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Datos principales


Desarrollo


La determinación del género Homo siempre ha traído dificultades, ya que los límites de la capacidad endocraneana son arbitrarios y han variado según los especímenes encontrados. Sin embargo, a partir de los años setenta la investigación llevada en Africa oriental ha resultado fructífera en cuanto al comienzo del linaje humano. Realmente, el Homo habilis, nombre sugerido por R. Dart, fue descubierto por vez primera en Olduvai en los años sesenta, en las mismas capas que el A. boisei conocido por Zinjanthropus. Para Louis Leakey no había ninguna duda en que los restos fragmentarios de cráneos y piezas dentarias pertenecían a otro linaje distinto capaz de fabricar utensilios, que se asociaban a los restos. Estos restos estaban representados por una mandíbula con dos restos craneales, al cual se le denominó Jonathan; una mandíbula, fragmentos del maxilar superior y un cráneo de otro individuo al que se denominó Cindy (cenicienta); un cráneo y siete dientes que recibieron el apelativo de Twiggy y un cráneo apelado George. Ph. Tobias reconstruyó los cráneos obteniendo una capacidad endocraneal media entre los tres de 642 centímetros cúbicos. Para L. Leakey, G. Napier y Ph. Tobias los restos eran claramente humanos, encontrándose en una cronología que oscilaba entre 1,5 a 1,8 millones de años. Sin embargo, hasta el inicio de la década de los setenta no se reconocería por todos los investigadores. El yacimiento de Koobi Fora saltó a los medios de información con el descubrimiento de un cráneo en esta región del lago Turkana, descubrimiento debido a Richard Leakey.

El cráneo se encontraba bajo una formación de tobas volcánicas, denominado KBS (en honor de K. Behrensmayer), datadas por medios radiométricos en la actualidad en 2 millones de años. El cráneo bastante completo es conocido por el número de espécimen KNM-ER 1470 y se le calcula una capacidad endocraneana de 775 centímetros cúbicos, revalidando los hallazgos de Olduvai y confirmando las hipótesis, fundamentalmente la de Ph. Tobias. En un principio se le calculó una edad superior a los 3 millones de años, la cronología se ha corregido posteriormente gracias a la serie de fauna (suidos) y nuevas dotaciones radiométricas, lo que ha tenido implicaciones en la filogenia del Homo habilis y los australopitecos. Algunos ejemplares (KNM-ER 1470) muestran cráneos muy anchos con la dentición del tamaño del australopiteco. Sin embargo, otros especímenes (KNM-ER 1813) presentan cráneos del tamaño de los australopitecos y dentición del tamaño del Homo erectus. Esta variabilidad para algunos investigadores representa la existencia de dos especies contemporáneas, denominándolas Homo species y Homo habilis. El primero caracterizado por una talla más pequeña y una capacidad de 600 centímetros cúbicos mientras que el segundo presentaría una capacidad de 750 centímetros cúbicos. En cualquier caso coexisten con el A. boisei, derivando hacia el Homo erectus mientras que la otra especie se extinguiría. Muchos especialistas continúan manteniendo que los diversos especímenes vienen de una única especie.

En cualquier caso se pueden dar unas pautas generales para ellos. Su capacidad craneana estaría comprendida entre los 510 y 750 centímetros cúbicos, con una media de 630 centímetros cúbicos. El occipital es redondeado, presentándose un surco entre el frontal (frente) y el torus supraorbital (protuberancia ósea continua sobre las cuencas orbitales), la arcada dental es más parabólica y presenta un menor prognatismo. Si los rasgos del cráneo implican una serie de caracteres avanzados, el esqueleto postcraneal, sin embargo, retiene características más arcaizantes. Existen muy pocos restos postcraneales pero indican una marcha bípeda clara y una estatura muy pequeña (1 m), incluso menor que el afarensis. Los brazos son largos en comparación con las piernas, a lo que se suman las características de la mano que implican un mantenimiento de la adaptación a la suspensión en ramas, que desaparecerá con el Homo erectus. Una de las mayores controversias que existen en la actualidad, para observar la filogenia de nuestros antepasados, radica en qué especie o cuántas especies vivían al mismo tiempo y especialmente la relación del género humano y el género australopiteco. No existe duda alguna que el Australopithecus robustus y el Australopithecus boisei no entran en el camino de la evolución del hombre, pero no existe el mismo consenso respecto al Australopithecus africanus. Otro debate es el que se encuentra en el Australopithecus afarensis, si bien muchos están de común acuerdo respecto a su antigüedad entre 4 y 3 millones de años.

El problema radica en si se desglosa en dos especies o no, existiendo dos posiciones. Una de ellas los sitúa en dos ramas diferentes descendiendo de un antepasado común, ignoto por el momento, del Plioceno antiguo. De este modo una línea llevaría a los A. robustus y A. boisei, y otra llevaría al Homo a través del A. africanus. Un resto encontrado en Turkana occidental clasificado como KNM-WT 17000, y una datación de 2,5 millones de años, presenta una gran robustez, por lo que se le considera un eslabón intermedio entre el A. afarensis y los A. robustus posteriores. Este resto presenta las características del Australopithecus aethiopicus tipo propuesto por C. Aramburg e Y. Coppens en 1967, para una mandíbula muy robusta procedente de la cuenca del río Omo, datada en 2,5 millones de años. Por el contrario, tenemos los defensores del mantenimiento del A. afarensis como una sola especie antecesora del resto de las especies, mantenida principalmente por D. Johanson y T. White. D. Johanson y A. Walker propusieron que el A. africanus se desarrolla en dos especies Homo habilis y otra línea al A. robustus, mientras que de otra línea del A. afarensis derivaba el A. boisei a través del resto KNM-WT 17000. Otros autores, entre los que destaca C. Howell, mantienen una ramificación distinta calibrando a partir del A. afarensis una línea que llega a A. africanus y posteriormente el H. habilis y, por otro lado, se encontrarla el A. aethiopicus que derivaría en el A.

robustus y paralelamente en el A. boisei; por último, otro grupo llevaría al A. africanus, de donde saldrían las líneas hacia el Homo y otra al A. robustus y A. boisei. En el camino de la evolución tendríamos que el bipedismo antecede a la expansión craneal, que en el caso del A. robustus no llegó a producirse, si bien refuerzan una poderosa dentición. Otra línea se desarrollaría hacia homínidos posteriores, ofreciendo una expansión cerebral y una reducción progresiva de la dentición, quizá relacionada con el incremento de útiles fabricados, que llegaría hasta la actualidad. A pesar de la cantidad de restos, no podemos olvidar la dificultad de establecer especies, dada la variedad que presentan, lo que nos lleva a estimar que la variabilidad individual debe ser calibrada y tenida en cuenta, problema que volveremos a ver en las especies más recientes. Una vez vistos los primeros pasos de la evolución humana, veremos cómo existen serias controversias a la hora de analizar los restos del género Homo.

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