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Postmodernidad

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En octubre de 1982 Helmuth Kohl llegó al poder en Bonn tras un voto de desconfianza constructivo logrado gracias a la división de los liberales hasta entonces aliados al SPD. Kohl se había afiliado a la CDU a los 16 años y fue el primer dirigente que maduró en la Alemania de posguerra que llego al puesto de canciller. Heredero de Adenuaer y representante de la política renana de vinculación con Europa, fue un personaje de calma imperturbable que dio siempre una sensación de indolencia y de provincianismo pero que demostró estar a la altura de su tiempo, sobre todo en los momentos más difíciles. En la elección de 1983 Kohl pidió de forma explícita que sus electores dieran el segundo voto a la FDP porque si ésta no llegaba al 5% era imaginable un Gobierno minoritario del SPD. Además, Genscher, el dirigente liberal, se oponía radicalmente a participar en un Gabinete en que estuviera Strauss, el dirigente del ala bávara, la más derechista de la Democracia Cristiana. Por otro lado, los verdes obtuvieron el 5.7% del voto y el SPD se quedó tan sólo en el 38%. Esta derrota provocó una inequívoca tendencia al izquierdismo del partido derrotado. Su dirigente Lafontaine pareció tener más reparos a los norteamericanos que a los soviéticos y mostró su voluntad de sobrepasar a los verdes por la izquierda. El SPD mantuvo, incluso, contactos con el Partido Comunista de la Alemania Oriental. Bahr, otro de los dirigentes del ala izquierda del partido, propuso un plan para conseguir la desnuclearización del Centro de Europa que implicaba de hecho la neutralidad alemana.

Schmidt, oído con atención en el Congreso de su partido acerca de la política de defensa, fue derrotado de forma abrumadora. Por su parte, Kohl mantuvo la apertura hacia el Este pero con menor sensación de "apaciguamiento". Strauss, movido por él, propugnó préstamos a la Alemania comunista que hubieran sido inconcebibles en otro tiempo. De este modo, las relaciones entre las dos Alemanias se hicieron más estrechas. En 1983 hubo 5 millones de visitantes occidentales a la Oriental y 1.6 orientales a la Occidental y ya en 1988 40.000 disidentes pudieron traspasar la frontera como contrapartida de la ayuda económica occidental. Mientras tanto, el SPD rechazaba cualquier intento de poner en duda la legitimidad de la Alemania del Este y mostraba su deseo de sustituir las armas nucleares por otras tecnológicamente avanzadas pero que serían tan sólo defensivas. Un factor esencial para entender la Historia alemana de los ochenta es el debate sobre la Historia ("Historikerstreit") iniciado con la proyección de la serie televisiva "Holocausto" en 1979. Kohl a los cuarenta años del fin de la Guerra Mundial, tuvo el vehemente deseo de pasar la página del nazismo; eso explica la visita al cementerio de Bitburg con Reagan, pero inmediatamente se desencadenó la polémica sobre la pretendida voluntad de la derecha de eludir el pasado. El presidente Weizsäcker recordó que la culpabilidad no es nunca colectiva sino personal, pero que también se debía aceptar el pasado en su conjunto.

La polémica, no obstante, fue principalmente intelectual. Historiadores profesionales afirmaron que la voluntad de castigar a Alemania fue anterior al descubrimiento de los campos de exterminio y que el Gulag de Stalin fue anterior al de los nazis y contribuyó a producirlo. Afirmaciones como éstas fueron interpretadas por escritores de izquierda como exculpatorias. El debate que abundó en exageraciones, resultado de la tendencia alemana a oscilar entre la euforia y la depresión, tuvo, sin embargo, resultados positivos. En 1987 se votó una cantidad complementaria para reparar los daños del nazismo: en el 2020 la cantidad total pagada se elevaría a 100.000 millones de marcos. En las elecciones de enero de 1987 la CDU perdió dos millones de votos que en su mayoría fueron al FDP pero el SPD mejoró muy poco mientras Brandt llegó a dimitir como consecuencia de su incapacidad para lograr la unidad del partido. Kohl, por su parte, mantuvo una política centrista. Aunque en un principio había comparado a Gorbachov con Goebbels su tono hacia él se fue dulcificando: en 1988 visitó Moscú y prometió créditos para estimular el desarrollo de las industrias de consumo que en adelante fueron un estímulo esencial para la política reformista. Lo mismo puede decirse de su política interalemana. El líder de la Alemania Oriental, Honecker, había visitado la zona occidental un año antes.

