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Desaparecido Guillermo III, los Estados Generales se apresuraron a volver a la vida política según las antiguas constituciones, y los regentes y el gran pensionario se convierten de nuevo en el verdadero Gobierno de la nación. A. Heynsius fue el encargado de dirigir la acción exterior durante la Guerra de Sucesión española, y su sucesor, S. Slingelandt, en pleno proceso de pacificación, trataría de introducir algunas reformas, sobre todo eliminar el trámite de someter todas las decisiones a los Estados provinciales antes de ser aprobadas en los Estados Generales, lo que contribuía a la inoperatividad gubernamental. En 1716 redactó un Memorándum en el que exponía sus puntos de vista para superar el localismo y provincialismo existente y reforzar los Estados Generales, a modo de organismo central superior, sobre todo en materia fiscal; era también partidario de restablecer el Estatuderato en las provincias como árbitro interprovincial. Fue difundido ampliamente, siendo la base de discusión de una magna asamblea que fue convocada poco después. En esta época, los orangistas se hallaban divididos entre dos ramas de la familia Orange -J. G. Friso y Federico Guillermo de Prusia-; el temor a ser anexionados o gobernados por una potencia extranjera restó credibilidad al segundo, de manera que Friso logró ser nombrado muy pronto estatúder de Friesland y Groninga, con la idea de restablecer el Estatuderato. Aunque la muerte le impidió cumplir sus sueños, su hijo Guillermo IV recogerá su herencia; educado por su madre como un verdadero príncipe, estudió leyes y economía, llegando a dominar varias lenguas (francés, alemán, inglés, italiano y latín) pero no tenía el menor interés por la vida militar.

Hasta 1729 permaneció en la pequeña corte de Leewarden, centro de reconstrucción del orangismo. En 1718 fue nombrado estatúder de Groninga y poco después de Gelderland y Drente. En 1734 contrajo matrimonio con Ana de Hannover, hija de Jorge II, reforzando los lazos con Inglaterra y obteniendo respaldo oficial para su objetivo de recuperar el Estatuderato. Sus relaciones con Slingelandt y su sucesor Van der Heim fueron bastante cordiales. Desde la Paz de Utrecht, la República había mantenido su neutralidad ante los conflictos continentales para volcarse de lleno en sus enclaves coloniales; sin embargo, no pudo sustraerse a la Guerra de Sucesión austriaca y las propias circunstancias del conflicto la arrastraron a ella: la invasión de tropas francesas en los Países Bajos austriacos y en Zelanda causó el horror y la indignación general. En ese contexto, Guillermo IV aparecía como el líder natural dispuesto a responder con medidas de fuerza y expulsar a los invasores del territorio nacional; los Estados Generales aceptaron su liderazgo y con el refrendo unánime de las siete provincias se convirtió en estatúder. La presión causada por la guerra, el trasfondo de crisis económica y el descontento social hacia los regentes hizo posible el restablecimiento del Estatuderato en mayo de 1747.

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