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Rango

Vida cotidiana

Desarrollo


El discurso oficial de la Iglesia sobre el papel de la mujer influirá en buena parte de la relación entre la mujer y la religión durante la Edad Media. La virginidad será exaltada en numerosos sermones al tiempo que se valoraba la renuncia al matrimonio carnal para enlazarse con Dios a través del ingreso en un convento. Un buen número de mujeres ingresaron en conventos como si de una válvula de escape se tratara, alejándose así de matrimonios impuestos o de regresos indeseados a núcleos familiares tras enviudar. De alguna manera, la entrada en un convento venía a recoger la rebeldía de las mujeres en algunos campos y expresar su voluntad -limitada, eso sí- eligiendo una vida acorde con sus deseos. En los monasterios encontramos numerosas mujeres ejemplares como Hildegard de Bingen, santa Clara, santa Catalina de Siena o santa Isabel de Portugal. No en balde, hasta el siglo XII todas las mujeres canonizadas por la Iglesia fueron abadesas o monjas. Si embargo, también debemos admitir que no todas las mujeres que entraban en el convento lo hacían por vocación. Un buen número de jóvenes eran donadas a los conventos por sus padres en los testamentos al tiempo que numerosas viudas los escogían como retiro. Esto motivaría cierto libertinaje en algunos conventos, convirtiéndose en focos de vida licenciosa. Desde el siglo XII encontramos algunas mujeres que adoptan formas de vida religiosa alejadas del convento. Es el caso de Christina de Markyate en el siglo XII al huir de un matrimonio no deseado y su estancia de por vida en una ermita donde tendrá algunas visiones.

En los siglos XIV y XV se desarrollará el fenómeno de las emparedadas, mujeres que se introducían en una celda cuya puerta era tapiada. También se encuentran grupos de mujeres que participaron en las órdenes mendicantes como terciarias. Algunas mujeres medievales no se conformaban con la religión tradicional y buscaban nuevos caminos como el misticismo. Las místicas buscan la fusión con la Divinidad a través de la negación de su propia voluntad. Esta fusión elimina a los intermediarios y contacta de manera directa al individuo con Dios. Las experiencias místicas medievales son muy numerosas pudiendo citar a Margarita de Ypres, Beatriz de Nazaret, Angela de Foligno o Catalina de Siena como ejemplos del misticismo entendido como una relación de amor humano y posesión. Estas místicas medievales reivindican su derecho a amar a Dios sin intermediarios y ser amadas por El del mismo modo. Las nuevas experiencias espirituales llevaron a un buen número de mujeres a abrazar las herejías medievales en las que se anunciaba la llegada del Espíritu Santo, el fin del mundo, la posibilidad de alcanzar la perfección o la igualdad ante el hombre. De alguna manera una libertad de expresión que rompía con la rigidez de la Iglesia ortodoxa y que llevará a numerosas mujeres a la hoguera víctimas de la Inquisición.

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