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Datos principales


Rango

América borbónica

Desarrollo


El siglo de las luces trajo el nacimiento del periodismo hispanoamericano. Fue un periodismo culto, dirigido a las minorías intelectuales, lo que hizo difícil su sostenimiento, dado lo exiguo de tales minorías. De aquí que frecuentemente se produjeran quiebras y cierres de las publicaciones. Infatigablemente volvían a abrirse otras nuevas, y con mayores bríos. Lugar destacado ocuparon las gacetas, con noticias de Europa y América y relaciones del movimiento comercial. La primera que aparece es la Gazeta de México y Noticias de la Nueva España que duró seis meses del año 1722. En 1728 salió otra Gazeta de México, interrumpida en 1739 y transformada al año siguiente en el Mercurio de México, que murió dos años después. En 1768 surgió otra Gaceta de México. La Gazeta de Guatemala apareció en 1729 y murió en 1731. La de Lima se publicó desde 1743 a 1767 con carácter bimensual y volvió a surgir en 1793, llegando ya hasta 1804. La Gaceta de La Habana salió en 1764 y duró dos años, renaciendo en 1782. La de Santa Fe de Bogotá apareció en 1785 y publicó sólo tres números. Existían además otras muchas publicaciones periódicas. En México vio la luz el Diario literario (1786), de breve duración, y el Mercurio Volante (1772-73), que trataba de física, medicina, etc. En Lima la Sociedad de Amantes del País fundó el Mercurio Peruano (1791-95), uno de los mejores. Tras su cierre apareció el Semanario Crítico. La Habana tuvo El Pensador y El Papel Periódico Ilustrado, fundado en 1790, que duró hasta 1804 y tuvo enorme repercusión.

En Santa Fe de Bogotá apareció otro semanario excelente que fue el Papel Periódico y duró bastantes años (desde 1791 hasta 1797). Cuando desapareció, le sustituyeron El Correo Curioso, Erudito, Económico y Mercantil de la Ciudad de Santa Fe de Bogotá (1801), El Redactor Americano, en 1806 y, finalmente, la publicación mensual El Alternativo del Redactor Americano, que llegó hasta 1809. Quito tuvo un periódico de corta duración que fue Primicias de la Cultura de Quito. Salió en 1792 y sólo alcanzó a publicar siete números. El primer periódico de Buenos Aires surgió en 1801 y fue el Telégrafo Mercantil, Rural, Político, Económico e Historiográfico del Río de la Plata. Fue suspendido por el Virrey, que lo consideró subversivo, y le sustituyó en 1802 el Semanario de Agricultura, Industria y Comercio, que se publicó hasta 1807. Asimismo, vieron la luz otros periódicos en Veracruz, Guadalajara, Santiago de Cuba, Puerto Rico y Montevideo. El primer diario hispanoamericano salió en Lima y se llamó Diario de América. Se fundó en 1790, pero no pudo sobrevivir más de dos años. Su equivalente el Diario de México se publicó desde 1805 hasta 1817. Junto con el periodismo airearon las nuevas ideas los libros importados y la propaganda revolucionaria. A lo largo del siglo se llevaron a Hispanoamérica toda clase de libros españoles y extranjeros. Los inventarios de las bibliotecas demuestran que se leía de todo y a todos; Voltaire, Lope de Vega, Montesquieu, Calderón, Rousseau, Locke, Moliére, Hume, etc.

Había buenas bibliotecas privadas y excelentes en las universidades, sobre todo en las jesuitas. Manuel del Socorro Rodríguez fundó la Biblioteca Real de Bogotá con los libros incautados a la Compañía después de su expulsión. América recibió un gran impulso cultural gracias a la Ilustración que llegó por dos vías: la española y la francoinglesa. De la Ilustración española (en la que la verdad revelada en el Evangelio estaba por encima de la razón) cabe resaltar el influjo de la obra del padre Feijóo (1701-63), especialmente su Teatro crítico universal y sus Cartas eruditas. Los franceses e ingleses introdujeron el pensamiento ilustrado, el racionalismo y el enciclopedismo. La Corona no se preocupó de cortar, ni de perseguir este movimiento de libros hasta que no se proclamó la República francesa. Fue entonces cuando intervino la Inquisición, pero ya era muy tarde (década de los noventa) y los filósofos franceses eran archiconocidos. Pese a esto, y quizá por ello, siguieron circulando, así como escritos de Thomas Paine, Washington, Jefferson, John Adams y traducciones de la "Constitución" y de la "Declaración de Independencia" y propaganda revolucionaria de la Francia republicana. Nariño consiguió un ejemplar de "Los derechos del Hombre y del Ciudadano" de un amigo suyo que era guardia de corps del virrey y mandó traducirlo, repartiendo tres o cuatro ejemplares.

Los buques ingleses introducían propaganda republicana (Depons encontró un vendedor callejero de Cumaná que vendía su fruta envuelta en "Los derechos del hombre" -en francés- que había llevado allí un buque inglés desde Trinidad). Que esta propaganda indujera a los criollos a intentar una revolución de modelo francés es otra cosa muy distinta y bastante dudosa. Los criollos detentaban el poder económico y deseaban administrar sus países de origen, pero no tenían ningún interés en ver subvertido el orden social del que ellos se beneficiaban. Las ideas de igualdad, libertad y fraternidad humanas habían producido una triste experiencia en Saint-Domingue y algunas rebeliones de esclavos en Tierra Firme contra las que reaccionaron con hostilidad. El mismo intento republicano de Gual y España (rebotado del de Picornell en España) tuvo poquísimos seguidores, lo que permitió abortarlo fácilmente. Cuando Miranda intentó, posteriormente, realizar su campaña libertadora de corte profrancés en Coro (1806) se quedó solo. De aquí que, en 1810, dijera con amargura a Bolívar en Londres que los criollos venezolanos no querían la independencia. Los criollos mexicanos le volvieron la espalda al cura Hidalgo cuando más lo necesitaba. El criollismo quería una transición política pacífica (fue lo que intentó) para apoderarse del gobierno colonial, suplantando al español, no para realizar una revolución social de inspiración francesa en la que los negros y las castas fueran sus hermanos e iguales.

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