Propuestas teóricas

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Renacimiento4

Desarrollo


En la obra de Alberti hay referencias a la Antigüedad, sobre todo a Vitruvio, cuyo modelo de ciudad ideal con una forma próxima al círculo, tendrá gran repercusión en la tratadística renacentista. Alberti no concebía la ciudad como una acumulación de episodios, sino que proponía una ciudad regular y unitaria, concebida casi como un gran escenario, en el que las rectas calles principales y la plaza estarían porticadas, siguiendo el modelo de los foros romanos. Siempre se ha resaltado, al estudiar el tratado de Alberti, el que éste defienda las calles curvas, pues parece un contrasentido cuando, por un lado, alaba también las calles rectas con pórticos y, por otro, nos encontramos en la cuna del urbanismo clásico de los siglos XVI y XVII, que hizo de las calles rectas uno de sus principios. Sin embargo, hay una razón estética en sus argumentos, pues escribe que las calles curvas -con curvas suaves, aclara- hacen que la ciudad parezca más grande y los efectos visuales más ricos, por lo cual son muy adecuadas para las pequeñas ciudades, siendo en cambio las rectas mejores para las grandes. Es de reseñar también la zonificación que propone de la ciudad. En algunos aspectos no rompe con lo que había sido la ciudad medieval, puesto que por ejemplo se refiere a una zona cultivable dentro de las murallas y a barrios para residencia de nobles, como en la Edad Media. En la creación de zonas que respondieran a distintas funciones en la ciudad, proponía que las tiendas estuvieran cerca del foro, con mercados distintos para los distintos productos, dándose un progresivo alejamiento del centro en función de la suciedad y olores que produjeran, pues el tema de la higiene, lo mismo que el del abastecimiento de agua o el de las comunicaciones eran también tenidos en cuenta en el diseño de la nueva ciudad.

Si para Alberti determinadas formas urbanas podían corresponderse a formas políticas, Antonio Averlino, llamado Filarete, consagró el papel del mecenas al llamar Sforzinda a la ciudad de su tratado en honor de Francesco Sforza. Filarete, escultor y arquitecto que realizó obras en Milán al servicio de los Sforza, redactó en esa corte su tratado entre los años 1458 y 1464, pero esta obra no se publicó hasta fines del siglo XIX. A pesar de ello fue un texto conocido y el hecho de que por ejemplo Vasari considerara absurdas las propuestas de Filarete nos puede indicar tanto una evolución del gusto arquitectónico como el hecho de la difusión y conocimiento por parte de algunos artistas de la Sforzinda de Filarete. Comenzando por la planta, la ciudad combina las dos formas perfectas del círculo y el cuadrado, pues un círculo envuelve una planta estrellada fruto de la rotación de dos cuadrados. La elucubración sobre si se trataría de un doble perímetro amurallado no impide la consideración de que quizás Filarete quiso que la racionalización que la geometría introduce en el proyecto fuera precisamente la que generara desde su origen la ciudad de Storzinda. Es una ciudad perfectamente realizable si nos atenemos a la planta y la zonificación funcional, pues lo que ha convertido a Fílarete para muchos en un soñador bastante extravagante es más bien el alzado que propone de los distintos edificios: en ellos podemos ver una arquitectura fantástica, que combina paramentos lisos con zonas profusamente decoradas y que a veces puede parecer sacada de un sueño nórdico, extraño a la serenidad clásica.

Sin embargo, en otras ocasiones, como en su proyecto de palacio veneciano, la arquitectura responde a una realidad, lo mismo que el proyecto de hospital, o los canales de la ciudad, como los que existían en el ducado de Milán y, sobre todo, en Venecia. Concretando ya en qué consistía, en tanto que propuesta urbana, la ciudad de Sforzinda, encontramos que la plaza es el elemento que articula el entramado urbano. Propone una plaza principal, con la catedral y el palacio como centro cívico y una serie de plazas secundarias en lomo a la principal dedicadas al comercio, que recuerdan sistemas urbanos medievales. En las calles que acabarían en las torres irían iglesias parroquiales y en las que se dirigían a las puertas, mercados especializados. De hecho se ha apuntado que un tema no resuelto por Filarete es el de cómo insertar en un sistema radial de calles el trazado ortogonal de las plazas. Al igual que Alberti, de quien hace grandes alabanzas -"in geometría e in altre scienze intendentissimo", dice de él- se plantea las funciones de la ciudad y de sus edificios. Así por ejemplo, como hemos visto, diferencia las zonas comerciales del centro representativo, que es la plaza mayor, sitúa el teatro y el hospital en un extremo de la ciudad, se refiere a la prisión, a la casa de la moneda, al prostíbulo... y, al indicar los edificios de las plazas y su función, nos aproxima a la realidad de una ciudad pensada a la medida del hombre. El tercer artista que emprendió la tarea de elaborar un proyecto de ciudad fue el sienés Francesco di Giorgio Martini, cuya obra -Trattati di architettura, ingegneria e arte militare- escrita probablemente después de 1482, no fue publicada tampoco hasta el siglo XIX.

Además de arquitecto e ingeniero, fue también pintor y escultor, y a él se ha atribuido la perspectiva urbana que se conserva en Urbino, en la que se aprecian arquetipos urbanos de lo que fue la ciudad ideal en el Quattrocento: el templo de planta central y la plaza con pórticos alrededor. En su tratado, la plaza se convierte otra vez en protagonista de la nueva ciudad. Al ser un tratado imbuido de antropomorfismo -en palabras del autor, teniendo la ciudad razón, medida y forma del cuerpo humano la plaza resultaría ser el ombligo de la ciudad. Incluso en algunos estudios para edificios, como el que hace de una basílica, se plantea todo el desarrollo tomando como punto de partida el cuerpo humano. También se plantea una cierta zonificación de la ciudad según las funciones y así, además de la plaza principal con soportales, en la que se colocaría el palacio (de la catedral dice que se debe poder ver bien desde toda la ciudad) habría una plaza para mercado y otra para aduana, almacenes, etc., por otra parte indica que el prostíbulo y las tabernas deben estar alejados del centro. Quizá lo más novedoso de este tratado sea la importancia que adquiere en el diseño de la ciudad el tema de la fortificación. No es extraño esto en un técnico militar e ingeniero como fue Francesco di Giorgio que, además de asesorar a príncipes en la materia, construyó obras de fortificación en distintos lugares. Con su tratado inició una trayectoria que se desarrollaría plenamente en el XVI con las tipologías urbanas de las ciudades fortificadas.

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