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En el siglo XIX, Asia, el continente más extenso del mundo, carecía en buena parte de Estados sólidos con un poder fuerte. Oceanía estaba prácticamente despoblada. Los europeos van a aprovechar estas circunstancias. La gran potencia europea limítrofe con Asia era Rusia. Había estado a la ofensiva durante toda la Edad Moderna y esta actitud siguió en el siglo XIX. La región en que se realizaron los mayores avances hasta 1880 fue la que se extendía hacia el sur en Asia Central. Esta región se hallaba ocupada en parte por pueblos primitivos, algunos sedentarios y agrícolas y otros nómadas. No eran numerosos ni contaban con una organización moderna. Poco antes de 1870, entre los nómadas, los kazaks, apenas llegaban a 2.500.000, los kirguises y turkmenistanos no pasaban de 300.000. Algunos de los pueblos sedentarios tenían una población algo mayor: los uzbekos, probablemente, sumaban 3.500.000. Entre estos pueblos sedentarios estaban quienes podían lisonjearse de un pasado más glorioso. En todo caso, en el siglo XIX se asentaban sobre una pobre sociedad agrícola. Sus casas eran chozas de barro, a veces cerca de las ruinas de los palacios de las antiguas civilizaciones, como Samarkanda en Uzbekistán. La expansión rusa en Asia Central no importaba demasiado a las potencias europeas, salvo a los británicos en cuanto que el avance se acercaba a la India. Especialmente, Gran Bretaña se preocupó por el avance a comienzos de los años setenta a lo largo de la costa oriental del mar Caspio, en dirección hacia Persia y más al Este hacia Afganistán.

El zar Alejandro II y su canciller, Gorchakov, no deseaban suscitar los recelos de Gran Bretaña, pero eran incapaces de controlar por completo a los militares y hombres de negocios que en Rusia deseaban la expansión, por otra parte relativamente fácil. En 1874 se estableció un distrito militar Transcaspiano. Gran Bretaña reaccionó con el afianzamiento de su posición en un territorio como Afganistán que, si bien carecía de interés comercial, constituía una enorme barrera para la protección de la India. Rusia, a finales de los años ochenta, había casi terminado su conquista de nuevos territorios en Asia Central pero aún le quedaba la enorme tarea de poseerla efectivamente, conocerla, organizarla y explotarla, a lo que dedicó sus principales esfuerzos en las décadas finales del siglo XIX y primeras del XX. La gran potencia europea en Asia será Gran Bretaña. Es el único país que, en la primera mitad del siglo XIX, tiene un imperio colonial. Desde el punto de vista comercial, posee una cadena de escalas conquistadas, la mayoría a franceses, holandeses y españoles durante los siglos XVII y XIX. En el Mediterráneo, las islas Jónicas, Malta y Gibraltar que cierra el paso del Mediterráneo y además es pieza clave en la ruta hacia India, junto con Santa Elena, El Cabo, isla Mauricio, Adén, Ceilán. En la ruta a China se completan las bases con Singapur y Hong-Kong. La mayoría de estos enclaves son pequeños territorios que precisamente en la terminología imperial británica son denominados "colonias".

Los "dominios", a diferencia de las colonias, eran extensos territorios, algunos de ellos de escasa población nativa, que se dedicaban fundamentalmente a la explotación económica y a la expansión demográfica. Aunque la presencia británica se remontaba en algunos de estos territorios a siglos anteriores, será en el XIX y, especialmente, en el período que va desde 1860 a 1902 cuando se produce la gran expansión interior y su conversión en lo que en terminología común llamamos colonias. Como zonas de asentamiento de excedentes demográficos, hay que señalar fundamentalmente en estos continentes Australia y Nueva Zelanda. Entre las colonias de explotación, hay que destacar sobre todo la India. En la gran etapa colonial de finales del siglo XIX, Inglaterra aumenta sus posesiones mediante el total dominio de la India (administrada desde 1777 por la Compañía de las Indias Orientales), que se aísla de otras colonias europeas con Estados tapones: protectorados de Cachemira (actualmente un Estado de la India), Beluchistán (actualmente parte de Pakistán), Afganistán y Birmania. Entre 1870 y 1890 se completa la ocupación de una extensa área que corresponde al subcontinente indostánico. La India, con sus casi 5.000.000 de km2 y 300.000.000 de habitantes, constituía un Imperio por sí misma. Desde mediados del siglo XIX, se sustituye la administración de la Compañía de Las Indias por la directa de la Metrópoli. Además de algodón, suministra a Gran Bretaña yute, trigo, aceite, té y minerales.

De ella obtiene materias primas a bajo precio. El algodón de la India juega un papel creciente en la economía británica. Ya desde la segunda mitad del siglo XIX surgen revueltas nacionalistas, como la de los Cipayos en 1857, que tardó dos años en ser dominada. Será a partir de entonces cuando la Corona británica asume la administración directa del territorio. En 1885 nace el partido político nacionalista "El Congreso Nacional Indio" que solicita la conversión en dominio, tomando como modelo a Canadá. Inglaterra se resistió a perder el control fundamental de la India, pero concedió a jefes indígenas la administración local. En Asia la presencia británica se completa con la ocupación de Malasia, donde ya existía la base de Singapur, y parte de Borneo. Francia se encontraba en el Lejano Oriente (Cochinchina y Camboya) desde los años sesenta del siglo XIX. En la década de los ochenta se produce un nuevo ímpetu para la ocupación de nuevas zonas del actual Vietnam (entonces Annam y Tonkín) que, después de duros y difíciles combates con los annamitas apoyados indirectamente por China, pasan a ser protectorados franceses. La situación llevó a un enfrentamiento, sin declaración formal de guerra, con la propia China. La mediación del británico sir Robert Hart, inspector general de Aduanas en China, fue decisiva para que se firmara, en 1885, un protocolo entre Francia y China por el que se confirmaba el Tratado de Tientsin de 1884 mediante el cual China abandonaba Tonkín y reconocía el protectorado de Annam.

Jules Ferry actuaba por razones económicas y de prestigio. La ocupación un año más tarde de Birmania por Inglaterra no es ajena a la actitud francesa, que amenazaba la hegemonía británica. La respuesta de Francia fue el afianzamiento, desde 1887, en Laos, que pasó a convertirse en protectorado desde 1893. Así pues, el bloque de los actuales Vietnam, Laos y Camboya estaban bajo dominio francés antes de terminar la centuria. Una nueva Europa creada en América, los Estados Unidos, cuando a finales del siglo XIX ha terminado su expansión en el Oeste y ha llegado a la fachada pacífica, adquiere conciencia de sus intereses en el Océano Pacifico, que abarca buena parte de Asia y Oceanía. Desde mediados de la década de los setenta, la islas Hawaii se encuentran bajo su protección, que termina con la anexión en 1898. Ese mismo año lo hicieron con otras islas, las Filipinas y Guam. Actitudes que manifiestan claramente la intención norteamericana de participar en el Pacifico en confrontación con otros imperialismos. Cuatro países europeos -Rusia, Gran Bretaña, Francia y Holanda- y Estados Unidos se disputan un continente frente a los dos grandes países asiáticos: China y Japón.

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