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El imperio alemán proclamado en el Salón de los Espejos de Versalles el 18 de enero de 1871, estaba compuesto por cuatro reinos (Prusia, Baviera, Württemberg y Sajonia), seis grandes ducados, cinco ducados, siete principados, tres ciudades libres (Hamburgo, Bremen y Lübeck) y las provincias imperiales de Alsacia y Lorena. Estas 26 unidades eran muy diversas; por encima de todas destacaba Prusia cuya extensión y población eran mayores que las del resto del Imperio junto. La Constitución del imperio, aprobada en abril de 1871, era similar a la Constitución de la Confederación de la Alemania del Norte, de 1867, y establecía una estructura federal. Bajo la atribución del Imperio quedaban las funciones de defensa, relaciones exteriores, comercio, aduanas, finanzas centrales y moneda y, excepto en Baviera, los servicios de ferrocarriles, correos y telégrafos. Baviera además de conservar estos servicios, tenía otros derechos excepcionales como eran la conservación de su propio cuerpo diplomático y -lo mismo que Sajonia y Württemberg- de su propio ejército. Las unidades de pesos y medidas, junto con la moneda, también quedaron unificadas. El ejército imperial se asentaba sobre el servicio militar obligatorio de tres años, más cuatro en la reserva. Al frente de toda esta estructura estaba el emperador, "kaiser" -título que recaía en el rey de Prusia-, quien delegaba el poder civil en un canciller -nombrado por él y responsable sólo ante él-, y el poder militar en un Estado mayor.

Existía también un Parlamento Imperial compuesto por dos Cámaras, la Cámara alta, "Bundesrat", y la Cámara baja, "Reichstag". Aquélla se componía de 58 miembros -un representante elegido anualmente por los órganos legislativos de cada uno de los 26 Estados, excepto Prusia que tenía 17 representantes; Baviera, seis y Württemberg, cuatro-. Debía manifestar su acuerdo con las leyes antes de que éstas fueran aprobadas por la Cámara baja, y tenía que ser consultada en todos los temas importantes de las relaciones exteriores, incluida la declaración de guerra. Los 382 miembros del "Reichstag" eran elegidos cada tres años por sufragio universal directo, en el que participaban todos los varones mayores de veinticinco años. Esta Cámara tenía el derecho de aprobar o rechazar las leyes, pero no el de proponerlas, y debía aprobar la implantación de nuevos impuestos, aunque no la continuación de los existentes; no ejercía, sin embargo, ningún control sobre el canciller ni los ministros, y podía ser disuelta por el emperador con el acuerdo del "Bundesrat". Como resulta evidente, Prusia ejercía una influencia dominante en el Imperio, tanto porque en su rey recaía la dignidad imperial -con las fundamentales atribuciones anejas a la misma-, como por el peso que tenía en el "Bundesrat" -donde con sus 17 miembros disponía de un decisivo poder de veto, para el que sólo eran necesarios 14 votos-, y en el "Reichstag", dado el número de miembros que le correspondía por el volumen de su población.

Por otra parte, cada uno de los Estados conservó su propia forma de gobierno, que era competente en los asuntos locales, junto con sus familias gobernantes -en el caso de los monárquicos-. La mayor parte de los Estados se vieron obligados a promulgar Constituciones que establecían sistemas representativos, con Dietas compuestas por dos Cámaras: la Cámara de los señores, "Herrenhaus", y la Cámara baja, "Landtag". Componían la primera personas por derecho propio, junto a otras nombradas por el soberano o elegidas por la nobleza o los mayores contribuyentes. El procedimiento electoral para los "Landtage" era variable, pero excepto en Baden, Hesse y Sajonia, se seguía un sistema de clases, en lugar del voto uniforme. En Prusia se mantuvo el sistema establecido por la Constitución de 1850, mediante el que la población era dividida en tres clases o grupos, de acuerdo con el volumen de impuestos que pagaba; cada uno de los grupos pagaba la misma cantidad de impuestos y elegía el mismo número de diputados; la minoría de hombres ricos, agrupados en las dos primeras clases, tenía así la misma representación que la gran masa del pueblo. En el "Landtag" de 1908, por ejemplo, seis diputados socialdemócratas debían su escaño a 600.000 votos, mientras 2,12 conservadores habían sido elegidos por 418.000. La estructura política del imperio alemán era, como puede apreciarse, básicamente autocrática, jerárquica y extremadamente respetuosa, al menos, con el papel desempeñado tradicionalmente por los grupos sociales más poderosos.