En este momento ya sólo el 24% de los alemanes veía a la URSS como un peligro. Pero seguían existiendo problemas graves entre las dos Alemanias. El liberal Genscher, que era el ministro de Asuntos Exteriores, había llegado a Occidente a mediados de los cincuenta, lo que implicaba un conocimiento del Este y una elección política propia. Desde 1961 se produjeron 193 muertos en el Muro y el último cayó en febrero de 1989 como consecuencia de la aplicación de instrucciones precisas dadas por las autoridades orientales. Como en otros países europeos, los ochenta supusieron en Alemania la aparición de fuertes escándalos políticos que afectaron al político liberal Lambsdorff, a constructoras de los sindicatos socialistas y a políticos democristianos como Barschel, que fue acusado de haber empleado métodos de calumniar al adversario y acabó suicidándose. Este ambiente afectó de forma especial al partido gobernante. En 1989 la CDU estaba a punto de perder en Bundesrat y había sido derrotada en Berlín. Allí habían aparecido con casi el 12% de los votos los "republicanos", un partido de extrema derecha que enarbolaba la oposición a la emigración y la delincuencia. Además, una coalición roja-verde -es decir, de socialdemócratas y verdes- acabó sustituyendo a la CDU desde la izquierda. En las europeas de 1989 los "republicanos" llegaron al 7% pero ésa fue su cota máxima. Lo que realmente demostró la capacidad de Kohl e hizo resucitar a la CDU fue la reacción de ambos ante la posibilidades de lograr la unificación alemana.

Caído el Muro de Berlín, en tan sólo trece meses se llevó a cabo la unificación de Alemania que tuvo lugar en octubre de 1990 y fue seguida inmediatamente por las primeras elecciones libres. Durante el proceso, una buena parte del SPD y de la intelectualidad de izquierdas estuvo en contra de la política gubernamental a pesar de que Brandt y Schmidt nunca expresaron opiniones parecidas. En el mismo mes de noviembre de 1989 Kohl presentó una declaración de diez puntos de los que los cuatro primeros contenían promesas de colaboración económica para las reformas en Alemania del Este y los otros seis eran seguridades dirigidas a los socios en la unidad europea. La izquierda quería una fórmula de confederación pero los propios disidentes habían pasado de revindicar que eran "el pueblo" a la afirmación de que eran "un pueblo" con los alemanes occidentales. Los todavía comunistas dirigentes del Este pidieron ayuda económica pero Kohl la rechazó en un momento en que sólo podía servir para mantener un Estado por completo ficticio. El SPD quiso entonces elaborar una nueva Constitución en la que aparecieran reivindicaciones sociales y la neutralidad pero el procedimiento de unificación al que se llegó fue una simple ampliación de la Republica Federal. En las elecciones celebradas en el Este la CDU ganó con un 48% mientras que el SPD se quedó en el 21% y el PDS (antiguos comunistas) en el 16%. Cinco días después de celebradas estas elecciones Kohl ratificó sus seguridades a las autoridades europeas y sólo entonces se puso en marcha un auténtico Plan Marshall para el Este.

Después de sortear, con ayuda norteamericana, las reticencias inglesa y francesa, Kohl pudo aprovecharse de que la resistencia rusa no era ya tan decidida, más preocupado Gorbachov por la evolución en su propio país. Tras conversaciones en el Cáucaso consiguió la aceptación soviética a cambio de una reducción de los efectivos militares alemanes a tan sólo 370.000 hombres, lo que venía a ser un tercio del total de los Ejércitos de las dos repúblicas previas. Las tropas soviéticas se mantendrían hasta 1994 y las pagarían los propios alemanes. Conseguido el acuerdo definitivo para la unificación de Alemania, desde el punto de vista de la política internacional se planteó a continuación toda la problemática interna en relación con esta cuestión. No faltaron las críticas de los intelectuales de izquierda de la antigua República Federal para alguno de los cuales -Habermas- lo sucedido fue "la política del Anschluss", es decir, una reproducción de lo que en su momento hizo Hitler con Austria. También los políticos de la SPD, poco propicios en principio a una absorción, ahora exageraron lo que podría significar desde el punto de vista económico. Los problemas fueron, en efecto, agudos. Nacieron, por ejemplo, de las peticiones de indemnización: el 85% de los edificios del centro de Postdam fue reivindicado por sus antiguos propietarios. Para privatizar la propiedad expropiada se creó una gigantesca empresa pública, "Treuhand", destinada a realizar la operación.

En un primer momento, las consecuencias de la unificación fueron negativas para los residentes en la Alemania del Este. A mediados de 1991 había allí unos 850.000 parados mientras dos millones de personas sólo tenían trabajo parcial y, en general, los salarios eran un 40% inferiores a los occidentales. Otros problemas nacían de la "desestasificación", es decir de la depuración de los antiguos colaboradores de la policía política ("Stasi") o de la recepción de oleadas de inmigrantes que Alemania no podía dejar de acoger porque a ello venía obligada por su propia legislación. Como contrapartida, Alemania tenía a su disposición un potencial económico envidiable. Había sido el motor del crecimiento europeo y uno de los tres más importantes del mundo y podía permitirse un empréstito por valor del 5% de su PIB para financiar la absorción de Alemania del Este. El capitalismo de modelo renano, más propicio al éxito colectivo y a largo plazo que el americano, demostró tener capacidad de responder al reto. La construcción de un nuevo Berlín como capital federal ofreció la prueba visible de ello.

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