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A finales del siglo XV la mayor parte de los sectores privilegiados del Occidente europeo se sometieron a la autoridad monárquica. La necesidad de garantizarse el predominio socio-económico (en Castilla), la búsqueda de paz y seguridad tras largas y destructivas guerras (en Francia e Inglaterra), la posibilidad de aprovechar un periodo económico expansivo (en Portugal, por ejemplo) o el fracaso de la rebelión armada contra la monarquía (en Cataluña) son algunas de las razones que explican la supremacía de las monarquías occidentales a finales del Medievo. Mientras en Inglaterra la nobleza quedó diezmada y debilitada por la guerra civil y en Francia fue dominada por la monarquía, la nobleza hispánica mantuvo su posición hegemónica. La monarquía controló el poder político, pero no modificó este predominio nobiliario (el régimen pactista y estamental en Aragón y Navarra, el dominio socio-económico en Castilla). La alianza monarquía-nobleza confirmada por los Reyes Católicos explica la estructura social profundamente aristocratizante que lastrará la evolución histórica de los reinos hispánicos durante la Época Moderna. El clero experimentó un proceso de nacionalización que se tradujo en recortes a las inmunidades judicial y fiscal del clero, toma de rentas eclesiásticas, un mayor control real de las universidades, acuerdos con el Papado (1417-1516), tendencia al rechazo de extranjeros y un progresivo acoplamiento de las estructuras eclesiásticas y estatales.

En este aspecto el reinado de los Reyes Católicos tuvo tres ejes fundamentales: el control regio de las poderosas órdenes militares -Calatrava (1485), Santiago (1493) y Alcántara (1498)- con anuencia del Papado (incorporación definitiva en 1523); la creación de la Inquisición (1478) contra el problema converso como un eficaz instrumento regio de unificación interior; y la reforma del clero, protagonizada por el franciscano cardenal Cisneros, uno de los pilares de la futura posición de la España Moderna como baluarte de la ortodoxia católica. Derivadas del deber feudovasallático de aconsejar (consilium) y ayudar militar y económicamente al monarca (auxilium), las asambleas representativas -Parlamento, Estados Generales, Cortes, Corts- eran formadas por diputados o procuradores de las ciudades y representantes de la nobleza y el clero (no siempre). Como representación del reino cobraron mayor sentido durante la Baja Edad Media. Su función era conceder ayudas económicas al rey (impuestos directos) a cambio de la solución de las quejas presentadas al monarca durante su celebración. El fortalecimiento del poder real, el desentendimiento de nobleza y clero (libres de impuestos y vinculados directamente a la Corona) y, sobre todo, la mayor seguridad financiera de los reyes explican la decadencia de las asambleas durante el siglo XV. Aunque hacia 1500 se habían convertido en meros instrumentos del poder real, el concepto medieval de representación política que encarnaban las asambleas representativas fue heredado por el futuro pensamiento político europeo.

Como era costumbre, los Reyes Católicos tomaron sus decisiones más importantes en reuniones de Cortes -Madrigal (1476) y Toledo (1480)-, pero también aceleraron su decadencia. La reducción del numero de ciudades representadas a 17, el alejamiento de nobleza y clero y el creciente intervencionismo regio redujeron enormemente su papel político, aunque rebrotaran en momentos de crisis (1506 y 1520). En Cataluña se consolidó el sistema pactista, afianzándose las Corts como reducto conservador "medieval" y como símbolo en la conciencia colectiva. Las ciudades, representadas en las asambleas, eran el principal soporte financiero de la Corona. Adquirieron madurez política a finales del siglo XIII, pero durante la Baja Edad Media sufrieron un debilitamiento debido a un proceso de aristocratización y a las injerencias del poder real (sistema de corregidores en Castilla; sistema de insaculación en Aragón desde 1427; predominio real en Francia desde el reinado de Luis XI). A finales del siglo XV las burguesías urbanas de toda Europa admitieron el autoritarismo monárquico como garantía de orden y prosperidad. En las Cortes de Madrigal de las Altas Torres (1476) los Reyes Católicos impusieron la autoridad monárquica sobre las ciudades de realengo mediante dos importantes medidas: la creación de la Santa Hermandad, organización paramilitar inspirada en las hermandades medievales que aseguró la paz interior y la centralización regia; y la generalización e imposición del régimen de corregidores en ciudades y villas como paso clave en el fortalecimiento regio.

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