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Para entender las dimensiones internacionales del conflicto, debemos tener en cuenta que numerosos países lo tomaron como pretexto para dilucidar cuestiones particulares, pues, de otro modo, no se justificarían sus repercusiones diplomáticas en otros escenarios geopolíticos. La muerte de Augusto II, el 1 de febrero de 1733, precipitó los acontecimientos. Pronto quedaron destacados dos candidatos, Estanislao Leszczynsky, apoyado por Francia, y Augusto de Sajonia, hijo del anterior y casado con la sobrina del emperador, propuesto por Austria y Rusia después de reconsiderar su postura y la conveniencia de un nuevo rey sometido a sus criterios que restablecería su deteriorado prestigio. Con tales planteamientos, el problema alcanzó dimensiones internacionales y tanto Luis XV como la zarina Ana se enfrascaron en una lucha por la aceptación de su candidato en la Dieta. Primero lo fue Estanislao y después Augusto III, gracias a la actuación del ejército ruso. Versalles consideró necesario el refuerzo de su posición y utilizó su red diplomática con excelentes resultados: concertó el Tratado de Turín, de 1733, con Carlos Manuel II del Piamonte, con la promesa de que recibiría el Milanesado cuando fuera arrebatado a Carlos VI; renunció a cualquier intervención en los Países Bajos contra Austria y, así, calmó a las potencias marítimas y se mantuvieron al margen; también, en 1733, firmó el Tratado de El Escorial con España, el primer Pacto de Familia, por el que aseguraba para don Carlos los territorios de Parma y Toscana, y se comprometía a la cesión de otros obtenidos durante la contienda.

Sin embargo, la escasa ayuda militar recibida por Estanislao aclaró que los verdaderos enfrentamientos no se darían en el Este. Debido a la confluencia de intereses, los teatros de operaciones fueron el Rhin e Italia, aunque de los combates no se desprendió un claro vencedor, ya que Francia no aportó demasiados hombres y sus coaligados no realizaron grandes esfuerzos, mientras que Carlos VI tampoco logró movilizar a tiempo las fuerzas imperiales y la ayuda rusa llegó demasiado tarde. Suecia no quiso inmiscuirse en un conflicto tan poco claro, y dio prioridad a los problemas interiores que requerían toda la atención; había perdido de momento su vocación imperialista. La guerra turco-persa disuadió al sultán de la apertura de un nuevo frente en el Oeste e ignoró la ruptura por la zarina Ana de las cláusulas incluidas en los tratados de 1711 y 1713. Gran Bretaña desoyó las peticiones del emperador porque la rivalidad colonial con franceses y españoles preocupaba de forma especial a los círculos comerciales de Londres. Todos los participantes en el Tratado de Viena de 1738 estaban interesados en la apertura de conferencias que clarificasen los confusos resultados de los campos de batalla. En octubre de 1735 se acordó una paz provisional, los Preliminares de Viena, que puso fin a las hostilidades, pero no ratificados hasta el 2 de mayo de 1738, en el tercer Tratado de Viena, por Francia, España, Gran Bretaña, Holanda, el emperador y Saboya.

-Destacaban los siguientes puntos: - Leszczynsky renunciaba al trono polaco, con lo que se reconocía la legalidad de su elección, a cambio de Lorena y Bar, con la condición de ser heredados por la reina de Francia, su hija, a su muerte. - Francia aceptaba la Pragmática Sanción. - Francisco de Lorena, esposo de María Teresa, recibía Toscana, en contra de los deseos de los españoles, y, así, Francia evitaba el peligro en sus fronteras y conseguía un sueño secular. - Carlos Manuel de Piamonte reconocía la Pragmática Sanción a cambio de las ciudades de Novara y Tortona. - El Milanesado pasaba de nuevo al emperador, además de Parma y Piacenza. - Don Carlos conseguía el reino de las Dos Sicilias. - Se confirmaba a Augusto III en el trono polaco, ahora comprometido por anteriores promesas hechas a Austria, Rusia y la Santa Sede, como la renuncia a los derechos polacos sobre Livonia, el traspaso de Curlandia a Rusia, el juramento y respeto de las tradiciones del país y la defensa del catolicismo. Diplomáticamente, Francia triunfó en el Tratado de Viena sin que hubiera realizado importantes inversiones en dinero y hombres y se convertía, otra vez, en el árbitro de Europa. Su aproximación a Austria posibilitaba prescindir de las relaciones con Gran Bretaña, más enemigo que amigo. También aumentaba su influencia en el Mediterráneo al colocar en el trono de Nápoles a un Borbón, al tiempo que se desinteresaba de los asuntos polacos y dejaba las manos libres a las tres potencias del Centro y del Este, con el dibujo definitivo de la frontera del Noroeste. Por otro lado, resultaba evidente que la Guerra de Sucesión polaca había sido el telón de fondo de exigencias internacionales concretas, pues la política de trueques había modificado el mapa de Europa con efectos bastante duraderos. Por el contrario, el perdedor fue Carlos VI, obligado a participar en agotadoras guerras cuando lo concluyente se trató en las mesas de negociaciones, e incluso perdió partes importantes del Milanesado por compensaciones a terceros, sin que pudiera oponerse ante la presión ejercida por el entramado tejido por Francia.

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