No era absolutista, dadas las limitaciones del poder real y la existencia de Cámaras representativas, pero era escasamente liberal, sobre todo, por la irresponsabilidad ministerial ante el Parlamento. Su único elemento democrático, el "Reichstag" elegido por sufragio universal masculino -ya presente en la Constitución de 1867-, era una nota discordante, cuya existencia se debía a la creencia de Bismarck -de acuerdo con el precedente de Napoleón III- en que mediante el voto supuestamente leal de la mayoría campesina del país, podría neutralizar el voto urbano, que consideraba más peligroso para el mantenimiento del orden establecido, por ser más independiente del poder. Bismarck que, a pesar de algunas diferencias con el emperador Guillermo I, contó con la plena confianza de éste, fue el canciller del imperio desde su fundación hasta 1890 -salvo un breve período en 1872-, y a él cabe atribuir la dirección general de la política alemana, tanto doméstica como internacional y colonial. Según una reciente y popular interpretación histórica, la de Hans-Ulrich Wehler, el control de Bismarck sobre el sistema político fue tan completo que cabe hablar de "dictadura plebiscitaria de tipo bonapartista", entendiendo por tal un sistema político que tiene ciertas apariencias parlamentarias pero que de hecho es una dictadura que se basa en la manipulación de la opinión mediante concesiones y distracciones imperialistas.

"Una estructura social y política tradicional e inestable que, ante la amenaza de potentes fuerzas de cambio social y político, es defendida y estabilizada distrayendo la atención popular de la política constitucional hacia la política económica, y de la liberación interna hacia los éxitos en el exterior". Otros historiadores, sin negar el protagonismo de Bismarck, han rechazado esta interpretación por considerar que exagera tanto el poder del canciller como de la movilización popular -que hasta los años noventa no alcanzó carácter masivo- al mismo tiempo que minimiza la vitalidad y la fuerza de los partidos parlamentarios. La política interior, que es la que en este apartado nos interesa, giró sucesivamente en torno a tres grandes problemas: el enfrentamiento con la Iglesia católica, que recibió el nombre de "kulturkampf", el proteccionismo económico, y la lucha contra el partido socialdemócrata. Apoyándose hábilmente en distintos partidos del "Reichstag", según las circunstancias, el canciller logró mantener, aunque no sin graves dificultades, el equilibrio constitucional y llevar a cabo en cierta medida sus proyectos políticos. Los grandes partidos políticos alemanes de la época eran originalmente partidos prusianos que, a partir de la constitución del Imperio, ensancharon su ámbito de actuación. Entre ellos estaban los tradicionales partidos conservador y liberal, junto a otros nuevos, como el partido del centro o el socialdemócrata.

Tanto conservadores como liberales se hallaban divididos en dos grandes grupos, como consecuencia de su diferente actitud hacia la política de Bismarck en el período precedente. El viejo partido conservador, que se había opuesto a la política de unificación del canciller y a la entrada de Prusia en el imperio, recibía su apoyo casi exclusivamente de los grandes propietarios prusianos del este del Elba; el partido conservador libre, fundado en 1866, favorable a Bismarck, se hallaba más extendido territorialmente y recibía sus votos de las clases altas de base industrial, comercial y profesional. Los liberales, por su parte, se habían escindido en 1866 en una derecha, los liberales nacionales, que ratificaron la política del canciller y se mostraron dispuestos a colaborar con él, y una izquierda, los progresistas, que se negaron a hacerlo y continuaron ejerciendo la oposición. Su base social predominante eran las clases medias urbanas. El partido del centro creado por los católicos para defender sus intereses específicos frente al Estado en el que eran minoría, era lógicamente más fuerte en Baviera y Renania, donde esta confesión religiosa se hallaba más extendida. El partido socialdemócrata, por último, había surgido en 1875 de la fusión en Gotha de los dos partidos obreros alemanes, la Asociación Alemana de Trabajadores de Ferdinand Lasalle, y el Partido Socialdemócrata de los Trabajadores, fundado por Wilhelm Liebknecht y August Bebel -que habrían de ser sus dos primeros representantes en el "Reichstag"-.

