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Datos principales


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Renacimiento agra

Desarrollo


El siglo XIII es un tiempo bifaz. Se piensa que ya desde mediados de la centuria las esperanzas del crecimiento continuado comenzaron a truncarse, si bien es a partir de 1270 cuando los síntomas de la parálisis de dicho crecimiento se manifestaron con claridad. El progreso se detuvo, y a pesar de que el retroceso no fue por igual en toda Europa, hubo regiones afectadas desde finales del siglo en cuestión por una recesión sin precedentes desde el siglo X. En general el esfuerzo roturador se retrajo ostensiblemente y el desarrollo agrario aminoró tanto en extensión cuanto en intensidad. Sólo de forma esporádica continuaron las roturaciones, pero en los suelos periféricos, de peor calidad y apresuradamente dispuestos anteriormente para el cultivo, el declive fue mayor, con el consiguiente abandono de asentamientos que, en muchos casos, originaron despoblados que ya no se volvieron a recuperar. En lugares en los que se había exigido a la tierra un esfuerzo continuado, con aplicación de técnicas e instrumentos a mansalva, el agotamiento de los suelos llegó a ser más acusado que en donde se había proseguido una agricultura elemental. La deforestación también contribuyó a la desprotección de algunos suelos que, tras intensas lluvias, perdían por arrastre buena parte de sus elementos nutritivos; a lo que el ganado aportó igualmente su papel depredador del suelo, así como la propia rivalidad en su alimentación respecto de la del campesino.

En cuanto a las comunidades campesinas, se advierte una queja generalizada por las dificultades en el aprovechamiento de bienes comunales; el progreso del individualismo amenazó dicho disfrute y favoreció la incorporación de las pequeñas propiedades a los grandes dominios. Muy significativo es al respecto el hecho de que muchas "bastidas" diseñadas en el apogeo del crecimiento no pasaran de ser meros proyectos que no se desarrollaron después; al igual que se paralizaron construcciones eclesiales aldeanas, conventuales o catedralicias. A todo ello se sumó la parálisis de la ocupación de tierras más allá de las fronteras de Europa, quedando detenidos los grandes fenómenos expansionistas que habían permitido colonizar grandes espacios incorporados al esfuerzo roturador: la Reconquista hispánica y el Dran gnach Osten. Incluso las migraciones interiores también se aminoraron. Como final de la parálisis del crecimiento y del auge de la prosperidad, el hambre volvió a aparecer en Occidente desde comienzos del siglo XIV, los despoblados crecieron en Inglaterra y centro de Alemania (los llamados wüstungen), surgió el fenómeno de los cerramientos o cercados, que aparecen en el estatuto ingles de Merton desde 1236 y la reutilización de suelos de cultivo como tierras para el ganado menor a tenor de la demanda de lana, retrocediendo el suelo arable y cerrando el bosque como lugar de estabulación controlada. Finalmente, una sucesión de malas cosechas a partir de 1315 acabó por arruinar a campesinos, familias y señoríos. Todo ello debilitó la resistencia de los menos favorecidos y de los colectivos rurales ante las grandes crisis desencadenadas a partir del segundo tercio del siglo XIV.

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