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La historiografía marxista sostuvo, desde hace años, la opinión de que la crisis bajomedieval debía de ser contemplada desde una perspectiva global. No se trataría sólo de la presencia en la vida de los seres humanos de tal o cual aspecto negativo, ya fuera el clima, las pestes, la distorsión de los precios o la circulación monetaria, sino de una crisis que afectaría, inevitablemente, a todo el entramado socio-económico. Los partidarios de esta interpretación alegaban asimismo que resultaba sorprendente que la explicación de un fenómeno de tan larga duración y que afectó en profundidad a toda la sociedad no tuviera en cuenta aspectos tan significativos en cualquier análisis histórico como las relaciones sociales de producción. El historiador inglés R. Hilton se preguntaba, en un conocido artículo publicado en la revista "Annales" en 1951, "Y eut-il une crise generale de la fóodalité?" Su respuesta era, indudablemente, positiva. Fue la sociedad feudal de los siglos finales de la Edad Media la que padeció una crisis, a la vez general y profunda. En idéntica línea interpretativa se han situado otros historiadores, como el checo F. Graus, que tipificaba lo sucedido en los siglos XlV y XV como la primera gran crisis del sistema feudal (Die erste Krise des Feudalismus, 1955) o el alemán J. Kuczynski, el cual afirmó, en 1963, en respuesta a su colega W. Abel, que una crisis agraria en la sociedad europea de fines de la Edad Media sólo podía entenderse como una crisis del modo de producción feudal y no simplemente en función de hechos, al fin y al cabo naturales, como la mayor o menor mortandad causada por la difusión de una epidemia.

Hemos mencionado a historiadores adscritos a la corriente del materialismo histórico. Pero no hemos de olvidar en ningún momento que el marxismo escolástico, entendiendo por tal el oficialmente vigente en diversos países europeos hasta hace poco tiempo, ofreció una versión canónica de la crisis del siglo XIV. Todo se explicaba, decían los corifeos de esa interpretación, a partir de la ley de la correspondencia necesaria entre fuerzas productivas y relaciones de producción. Según ese postulado el feudalismo habría entrado, en el transcurso de la decimocuarta centuria, en una primera fase de disgregación, debido al empuje que se ejercía por parte de las fuerzas productivas. La explicación, sin duda, encajaba en el cuadro previamente trazado de las leyes del desarrollo histórico de la sociedad. Pero de hecho lo que se hacía, al seguir al pie de la letra esa interpretación de la depresión europea tardomedieval, era trastocar el camino lógico de la investigación histórica, pues, como ha señalado desde una perspectiva crítica G. Bois, se iba "del principio a la materia histórica concreta", la cual serviría de ilustración a aquél, y no al revés, como parece razonable. En la óptica marxista se sitúa también la interpretación aportada, no sólo a propósito de la crisis bajomedieval, sino en general sobre la época preindustrial, por el historiador norteamericano R. Brenner. El punto de partida se encuentra en el trabajo presentado por dicho historiador en un coloquio en 1974, y publicado en 1976 en la revista "Past and Present", con el título "Agrarian Class Structure and Economic Development in Pre-Industrial Europe".

Las réplicas y contrarréplicas a dicho texto, con intervenciones de diversos historiadores, dieron lugar al denominado "debate Brenner", que ocupa un puesto de excepción en la historiografía de las ultimas décadas. R. Brenner, crítico despiadado de los neomalthusianos, capítulo en el que incluía a historiadores tan destacados como el inglés M. M. Postan o el francés E. Le Roy Ladurie, ponía su acento en el papel de la lucha de clases como determinante de la evolución histórica, y por lo tanto también de la crisis que padeció el Continente europeo en los siglos XIV y XV. Oigamos al propio Brenner: "Las contradicciones entre el desarrollo de la producción campesina y las relaciones de extracción de excedente que definían las relaciones de clase de la servidumbre produjeron una crisis de la acumulación y la productividad campesina y, en última instancia, de las mismas posibilidades de subsistencia campesina. Esta crisis se acompañó por una intensificación del conflicto de clases inherente a la estructura social vigente". Sin duda se trata de un trabajo enormemente sugestivo, en el que su autor ha puesto en juego tanto su amplio conocimiento de la historia socio-económica de la Europa bajomedieval y moderna como su singular capacidad para la confrontación dialéctica. De todos modos, aun admitiendo la imperiosa necesidad de tener en cuenta la problemática de las relaciones sociales, la opinión de Brenner acerca de la crisis europea bajomedieval parece también unidimensional y más pegada al puro análisis teórico que a la toma en consideración de los datos empíricos conocidos de aquella época.

