Decoración escultórica en la Borgoña

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Francia

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Nos encontramos en Borgoña con tres de los grandes conjuntos de la escultura monumental del románico pleno: los capiteles de la girola de Cluny III, capiteles y portada de Vézelay y los mismos elementos de Autun. El museo lapidario de Cluny conserva la serie de capiteles de la girola de la tercera iglesia. Formaban un programa iconográfico centrado en el simbolismo cosmológico y moral, donde ocupaban los puestos protagonistas las figuras alegóricas de las virtudes, los tonos musicales, los ríos del paraíso y las estaciones. Se ha discutido mucho la tesis de Conant que veía en esta compleja serie iconográfica la ilustración de una carta escrita en el siglo XI por san Pedro Damián elogiando Cluny. Aunque no sea exacta la interpretación del investigador americano, sí existe una intención de programar un mensaje coherente que interprete la espiritualidad del orden del mundo -representado en Cluny o no-. Cuando, antes, interpretábamos el sentido de la proporción y la armonía del templo de Cluny III, lo hacíamos relacionándolo con la intención de este programa que pone su énfasis en una concepción del mundo regido, bajo la óptica cristiana, por los principios alegóricos aquí representados. La plasticidad de los capiteles está por encima de su lectura iconológica. Sobre unas cestas de capiteles corintios, de majestuosas formas, se disponen las figuras que generalmente se aíslan de la cesta por estar incluidas en una mandorla almendrada.

Resulta curioso cómo uno de los más geniales escultores del románico rechaza en sus composiciones la esclavitud del sometimiento al marco arquitectónico, presupuesto básico de la estética del estilo. Los personajes, movidos en gráciles actitudes, se ha dicho que "presentan una agitación casi caligráfica" denunciando así su dependencia de modelos miniados. Pese a ciertas afirmaciones sobre la incapacidad del artista románico para representar el desnudo, nuestro maestro, como otros de su generación e incluso anteriores, no duda en afrontarlo con un atractivo y delicado tratamiento de la anatomía. La datación de estas obras es centro de una controvertida polémica. Las posturas antagónicas se centran en 1095, como datación temprana, y en 1130, como referencia más tardía. Una postura, ciertamente de compromiso, los sitúa en la época del abadiato de Pons de Melgueil (1109-1122). Su autor se encuentra en la cima de la escultura románica, trascendiendo su influencia en los principales centros creadores de la región. El que llamaremos Maestro de Cluny llega a Vézelay hacia 1120, cuando se reanudan las obras del templo. Ciertas esculturas de este centro acusan su arte en las formas: proporciones de los personajes, un mismo tratamiento en la configuración de los rostros y un elegante sentido de la materialidad de las vestiduras, acusada en la dinámica caída de los pliegues. Su actividad se prolonga hasta 1135 ó 1140. Se le atribuyen algunos capiteles de la nave, como el molino místico, Caín y Abel, y gran parte del tímpano de la gran puerta occidental.

Se representa aquí una hermosísima y serena imagen de Cristo enviando a los apóstoles en misión. Otro de los más célebres escultores del románico es Gislebertus, autor de la portada y varios capiteles de San Lázaro de Autun. Presente en Vézelay en la campaña de 1120, se traslada a Autun en la década de los treinta. Aquí organiza un taller que muestra una gran afinidad con su estilo, lo que hace difícil, a veces, distinguir la obra del maestro de la de los discípulos. Sus figuras alargan desmesuradamente los cuerpos, dotadas de actitudes realistas, aunque algo descuidadas en el detalle de la ejecución. Los abundantes pliegues de las túnicas, inspirados en los del Maestro de Cluny, adquieren una terminación en forzado y violento movimiento que no es otra cosa que un amaneramiento del estilo imitado.

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