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Datos principales


Rango

Neolítico

Desarrollo


Para el resto de la Península Ibérica, al margen del Mediterráneo y Andalucía, la documentación es parca y en general muestra un proceso de neolitización tardía y vinculada con el progresivo desarrollo de las comunidades agrícola-pastoriles. Examinado el proceso por regiones se observa, a pesar de las fuertes lagunas de la documentación, una neolitización centrada en su mayor parte en el IV milenio para la mayoría de las zonas. En la zona cantábrica, el vacío del registro arqueológico es evidente: no se conocen estudios sobre fauna ni flora para establecer el proceso de domesticación y producción de alimentos. Sólo disponemos de algunas referencias sobre la aparición de cerámica en algún conchero fechado a mediados del IV milenio (la Cueva de Les Pedroses, al este de Asturias). Seguramente, en esta área peninsular, se produce un proceso especifico de neolitización, en general más tardío (en el sentido socioeconómico). Según la visión tradicional de Apellániz, se distinguen dos grupos culturales: a) Grupo de Santimamiñe. Asentamientos localizados en la montaña, en sectores de valles estrechos y profundos, al norte del país, cerca de la costa. b) Grupo de los Husos. Comprendería la divisoria de aguas y la fosa del Ebro, con valles anchos y pequeñas llanuras. Parte meridional del país, hasta el norte de la Meseta. En el primero es donde se documenta mejor el paso de una economía depredadora a la producción de alimentos, en forma de pastoreo.

La estratigrafía del yacimiento así lo muestra: nivel IIIc, Eneolítico; IIIb y IIIa, Neolítico con hojitas tipo Montbani, microlitos geométricos, domesticación de la oveja y presencia de cerámica; IV, nivel acerámico. El momento cuando se inicia la ocupación de la Cueva de los Husos (Husos I) corresponde al nivel IIIb fechado en el 3000 a.C. aproximadamente. Hay domesticación animal (cerdo, toro, cabra, ¿oveja?), cerámicas con formas ovoides abiertas, orejas de prensión en el borde, asas tuneliformes y decoración con impresiones punzantes. Esta fase, como se puede observar, sería contemporánea de otros periodos más avanzados en el resto de la Península (Neolítico Medio en Cataluña, Neolítico II del País Valenciano...). No existe documentación sobre las prácticas agrícolas. A pesar de estas referencias crono-estratigráficas, el único yacimiento que se atribuye a los inicios del Neolítico es el Abrigo del Montico de Charratu (Albaina, Alava), donde en la sucesión de los niveles III-IV se registra el paso de un nivel exclusivamente lítico a un nivel superior con cerámicas, así como el progresivo aumento de la microlitización. Otros datos aún más aislados y poco correlacionables con la dinámica general han servido a algunos autores para hablar de la presencia, en el País Vasco también, de un Neolítico precerámico o acerámico (por ejemplo, Kobeaga II y Arenaza I, ambas cavidades en Vizcaya) De todas formas, algunos yacimientos como el de la Cueva de Zatoya (Aburrea Alta, Navarra) muestran la importancia del substrato paleolítico y la progresiva geometrización de la industria lítica con la aparición, en última instancia, de la cerámica, sin cambios sustanciales en el sistema de subsistencia económica, basado continuadamente en la caza y la recolección. Su cronología abarca desde el X milenio al V-IV, con diversas discontinuidades ocupacionales. En último lugar, también se ha localizado una interesante ocupación plenamente neolítica en la Cueva de Abauntz (Arraiz). En la Meseta, al margen de alguna mención sobre el Neolítico de la región de Madrid - la Cueva del Aire y los dudosos fondos de cabaña dispersos en los valles del Manzanares y del Henares -, en todo caso poco claro, sólo al norte de este sector se conoce un yacimiento que nos haya aportado información significativa: se trata de la Cueva de la Vaquera (Torreiglesias, Segovia), donde se documenta la domesticación animal hacia el 3700 a.C.

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