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América: problemas

Desarrollo


Obviamente, el desarrollo norteamericano no fue sólo la historia de un éxito dorado. La dureza de la lucha por la vida, las condiciones de miseria y explotación con que los trabajadores inmigrantes y autóctonos tuvieron que enfrentarse, hicieron que en muchas ocasiones el sueño americano fuera un engaño trágico (como en el caso de los inmigrantes lituanos en el brutal Chicago de mataderos y fábricas de productos cárnicos de la novela La jungla, de Upton Sinclair). El desarrollo regional no fue homogéneo. Los desequilibrios económicos entre los distintos Estados fueron inmensos, especialmente por lo que hizo al viejo Sur. En 1900, por ejemplo, la renta per cápita de los estados de esa región (Mississippi, Alabama, Georgia, Louisiana, Virginia, Carolina del Norte y del Sur, Tennessee) era en término medio la mitad de la de los estados del Norte: el analfabetismo y la pobreza eran allí altísimos, casi generales entre la población negra. De hecho, la reconstrucción del Sur tras la guerra civil estuvo llena de contradicciones y retrocesos. La abolición de la esclavitud no reportó beneficios tangibles a los negros. Muchos de ellos se transformaron en colonos y aparceros que explotaban tierras marginales de las antiguas plantaciones. El paulatino declinar del cultivo del algodón acabó, además, en un par de décadas con esa forma de economía. La inmensa mayoría de los negros tuvo que optar o por la emigración al Norte o al Oeste o por emplearse en los enclaves industriales que surgieron en el nuevo Sur: minas de hierro y carbón en Birmingham (Alabama), bauxita y fábricas de aluminio en Arkansas, grandes fábricas textiles, el nuevo, muy próspero y muy modernizado sector del tabaco, controlado por la American Tobacco Company de James B.

Duke. En total, unos 2 millones de negros abandonaron el Sur entre 1890 y 1920, la mayoría a los nuevos "ghettos" aparecidos en las zonas pobres de las grandes ciudades. Política y socialmente, la emancipación fue un espejismo. Desde la década de 1880, muchos estados del Sur lograron mediante discutibles expedientes técnicos y legales (como pago de impuestos, nivel de alfabetización, condiciones de residencia y similares) privar a miles de negros del derecho a voto e introducir nuevas formas de segregación, principalmente en escuelas, transportes públicos, hoteles, teatros y zonas de residencia. La discriminación de la población negra -8.833.000 en 1900, de ellos 90 por 100 en el Sur- fue sin duda el gran fracaso del desarrollo de Estados Unidos. Ello dio lugar a la aparición de distintos movimientos en defensa de la igualdad y los derechos civiles de los negros. Booker T. Washington (1856-1915), un antiguo esclavo que con enormes dificultades logró darse educación universitaria y prosperar socialmente, creó en 1881 el Instituto Universitario de Tuskegee (Alabama) para la educación técnica y profesional de los negros, y en discursos y publicaciones de amplia difusión, como Up from Slavery (1901), defendió la necesidad de una política gradualista y conciliadora como vía hacia la independencia económica de los negros y hacia su plena integración en la sociedad americana. Washington logró muy importantes apoyos financieros para el centro de Tuskegee y para otros proyectos similares, asesoró a los presidentes Theodore Roosevelt y Taft en materia legislativa relativa a los negros y logró que colaboradores suyos fueran nombrados para altos cargos administrativos y políticos.

Pero su línea moderada, que sin duda contribuyó a dar respetabilidad política y autoridad moral sin precedentes a la causa de la igualdad racial, no fue unánimemente aceptada por los activistas de color. W. E. B. Du Bois (1868-1963), nacido en Massachusetts, doctor por la universidad de Harvard, profesor en la de Atlanta, autor de Souls of Black Folk (1902) -una apología de la negritud y de las raíces africanas de los negros- impulsó un movimiento más radical que aspiraba a exigir mediante la lucha política y las movilizaciones sociales el cumplimiento riguroso de las exigencias constitucionales sobre la igualdad de derechos. Por su iniciativa se creó en 1900 el Movimiento del Niágara, que recogía las ideas mencionadas y luego, en 1909, la Asociación Nacional para el Avance de la Gente de Color (NAACP), en la que participaban también conocidos intelectuales blancos como John Dewey, el novelista William D. Howells o Jane Addams, asociación que llevó a cabo una intensa lucha legal, política y educativa en defensa de la igualdad civil. La movilización de los negros, que dio lugar a esporádicos conflictos raciales en distintas ciudades desde principios de siglo, provocó nuevas reacciones racistas. El Ku Klux Klan, la sociedad secreta creada en 1866 para mantener la supremacía de la raza blanca, reapareció en Georgia en 1915 y se extendió hacia el Oeste medio y Oregón: hacia mediados de los años veinte decía tener unos cuatro millones de afiliados.

