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Datos principales


Rango

Bizancio

Desarrollo


Inicialmente fue una colonia megarense fundada en el año 658 a. C., un pequeño establecimiento de interés estratégico que recibió el nombre de Bizancio. Las murallas protegían tan sólo la primera de las colinas de la península -lo que hoy es el recinto del palacio de Topkapi y, a sus pies, probablemente la zona ocupada por Santa Sofía y allí se apiñaba el pequeño caserío en tomo a los distintos santuarios. Volvió a crecer con Septimio Severo quien, después de arrasarla por haber apoyado al usurpador Pescenio Nigro, decidió reconstruirla. La nueva urbe nació como una verdadera colonia de Roma, semejante a asentamientos como Leptis Magna en Africa o muchas colonias occidentales. El recinto amurallado duplicó el de la inicial Bizancio y su interior quedó orgánicamente distribuido, con sus grandes edificios públicos de carácter imperial. En el centro, en lo que fue la explanada ante la puerta de la ciudad griega, se colocó el ágora, llamada por su columnata Tetrastoon -la plaza actual del Sultanahmet, delante de Santa Sofía- y en torno a ella se desarrolló el urbanismo más lujoso (Elvira Barba) al que se superpondría, en parte, la obra de Constantino. Al oeste, una calle ancha con columnas: la Mese, llevaba a la puerta principal; al sur comenzaron las obras del gran circo o hipódromo; al este, se levantaron las admiradas termas de Zeuxipo; al norte, finalmente, se restauró el viejo Strategion, sede del gobierno ciudadano.

Se añadían, dispersos por la nueva ciudad, otros recintos públicos y en la vieja acrópolis, los santuarios de Afrodita, Artemis y Apolo -evocaban las deudas con el pasado. La nueva Roma de Constantino se erigió a partir del año 324. Su ritual de fundación respondió a la más pura tradición pagana: el emperador trazaría con la punta de su lanza un perímetro tres veces mayor que la floreciente ciudad severiana. Comenzando por el mar de Mármara, entre los puntos donde se levantarían más tarde las puertas de Da'ut Pasha y Patsamia, diseñó una línea curva a través de un promontorio que alcanzaba el Cuerno de Oro cerca de donde se extiende hoy el puente de la zona alta. A lo largo de esta línea se construyeron las murallas que resistieron victoriosamente el ataque de los godos en el año 378 y que permanecerían activas hasta la centuria siguiente, cuando Teodosio II decidió construir un anillo defensivo más sólido. Constantinopla fue consagrada el año 330 y sus habitantes la consideraron siempre capital romana, la sede de la futura comunidad ortodoxa. Con este motivo, el emperador "dirigió los primeros juegos del circo y fue el primero en usar una diadema decorada con perlas y piedras preciosas. Celebró una gran fiesta y ordenó por decreto sagrado que en este día, el 11 de Artemisios -mayo- se conmemorara el cumpleaños de la ciudad". Esta concepción heredada de Roma, combinaría progresivamente los ritos solares y las formulaciones cristianas, reflejando el carácter ambivalente de Constantino en el campo religioso.

Más adelante, al imponerse la religión cristiana como culto oficial en el año 392, se difundiría el mito de que la ciudad estaba consagrada a la Virgen y que era una ciudadela santa, la nueva Jerusalén. La ciudad, como Roma, se levantó sobre siete colinas y fue dividida en catorce regiones, diez dentro de las murallas, dos en el Exokinion -fuera de ellas y donde vivía la secta arriana- una en las Blanquernas y la última en el Galata -en el Cuerno de Oro-. El centro de la ciudad hay que imaginarlo superpuesto al de la ciudad de Severo con su hipódromo, el Gran Palacio, el Senado, una gran basílica con peristilo, utilizada para diversos actos públicos, y la primera catedral de Santa Sofía, construida por Constantino II y consagrada el año 360. El hipódromo, que se extendía a lo largo de casi 500 metros, pensado como centro de diversión pero también como un lugar adecuado para las ceremonias imperiales, fue completado y ampliado por Constantino -a Septimio Severo correspondería la infraestructura y el espacio curvo: el Sefendon-. Su diseño era convencional: filas de asientos dispuestos en horquilla, dividida la arena por un muro bajo -spina- que servía de apoyo a una numerosa colección de estatuas, entre las que se encontraba la famosa columna de bronce de Delfos, decorada con tres serpientes entrelazadas, obeliscos y un palco imperial -kathisma- en el centro del ala sudoriental. Allí debían concluir las carreras de carros y allí culminaban algunas ceremonias relevantes como la que nos relata el "Chronicon Paschale": "Mando hacer otra estatua de sí mismo -Constantino- en madera sobredorada, sosteniendo en su mano derecha la Tyche de esta ciudad, también dorada, y decretó que el día de los juegos de cumpleaños, esta estatua de madera debería introducirse bajo escolta de soldados vistiendo mantos y botas, sosteniendo cirios blancos y que el carro debería rodear la meta superior y llegar al Stama, delante de la logia imperial, y que el emperador reinante debería levantarse y prestar homenaje a la estatua del emperador Constantino y a la Tyche de la ciudad".