Una explicación global de la crisis europea bajomedieval, en la que pretende engarzar el concepto tradicional de crisis agraria con la teoría del modo de producción feudal, la ha intentado el historiador francés G. Bois, en su obra, ya clásica, sobre Normandía (Crise du féodalisme. Economie rurale et demographie en Norrnandie orientale du debut du XIV siecle au milieu du XVI, siecle, 1976), así como en diversos escritos posteriores (como "La crise du Féodalisme en Europe a la fin du Moyen Age", 1986). Bois entiende que lo que se produjo en Europa en el siglo XIV fue, ni más ni menos, una crisis general del sistema vigente. En esa crisis habría que ver dos disfunciones, una relacionada con la producción, otra con el reparto. El bloqueo de la producción agrícola tendría su explicación en la conjunción de dos factores: por una parte, un estancamiento técnico; por otra, un descenso de la productividad del trabajo. En cuanto a la disfunción experimentada en el ámbito del reparto de la renta, Bois observa el desarrollo paralelo del crecimiento de las imposiciones fiscales de carácter público, por un lado, y del descenso de las rentas señoriales (aquí, según él, entraría en juego la lucha de clases), por otro. Rechaza, asimismo, la existencia de una contradicción entre las dos nociones que habitualmente se barajan de la crisis, la que pondría su acento en lo negativo y la que habla de mutación, portillo abierto hacia las novedades y por lo tanto positiva.

De todas formas, Bois no ha dejado de señalar que su modelo explicativo, que él considera simplemente un método de aproximación para el entendimiento de la dinámica que desembocó en la crisis de los siglos XIV y XV, quizá no sea aplicable a todas las regiones de Europa, por más que encaje en algunas de ellas. En posiciones próximas, aunque diferentes de las de Bois, se ha situado hace unos años el historiador alemán R. Berthold, el cual ya había mostrado su disentimiento de las opiniones de W. Abel. En un trabajo publicado en 1979 (Die Agrarkrise im Feudalismus), Berthold ha manifestado que la cuestión capital, para explicar la crisis bajomedieval, se halla en el ámbito de la renta feudal. El deseo de afianzar dicha renta fue, en su opinión, el hecho verdaderamente decisivo, en tanto que la depresión agraria o las epidemias de peste fueron sólo factores secundarios que a lo sumo contribuyeron a reforzar y generalizar la crisis, pero en ningún modo a ponerla en marcha. Incluso los despoblamientos se habrían producido básicamente, según este autor, por la actitud de los labriegos que en un momento dado decidían abandonar sus aldeas, ante el intento de los señores de subir la renta. Ahora bien, sin negar importancia a la lucha por la renta cabe preguntarse por qué pasó a primer plaño esta cuestión en los siglos XIV y XV. Por lo demás, la conexión de la lucha por la renta feudal con la depresión agraria o las mortandades ¿fue simplemente episódica? En cualquier caso, y como conclusión a lo señalado hasta ahora, podemos afirmar, apoyándonos en las inteligentes palabras del investigador alemán W. Rosener, que "la crisis bajomedieval solo puede comprenderse en su integridad en el contexto del desarrollo general de la sociedad, en la urdimbre de relaciones entre economía, sociedad y sistema señorial".

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