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Imperios y unificaci

Desarrollo


Los años de mediados de siglo, en el Reino Unido, contemplaron la consolidación de una sociedad urbana e industrial. El censo de 1851 arrojaba, por primera vez, el dato de que más de la mitad de la población vivía en ciudades, que eran vistas como la plasmación de la nueva época de prosperidad que disfrutaba el país.Esas transformaciones se habían producido dentro de un proceso de crecimiento general de la población que llevó al Reino Unido desde los 27,4 millones de habitantes en 1851, hasta 31,4 millones en 1871. Las cifras significaban, desde luego, una ralentización del crecimiento con respecto a las cifras de los censos anteriores, pero esta situación cabía achacarla, fundamentalmente, a la grave crisis demográfica experimentada en Irlanda a consecuencia del hambre de mediados de los cuarenta, con sus secuelas de muertes y emigración. La tendencia de esta última se atenuó un tanto durante la década de los sesenta.El crecimiento se debió, fundamentalmente, a una elevada tasa de natalidad que fue posible porque la favorable evolución de los salarios hizo posible que se rebajara la edad de los matrimonios y aumentara el periodo de fertilidad de los mismos. El índice de natalidad estuvo en Inglaterra y Gales, hasta comienzos de los ochenta, por encima del 35.000 por 1.000, mientras que el de mortalidad osciló en torno al 22 por 1.000 y no comenzó a disminuir significativamente hasta mediados de la década de los setenta. Ese crecimiento de la población, y su progresivo asentamiento en las ciudades, tuvo una lógica correlación.

La población dedicada a la agricultura y a otras actividades primarias, que había sido ya desbordada por los trabajadores de la industria y las manufacturas en el censo de 1821, era ya triplicada por éstos en el censo de 1871, de acuerdo con las cifras proporcionadas por P. Deane y W. A. Cole. A esa hegemonía de los trabajadores industriales (44,2 por 100 de la población activa) había que sumar otro amplio grupo de los dedicados al comercio y al transporte. Ambos grupos habían ya establecido su hegemonía absoluta en el censo de 1861, confirmando al Reino Unido como un país de comerciantes y de industriales. Por esas fechas, de acuerdo con los cálculos de Paul Bairoch, todos los países de Europa contaban con más de un 40 por 100 de trabajadores agrícolas. De todas maneras, el crecimiento del sector industrial no estuvo en directa relación con el crecimiento de las grandes industrias. Lo normal siguió siendo el trabajo en pequeñas empresas, con escasas innovaciones tecnológicas y de maquinaria.El Reino Unido mantuvo durante aquellos años una situación hegemónica en cuanto a la producción minera e industrial, pero los avances fueron ya lentos, las innovaciones tecnológicas escasas y la competencia extranjera creciente. La crisis podía aparecer en cualquier momento en el horizonte. El crecimiento proporcional de Alemania fue mucho más considerable, en algunos de estos capítulos (carbón, hierro fundido) durante el periodo 1850-1870.La industria más tradicional, la textil, continuó su apabullante expansión, debida a las continuas innovaciones tecnológicas.

La producción de algodón, que casi venía duplicándose cada década desde comienzos de siglo, atenuó su crecimiento desde sus años centrales, pero no alcanzaría su cenit hasta la segunda década del siguiente. El aumento de la producción industrial se manifestó también en el registro y construcción de barcos mercantes, indispensables para el comercio internacional y costero. Hacia 1870 el Reino Unido contaba con casi 28.500 barcos, de los que algo más de 2.500 eran ya barcos de vapor, construidos en hierro. La proporción de éstos era mayor en cuanto al tonelaje ya que representaba la séptima parte del total de más de 5.300.000 toneladas registradas. Esta flota estuvo en permanente renovación con la construcción de nuevos barcos. Las cifras se empiezan a incrementar desde la década de los treinta y, en la de los sesenta, los nuevos barcos de vapor representaban ya más de un tercio del nuevo tonelaje construido. Hacia 1870 el Reino Unido contaba con una capacidad de flete equivalente a la del conjunto de los demás países.También contribuyó a la mejor circulación de mercancías el aumento de la red ferroviaria. Entre 1850 y 1870 se pasó de 6.000 a 13.000 millas de tendido, lo que permitió multiplicar por más de tres el volumen de los productos transportados. Más significativo aún fue el crecimiento del número de pasajeros y de envíos postales, que disfrutaron ahora de un servicio regular y eficiente. Así se desarrolló también un mercado, cada vez más variado, en el que proliferaron las pequeñas tiendas, junto a un sistema de cooperativas que se desarrolló, sobre todo, en los distritos mineros e industriales del Norte.

A finales del periodo que ahora nos ocupa empezaban a perfilarse los grandes almacenes y las empresas especializadas en la comercialización de productos de uso generalizado (tabaco, leche, carne).La vida económica adquirió también estabilidad con las mejoras del sistema bancario, especialmente después de la crisis de 1857, provocada por las actividades especuladoras y fraudulentas de algunos Bancos provinciales, y con el afianzamiento del papel del Banco de Inglaterra. El sistema pudo así resistir mejor las quiebras que se produjeron en los años siguientes (1866, Overend & Gurney). Las actividades financieras y de seguros comenzaron a ser un capítulo decisivo en el equilibrio de la balanza de pagos británica. Las inversiones exteriores, capítulo central del llamado comercio invisible, se cuatriplicaron entre 1850 y 1870, a la vez que buscaban una diversificación geográfica en los territorios coloniales y en el continente americano. Desde la supresión de las leyes protectoras contra la importación de cereales, en 1846, el Reino Unido se había convertido en una potencia impulsora del libre comercio y la presencia de Gladstone como canciller del Exchequer se tradujo en una decidida política librecambista. En 1853 se suprimirían los derechos aduaneros sobre el jabón y al año siguiente se levantaron las restricciones sobre la importación de azúcar, mientras que la eliminación de los derechos de aduana sobre el papel, en 1861, se produjo después de una dura lucha política, en la que estuvo en juego la posibilidad de abaratar la prensa y otras publicaciones. En ese sentido, la firma de un tratado franco-británico de libre comercio (Cobden-Chevalier) en 1860 marcó el punto de arranque de la victoria del librecambismo, ya que brindó el modelo de otros acuerdos que se firmarían en los años siguientes. A corto plazo, el acuerdo sirvió para doblar el volumen de las exportaciones entre ambos países. En su conjunto, el producto nacional creció un 75 por 100 en los veinte años posteriores a 1850, con medias anuales superiores al 3 por 100. El Reino Unido aparecía como el verdadero taller del mundo y, para sus habitantes, un ejemplo de lo que se podía conseguir con trabajo duro, libre competencia y vida sobria.

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