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América: problemas

Desarrollo


La producción agrícola y ganadera de clima templado conoció una rápida expansión desde mediados del siglo XIX. El epicentro de la misma estuvo en la pampa argentina, pero también se extendió a otras regiones de ese país, al Uruguay, al sur de Brasil y al centro de Chile. Las exportaciones argentinas y uruguayas de lana, cueros, carne y cereales (trigo, maíz, centeno, cebada, etc.) crecieron espectacularmente y gracias a su alta competitividad se orientaron hacia numerosos mercados europeos. Las nuevas características de la producción llevaron a las estructuras agrícolas más arcaicas a dejar paso a explotaciones capitalistas orientadas claramente al mercado. La lucha por conquistar los mercados internacionales fue bastante dura, ya que la producción latinoamericana debió competir con la de los Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda, los llamados países nuevos o de reciente colonización y que compartían algunas ventajas comparativas con Argentina y Uruguay. La producción cerealera en Argentina comenzó a expandirse lentamente a partir de 1860, en detrimento de la ganadería lanar, que sería reemplazada por la explotación de la ganadería vacuna. La ampliación de la zona de cultivo gracias a la conquista y roturación de tierras nuevas fue lo que permitió ampliar el horizonte cerealero, aunque el gran motor que aceleró sus cultivos y permitió mayores y crecientes exportaciones fue el ferrocarril, que acercó las zonas productoras a los puertos exportadores.

También fue importante la pacificación de las tierras de frontera, mediante la casi total eliminación del peligro indígena, todavía presente en algunas zonas de las provincias de Buenos Aires, Santa Fe y el sur de Córdoba en los años centrales de la segunda mitad del siglo. La fuerte inmigración que llegó a las provincias argentinas solucionó bastante eficazmente la falta crónica de mano de obra de la región pampeana y fue otro factor que facilitó la expansión del cultivo de cereal, especialmente de trigo y maíz. Todos estos hechos hicieron posible que entre 1895 y 1914 se agregaran al cultivo casi 22 millones de hectáreas, de las que cerca de 20 correspondían a la región pampeana. En muy poco tiempo, el comercio de granos y harinas sería monopolizado por un número limitado de empresas exportadoras, algunas pertenecientes a sociedades europeas y norteamericanas y otras de capital argentino, como Bunge y Born. La producción y exportación cárnica aumentaron gracias a las innovaciones tecnológicas en materia de congelado y enfriado de la carne y también a las mejoras operadas en las técnicas de navegación y transporte. Los frigoríficos fueron dominados por firmas inglesas en la segunda mitad del siglo XIX, aunque había algunos que estaban en manos de capitales nacionales. Pero a partir de 1905 unos y otros tuvieron que ir dejando un lugar cada vez más destacado en el mercado a los frigoríficos estadounidenses, especialmente a los asentados en Chicago, que pasaban por una fase de ampliación de sus negocios internacionales.

La provincia de Buenos Aires se había convertido en el principal centro productor de carne vacuna, y al comenzar la Primera Guerra Mundial también había desplazado a la provincia de Santa Fe del primer puesto en la producción de cereales del país. La fertilidad de sus tierras, la menor distancia a los puertos exportadores, la fuerte inmigración y la llegada de capitales extranjeros habían operado el milagro. En los quince años que van de 1875 a 1891 la cabaña bovina duplicó sus existencias y pasó de 12,5 millones de cabezas a 24 millones. Las condiciones en las que se desarrollaba la cría y producción de ganado mejoraron notablemente a partir del último cuarto del siglo XIX, gracias a la introducción de reproductores de raza, fundamentalmente de origen británico (los "shorthorn" provenientes del norte de Inglaterra y los "aberdeen agnus", de Escocia), la mejor selección de las especies, mayores cuidados fitosanitarios y el alambrado de los campos. En la provincia de Buenos Aires se difundió el arrendamiento de tierras, que permitía a los grandes terratenientes la rotación de cultivos. Los arrendatarios se dedicaban a cultivar cereales durante la vigencia de sus contratos, que tenían una duración máxima de cinco años, pero antes de devolver las tierras al propietario y poder cambiar de explotación estaban obligados a sembrar el campo de plantas forrajeras. De este modo se facilitaba la cría de vacunos por los grandes propietarios, dando lugar a una producción agrícola-ganadera sólidamente integrada y muy rentable para todas las partes contratantes: terratenientes y arrendatarios.

El mercado británico se había convertido en el principal centro consumidor de las exportaciones argentinas de carnes congeladas y enfriadas. La mejora en las técnicas de enfriado y el desarrollo de los buques frigoríficos posibilitaron un sensible aumento en las exportaciones de chilled (carne enfriada), que se había convertido en la gran favorita de los consumidores británicos, tanto por su precio, muy competitivo en relación con la carne fresca británica, como por su gran calidad. Esta variedad de carne es mucho más sabrosa que la congelada y mantiene en mayor grado sus cualidades nutritivas. La expansión de las exportaciones de productos agropecuarios requería de fuertes inversiones en obras públicas, realizadas por el Estado gracias a su endeudamiento interno y externo y también de algunas obras de infraestructura a cargo de inversionistas nacionales y extranjeros. Las obras públicas permitieron contar con la infraestructura suficiente para expandir el volumen de la actividad económica. De este modo se amplió considerablemente la red ferroviaria argentina (que pasó de contar con 2.500 kilómetros en 1880 a 33.000 kilómetros en 1914) y también se construyeron los puertos de Buenos Aires, La Plata-Ensenada y el de Rosario, que estaban conectados a las red ferroviaria y resultaban capitales para las exportaciones.

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