia al lenguaje, desconocido por el momento en los fósiles anteriores (Homo habilis). Los restos más abundantes postcraneales son los relacionados con la cadera, presentando una pelvis como la del hombre moderno, mucho más robusta, al igual que el fémur en donde se aprecian, además, fuertes marcas de la inserción muscular, lo que se traduciría como un cuerpo fuerte, tan bípedo como el hombre actual. La estatura se ha vinculado siempre en las teorías de la evolución a una progresión constante. El Homo erectus se representaba como un hombre pequeño, calculándose una media para los individuos masculinos de 1,67 metros. Sin embargo, el reciente descubrimiento de Nariokotome ha introducido, en cambio, la necesidad de replantear el crecimiento y la estatura de los fósiles, ya que se trata de un individuo infantil (12 años) que tiene esa altura. Calculando el crecimiento, este individuo, al llegar a la edad adulta, hubiera podido alcanzar 1,8 metros de estatura. La elevada variabilidad que presentan los fósiles pone de manifiesto la diversidad de caracteres de un individuo a otro, constituyendo el mayor problema al estudiar restos humanos y la clasificación taxonómica de los mismos. Hay que tener en cuenta estos factores, que también nos vamos a encontrar en los fósiles Homo sapiens en mayor medida. En el Homo erectus hay que sopesar un largo período de evolución, ya que desde los 1,8 ó 1,7 millones de años de los restos de Koobi Fora a los más recientes estimados entre 500.000 y 400.000 años, ha habido más de un millón de años, en los cuales algunos se extinguirían y otros evolucionarían hacia formas más modernas como se atribuye a los restos asiáticos que presentan la cronología más reciente y rasgos más parecidos al Homo sapiens.

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