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Datos principales


Rango

Restauración occiden

Desarrollo


La formación recibida por el tercero de los Otones en su minoridad le permitió más tarde albergar magnos proyectos. Aunque efímeramente, el imperio alcanzó las cotas más altas de la mística política. La influencia bizantina de su madre Teófano, los afanes misioneros del obispo Adalberto de Praga y las dotes intelectuales de Gerberto de Aurillac (papa Silvestre II desde el 999) calaron en un joven emperador convencido de la grandeza de sus designios. Pacificada Alemania y contenidos los peligros fronterizos, Otón III concibió un proyecto de Cristiandad con su centro en Roma en torno al cual girasen armónicamente todos los poderes políticos conocidos. Roma se convirtió en la residencia habitual del emperador desde el 999, a diferencia de lo que hicieron emperadores anteriores que sólo estuvieron accidentalmente en la ciudad. Se pretendió que el Imperio tuviera la eficacia del carolingio y la solemnidad litúrgica del bizantino. Sin embargo, la grandilocuencia de las fórmulas cancillerescas (Otón como emperador augusto del mundo), los gestos prodigados por el soberano (por ejemplo la excavación del sepulcro de Carlomagno para venerar sus restos) o algunas pretenciosas expresiones iconográficas (el emperador casi en actitud de pantocrator) difícilmente ocultaban las debilidades internas de la construcción política otónida. Con sólo unos meses de diferencia fallecieron el joven emperador y su amigo el anciano pontífice (1O02-1003).

Otón III y Silvestre II son conocidos como el emperador y el papa del Año Mil. ¡Emblemática fecha! Autores del pasado siglo de indudable prestigio (Michelet, Thierry, Carducci) hicieron prevalecer su imaginación sobre su talento a la hora de hablar de la humanidad europea en vísperas deel milenario del nacimiento de Cristo. Nos presentaron una sociedad aterrorizada por una creencia: el fin del mundo llegaría con el último día de diciembre del 999. El mito de los terrores del año mil sigue estando presente en algunas publicaciones a pesar de que trabajos de solventes autores (Focillon, Le Blevec, Duby, Pognon, entre otros...) hayan puesto en claro su falacia. La humanidad en aquellos años no padeció temores superiores a los de otros momentos del Medievo. Las fuentes de la época en absoluto avalan la generalización de los pánicos. Tan sólo media docena de textos -alguno de dudosa autenticidad- podrían utilizarse en abono de las teorías apocalípticas referidas al año Mil. La obra del cronista de principios del XI Raúl Glaber (utilizada por Michelet y sus seguidores para apoyar su tesis) no habla de terrores antes y tranquilización general después de esta mítica fecha, sino sólo de una regeneración artística (el blanco manto de las iglesias) que sucedió a una época de vetustez. El año Mil, dice Pognon, se situó entre dos mundos diferentes, pero fueron más las lentas transformaciones que las mutaciones bruscas. Políticamente ¿se encaminaba la Europa cristiana hacia una especie de nuevo orden?

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