La Tyche, representada frecuentemente en los marfiles, aparecerá durante siglos sosteniendo una cornucopia, como símbolo de la prosperidad de la ciudad. Constantino construyó su palacio comunicado con la kathisma y, al ser progresivamente ampliado y modificado, llegaría a convertirse en la residencia imperial hasta el siglo XI, siendo conocido con el nombre de Gran Palacio o Palacio Sagrado. Cabe pensar que, inicialmente, el recinto imperial tendría algunos aspectos en común con el palacio de Diocleciano pero se desconoce su forma exacta. Hay que imaginarlo (Mango), en todo caso, no como un edificio, sino como un conjunto de salones, pabellones e iglesias, comunicados por galerías y separados por jardines. De las construcciones religiosas de Constantino en su nueva capital apenas queda vestigio alguno. La catedral que comenzó cerca de su palacio -la primera Santa Sofía- debió ser una gran basílica con dobles naves laterales y tribunas; se hallaba, al parecer, encerrada en un recinto y precedida por un estrecho atrio, quizá con un propileo en la calle recordando a la iglesia del Santo Sepulcro. Fue seriamente dañada en los disturbios del año 532, por lo que Justiniano decidió levantar una nueva. Cerca de las murallas y junto a la vía que conducía a la zona de Blanquernas, fue levantada la iglesia de los Santos Apóstoles que había de acoger los restos de Constantino a su muerte. No queda rastro alguno de ella, pues fue sustituida en el año 536 por la iglesia de Justiniano y, en 1469, por la mezquita de El Fatih, pero la descripción de Eusebio de Cesarea destaca sus aspectos más sobresalientes.

La iglesia se levantaba en el centro de una amplia explanada, rodeada de salas de reunión, baños y estanques. Tenía forma de cruz -donde se alojaban los fieles- con las paredes revestidas de mármol y, en el centro, sobre el crucero, un cimborrio iluminaba ampliamente el recinto. Debajo del cimborrio se alojaba el sarcófago del emperador, flanqueado por pilares o cenotafios inscritos con los nombres de los doce Apóstoles. Constantino pasaba a ser, de este modo, el nuevo discípulo, el decimotercero, constituyendo el centro de atención de los fieles, tanto o más que la Eucaristía que se celebraba a su lado. Con el tiempo, este aspecto heterodoxo habría de ser considerado excesivo, trasladándose sus restos a un mausoleo independiente de tradicional planta circular, cubierto con cúpula y anejo al templo. Este, por su parte, serviría de modelo a numerosos martyria de Milán, Rávena, Efeso o Antioquía. Hubo además otras iglesias como la de Santa Irene, San Macio, cerca de las murallas, San Acacio..., pero no han llegado hasta nosotros. También hubo templos paganos, pues además de aquellos que perduraban de los tiempos antiguos, las crónicas mencionan los de Cástor y Pólux o la Tyche de Constantinopla. Desde el núcleo central de la ciudad, una avenida amplia y con columnatas, llamada Regia o Mese, conducía hacia el oeste hasta un foro oval, enorme plaza rodeada de pórticos -el llamado Plakoton o Foro de Constantino- que se asentaba en la antigua necrópolis a los pies de la ciudad severiana.

Allí se acumulaban estatuas de todo tipo: sirenas, el Buen Pastor, la Tyche... y en el centro se levantaba la famosa estatua de pórfido de 36 metros de altura, ceñida con aros dorados, cubiertos de formas florales. El "Chronicon Paschale" añade que "en la parte superior de esta columna colocó unta estatua grande de sí mismo, con rayos en la cabeza. Esta estatua la había traído de Frigia. El mismo emperador se llevó de Roma el llamado Palladium y lo colocó en el foro que había construido, debajo de la estatua levantada sobre la columna". La columna ha sobrevivido, siendo conocida por los turcos como Cemberli Tash -columna quemada- al ser dañada seriamente por un incendio a comienzos del siglo XVI, mientras que la cabeza inicial de Constantino fue sustituida por una de Juliano y más tarde por otra de Teodosio, siendo destruida esta última por un rayo el año 1071. La basa, finalmente, fue añadida por el Sultán Mustafá II en 1702, después de que la anterior fuese también deteriorada por el fuego. El plan de la ciudad se completaba con dos calles principales que, desde las murallas, trataban de enlazar con la vía que prolongaba la que se iniciaba junto al hipódromo hasta encontrarse en las cercanías de donde posteriormente se ubicaría el foro de Teodosio I. Otras calles ayudaban a definir los límites de la ciudad. Una corría a lo largo del Mármara, desde el Gran Palacio hasta el punto donde la muralla se encontraba con el mar, uniéndose allí con la vía que desde la Mese alcanzaba la puerta de Isa Kapu.

Una segunda se extendía desde el Gran Palacio a la Acrópolis, rodeaba el Mangana y discurría paralela al Cuerno de Oro, estando al servicio de los puertos y pasando cerca de los templos. Los cuarteles militares, presididos por una estatua ecuestre de Constantino, también se levantaban aquí, probablemente no lejos de la estación de Sirkeci (Talbot Rice). La imagen resultante de Constantinopla, venía a ser la de una ciudad construida con prisas, cuajada de monumentos a la manera de Roma y diseñada de acuerdo con un eje longitudinal. Y aunque la religión cristiana era la oficial, una población numerosa era todavía pagana; las iglesias más importantes eran basílicas con techumbre de madera y las calles eran rectas y bien pavimentadas, pero hacía falta que se completasen los monumentos de la ciudad para que definiesen los puntos de referencia de la misma e introdujesen una mayor riqueza de significados en el entramado urbano. Y aunque fueron introducidos cambios en los siglos que siguieron, el plan general de la ciudad, tal como lo conocemos hoy, pertenece a esta época.

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