La cuestión racial era sólo una manifestación -sin duda la más dramática- de un problema social más amplio. La publicación en 1879 del libro Progreso y pobreza del periodista californiano Henry George fue un verdadero revulsivo de la conciencia social norteamericana: puso de relieve cómo la evolución y el desarrollo del país parecían conllevar la acumulación de gigantescos enclaves de pobreza. Pronto se generalizó el uso de la significativa expresión "barones ladrones" para referirse a los grandes magnates de los ferrocarriles y de la industria. En 1894, el escritor Henry Demarest Lloyd publicó un libro-documento (Wealth Against Commonwealth, La riqueza contra la comunidad) en el que denunciaba a la Standard Oil de Rockefeller como prototipo del poder monopolista que, según el autor, controlaba la vida norteamericana (ignorando, sin embargo, la inmensa labor filantrópica que Rockefeller había empezado a realizar: en 1891, fundó la Universidad de Chicago y luego dedicó parte de su inmensa fortuna al desarrollo de la medicina y a la promoción de la cultura). Poco después, en 1899, el economista Thornstein Veblen atacó en su libro La teoría de la clase ociosa el carácter parasitario y anti-social que, en su opinión, definía al gran capital norteamericano. Todo ello eran síntomas de las divisiones y tensiones sociales que habían ido cristalizando en el interior de la sociedad norteamericana. Las demandas laborales de los trabajadores industriales dieron lugar pronto a conflictos y huelgas, algunas de ellas de extremada violencia, resultado de la dureza y competitividad de la sociedad americana y también de los sentimientos de frustración e injusticia generados por las diferencias sociales a causa del crecimiento económico.

Algunos de aquellos conflictos conmocionaron la vida pública. En 1877, hubo violentos incidentes en Pittsburgh, Baltimore, Chicago y otras ciudades en protesta por los recortes salariales impuestos por las compañías de ferrocarriles: 9 personas murieron en Baltimore y 19 en Chicago en choques o con la policía o con la milicia estatal. Desde 1882, los obreros de Nueva York celebraron con una gran manifestación el día 5 de septiembre como la fiesta del trabajo, festividad legalizada desde 1887. Unos 100.000 trabajadores fueron a la huelga en todo el país a partir del 1 de mayo de 1886 en demanda de la jornada de 8 horas: la explosión de una bomba en una plaza de Chicago mató a 8 policías e hirió a otros 60; 4 anarquistas fueron ahorcados meses después como presuntos responsables. Una gran huelga, también sembrada de incidentes sangrientos y violentos, paralizó las siderurgias de Carnegie en 1892: 20 trabajadores de la planta de Homestead (Pensilvania) murieron al enfrentarse con detectives de la agencia Pinkerton contratados por la empresa para mantener el orden. En 1894 se produjo una huelga general de ferroviarios en apoyo de la huelga de la empresa Pullman contra rebajas salariales: 2 trabajadores murieron en enfrentamientos con las tropas federales en Illinois. La depresión de 1893 hizo que el número de parados se elevara a casi 3 millones: tropas federales disolvieron con contundencia algunas de sus manifestaciones. En total, el número de huelgas y "lockouts" patronales entre 1883 y 1900 se elevó a 23.

800. La tensión, además, no remitió. En 1902, hubo una enconada y larga huelga en la minería del carbón en demanda de la reducción de la jornada laboral y del reconocimiento de los sindicatos. Trece personas -mujeres y niños- murieron a manos de la milicia del Estado de Colorado en la localidad minera de Ludlow en el curso de otra huelga en 1913. La organización sindical de los trabajadores comenzó pronto. En 1869, se creó la primera gran central sindical de carácter nacional, los Caballeros del Trabajo, que protagonizaron gran parte de la actividad huelguística de las décadas de 1870 y 1880 y que en su mejor momento llegaron a los 700.000 afiliados. Pero la organización, basada principalmente en artesanos y obreros cualificados, declinó rapidísimamente tras la reacción antisindical que se produjo en el país tras el atentado de Chicago de 1886 antes mencionado. A finales de ese mismo año se creó en Columbus (Ohio) la Federación Americana del Trabajo, otra gran sindical que, bajo el liderazgo indiscutido de Samuel Gompers (1850-1924), inglés de nacimiento, inmigrante, obrero de una fábrica de tabacos, dio un giro decisivo al movimiento obrero norteamericano: la Federación renunció a reivindicaciones de naturaleza política -en las elecciones se limitó a recomendar el voto al partido que mejor defendiese los intereses de los sindicatos- y concentró su actividad, que pudo ser de extraordinaria dureza y radicalidad, en la negociación colectiva de salarios y condiciones de trabajo.

Hacia 1900 tenía ya medio millón de afiliados; en 1914, unos 2 millones. El carácter y significación de la Federación Americana del Trabajo -muchos de cuyos líderes fueron en política conservadores si no reaccionarios- fue una de las causas de que los partidos políticos de la clase obrera no tuvieran en los Estados Unidos el mismo desarrollo que en Europa. En 1905, algunos sindicatos opuestos a la Federación crearon la organización Trabajadores Industriales del Mundo (IWW, según las siglas del nombre en inglés, los "wooblies" como se les conoció popularmente), organismo radical de ideología próxima al sindicalismo revolucionario que protagonizó huelgas y conflictos sociales de gran violencia en los años 1908-1914. Llegó a tener unos 100.000 afiliados en 1914. Pero su influencia disminuyó durante la I Guerra Mundial -por su oposición a la entrada de Estados Unidos en la misma- y no sobrevivió a las polémicas ideológicas de la postguerra.

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