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Francia

Desarrollo


Ya antes de la muerte de Luis XIV pueden percibirse nuevos aires en el arte francés. Desde los últimos años del siglo XVII hotêls y châteaux empiezan a manifestar tímidamente un alejamiento del sentido monumental, un paulatino cambio del gusto que quedará definitivamente fijado durante la Regencia.Los cambios en la arquitectura llegan a la par que los producidos en las ideas y costumbres, aunque es conveniente señalar que esto se produce en el ámbito restringido de una parte de la sociedad esencialmente parisina. Una sociedad que huye de la austeridad y de la opresiva etiqueta del agonizante Versalles y se reorganiza en los hôtels de la capital y en las casas de recreo de sus alrededores. Muchos años después el anciano Jacques François Blondel en su "Curso de Arquitectura" (1771) denuncia los caprichos de la moda, "fuente de todas las vicisitudes del arte", y los califica como arquitectura frívola y licenciosa.Al exterior suelen distribuirse las construcciones en dos pisos simétricos, se baja la altura de las mansardas de pizarra y se tiende a abandonar el ladrillo en favor de la piedra. Salvo en aquellos edificios en que se pretende dar un signo de especial importancia, se suprimen los órdenes, las grandes columnas en las fachadas, si bien es cierto que se disponen tan bien articuladas y proporcionadas que sin ninguna violencia podrían encajarse aquellas a posteriori.Sin embargo, la nota fundamental de esta nueva arquitectura reside en la neta distinción entre el interior y el exterior, por otra parte lógico en una sociedad respetuosa con las costumbres en la vía pública, pero liberada en su vida privada.

La distribución de los interiores viene determinada por la específica diferenciación de las funciones y fines del edificio, lo que los contemporáneos llaman convenance. Los principales tratados de la primera mitad del siglo XVIII se consagran a la distribución y a la decoración de los interiores. El "Cours d'architecture" de D'Aviler, publicado en 1691, se enriquece en su edición de 1710 con un suplemento de Le Blond sobre esta cuestión. Gilles Tiercelet publica en 1728 su "Architecture moderne ou l'art de bâtir pour toutes sortes de personnes" y la primera publicación de J. F. Blondel de 1737 se titula "De la distribution des maisons de plaisance et de la décoration des édifices en général". En el mismo sentido escribe Charles-Etienne Briseux en 1743 el "Art de bâtir des maisons de campagne oú l'on traite de leurs distribution, de leur construction et de leur décoration".La transformación más importante afecta a la manera de disponer las paredes divisorias. La estructuración en pabellones permite el reagrupamiento de los espacios, frente a las enfilades, espectacular colocación en hilera de las habitaciones, una detrás de la otra, habituales en la época de Luis XIV; espectaculares sí, pero no cómodas. Los interiores del siglo XVIII no ganan en belleza sino en confort y en intimidad. Las piezas se hacen más pequeñas, más agradables y más prácticas y cada una consigue su autonomía y se adapta a su función.Son notables los adelantos que tienen lugar en el campo de la higiene y la climatización: se multiplican los cuartos de baños, los cabinet de toilette (tocadores), los depósitos de agua, se hacen los primeros ensayos de refrigeración, se perfecciona el tiro de las chimeneas y se adopta la estufa a la alemana que produce un calor más regular y que, al permitir su carga por detrás abierta a un cuarto de servicio, reduce el continuo trasiego de la servidumbre por las habitaciones principales.

Aparecen las persiennes, contraventanas exteriores que sustituyen a los postigos interiores, contemporáneas de las "Lettres persanes" de Montesquieu, y los excusados a la inglesa con válvula que evita los olores, de las mismas fechas que las "Lettres anglaises" de Voltaire.Indudablemente otro aspecto esencial y el más manifiesto de esta arquitectura radica en la decoración interior, hasta el punto de ser su principal motivo ornamental, la rocalla, la que ha originado el término Rococó. A la decoración y a los decoradores dedico luego un específico apartado.Por último, no puedo dejar de aludir a un fenómeno generalizado en todas las artes del momento; me estoy refiriendo al protagonismo de la luz. El Siglo de las Luces evita las sombras y considera el colmo del mal gusto los espacios oscuros, hasta el punto de que algunas vidrieras góticas se destruyen para dejar pasar la claridad. En la planta baja de los edificios se impone la puerta-ventana que además de permitir la entrada de más luz, ésta lo hace desde el suelo, evitando por lo regular los puntos luminosos desde arriba. Favorecen esta impresión los interiores pintados de blanco o colores difuminados (rosa, azules o amarillos claros) y la utilización del dorado y los espejos que potencian sus efectos. La luz artificial se dispone en apliques en la pared, candelabros y lámparas, pero colgados a una no excesiva altura. El efecto general se enriquece además con nuevos y más ligeros tipos de muebles, sedas, porcelanas, artes suntuarias que adquieren un especial significado en la residencia del siglo XVIII.

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