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CrisisBajaEdadMedia

Desarrollo


¿Que impacto tuvo la crisis bajomedieval en el protagonista por excelencia del medio rural, es decir, el campesinado? Sin duda, no hay una respuesta unívoca a dicha pregunta, toda vez que bajo la etiqueta de campesinado se incluía un mundo ciertamente variopinto y desde luego sumamente estratificado, en el que figuraban desde labradores acomodados hasta simples jornaleros que vendían su fuerza de trabajo a cambio de un salario. Por lo demás, la incidencia de la crisis varió en función tanto de la propia cronología de su desarrollo como de las indudables diferencias entre unas regiones y otras. Pero es evidente que la depresión del siglo XIV ejerció su influencia, y ¡en que medida!, sobre los labriegos. Si queremos buscar un termino genérico para tipificar esa influencia elegiremos el de inseguridad, aun a riesgo de generalizar en exceso. Empleamos dicho término para referirnos a dos aspectos bien diferentes, pero expresivos ambos de la ruptura del equilibrio tradicional que había caracterizado al mundo rural: por una parte, el empeoramiento de las condiciones jurídicas en que se desenvolvía el campesinado; por otra, la tendencia creciente a la emigración de los labriegos a las ciudades. La segunda mitad del siglo XIV fue algo así como una edad de oro de los denominados "malos usos". Los poderosos intentaron hacer frente a la crisis acudiendo a los más variados recursos, entre ellos la puesta en práctica de costumbres, supuestamente en uso en tiempos pretéritos, que gravaban de forma onerosa al campesinado.

Con esas medidas los señores pretendían incrementar las rentas pero sobre todo trataban de garantizar la fijación de los cultivadores a su solar, impidiendo su huida a los núcleos urbanos. La respuesta del campesinado a esos abusos no se hizo esperar dando lugar, en diversas ocasiones, a conflictos de mayor o menor envergadura, como aconteció a comienzos del siglo XV en Asturias con los "perxuraos" de Llanera, que se enfrentaron a su señor, el obispo de Oviedo, y en cierta medida con los mismos payeses de remensa de Cataluña, protagonistas de una sublevación de gran calado. En diversas regiones de Alemania los señores consiguieron ver reforzados sus poderes sobre los campesinos, lo que significaba una mayor dependencia de éstos. Así sucedió, como lo ha demostrado P. Blikle, en el suroeste de Alemania, pero también en las tierras al este del Elba, en donde se incrementaron notablemente las prestaciones de servicios exigidas a los labriegos. Es cierto, no obstante, que en otras regiones alemanas, como Baviera, el conjunto de factores de la crisis terminó beneficiando a los campesinos, que vieron fortalecidos sus derechos de posesión sobre las tierras que cultivaban. En cualquier caso, la creciente inseguridad de los cultivadores del campo, debido a la presión ejercida por los señores, pero también al impacto de las mortandades y al clima emocional que las acompañaba, motivó una fuerte riada migratoria, que tenía como destino las ciudades. En las urbes había, al menos así pensaban los rústicos, dando muestras de un indudable realismo, posibilidades de encontrar trabajo pero también de mejorar, en muy diversos órdenes, las condiciones de vida, ante todo en el plano material. La ciudad, no obstante, atraía también porque parecía un refugio más apropiado, desde el punto de vista psicológico, para hacer frente a las innumerables adversidades de la época. Sin duda los labriegos pagaron también su precio, el más importante su desarraigo, al haberse desvinculado de la comunidad aldeana, en la que tradicionalmente habían hallado cobijo.

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