Hasta 1891, en el Congreso de Erfurt, no adoptaría el marxismo como programa oficial; hacia el final de la década, sin embargo, se desató una fuerte polémica doctrinal en su seno, a raíz de la exposición por E. Bernstein de las ideas revisionistas. Fue ensanchando progresivamente su influencia entre los obreros industriales, hasta convertirse en el partido con mayor porcentaje de votos del Imperio, a pesar de su escasa influencia en las áreas rurales y católicas. En líneas generales, lo más destacado es el mantenimiento de la fuerza de los partidos conservadores en su conjunto y del partido del centro, después del fuerte aumento de éste en los años setenta, el acusado declive de los liberales y el espectacular crecimiento de los socialdemócratas. El sufragio universal no funcionó como Bismarck había previsto y deseado. Hacia 1890 llegó a hablar abiertamente de la posibilidad de un golpe de Estado contra el "Reichstag", en caso de que la coalición de católicos y conservadores no fuera suficiente para llevar adelante su política. El conflicto entre el Estado y la Iglesia Católica, conocido como "kulturkampf", se inició por el apoyo que Bismarck prestó a los católicos "viejos", aquellos católicos alemanes que se negaron a aceptar la declaración de la infalibilidad del Papa hecha por el Concilio Vaticano I, en 1870. Contra los deseos de la jerarquía eclesiástica, que los había excomulgado y pretendía que fueran apartados de todos los puestos que desempeñaban, especialmente los de carácter docente, Bismarck les mantuvo en sus funciones.

A los ataques del partido del centro, el canciller respondió retirando al representante alemán ante el Vaticano y con una serie de medidas anticlericales como la expulsión de los jesuitas, el control de las escuelas y el establecimiento con carácter obligatorio del matrimonio civil; en Prusia, estas medidas fueron todavía más severas: mediante las leyes de mayo de 1873, los nombramientos eclesiásticos y los seminarios quedaron bajo el control del Gobierno, y las órdenes religiosas fueron disueltas o expulsadas. Bismarck, que en todo este episodio contó con el apoyo de los partidos liberales, trataba, por una parte, de establecer la separación entre la iglesia y el Estado, de liberar a la sociedad civil de la tutela eclesiástica -aunque algunas de sus medidas suponían claras intromisiones en la esfera interna de la Iglesia-; por otra parte, quería debilitar a los católicos cuyo partido político, el centro, consideraba un peligro, un enemigo interior que siempre estaría dispuesto a aliarse con las potencias católicas, Francia y Austria, principales enemigos del Imperio. Sin embargo, la resistencia católica y las simpatías que despertó entre otras fuerzas religiosas o nacionalistas que se oponían a la creciente centralización, fueron más allá de lo que Bismarck había previsto. En 1876, todos los obispos alemanes estaban en prisión o habían abandonado el país, y 1.400 parroquias estaban sin sacerdote; el partido del centro había multiplicado por dos sus escaños en la Dieta prusiana y había incrementado considerablemente su número de diputados en el "Reichstag".

Para evitar males mayores, Bismarck decidió dar marcha atrás y aprovechó la sustitución en el pontificado de Pío IX por León XIII, con un talante más conciliador, en 1878, para iniciar negociaciones directas con el Vaticano que dieron como resultado la progresiva desaparición de todas las medidas restrictivas sobre la Iglesia católica, excepto la expulsión de los jesuitas, la inspección estatal de las escuelas y el matrimonio civil. Ésta fue la primera gran derrota política del canciller prusiano. El proteccionismo económico y las relaciones con el partido socialdemócrata sustituyeron al enfrentamiento con los católicos, a fines de los años setenta, como principales problemas políticos. En 1879 fue aprobado un arancel que defendía el hierro, el acero y los cereales alemanes frente a las importaciones extranjeras. Esta medida suponía el fin del relativo librecambio predominante en Alemania desde mediados de siglo y el comienzo de una política proteccionista, común a la mayoría de los países europeos, que no haría sino incrementarse en las siguientes décadas. En favor del proteccionismo en Alemania jugaron, sobre todo, factores económicos -la presión de los grandes terratenientes e industriales afectados por la competencia agrícola de Estados Unidos y Rusia, y por las consecuencias de la "gran depresión"- pero también los intereses políticos de Bismarck, quien trataba de ganar independencia económica respecto al "Reichstag" gracias a los ingresos que obtendría de los derechos de aduanas.

La nueva orientación de la política económica también le permitió a Bismarck sacudirse la tutela de los liberales, que le habían apoyado en la "kulturkampf", a quienes cambió como aliados por los conservadores y, en cierta medida, por los católicos del centro que apoyaron el proteccionismo aunque impidieron que los beneficios de aduanas pasaran íntegramente al Gobierno central como el canciller pretendía. En relación con los socialdemócratas, Bismarck se sintió alarmado por su crecimiento y trató de anular su influencia mediante una política represiva sobre el partido, al mismo tiempo que hacía concesiones sociales a las clases trabajadoras. En 1878, culpó de dos atentados contra la vida del emperador a una conspiración socialista y, aunque no se probó que los socialistas estuvieran implicados en los mismos, consiguió que fuera aprobada la Ley Excepcional por la cual el partido socialdemócrata era declarado ilegal y prohibidas todas sus actividades, aunque no podía impedir que sus miembros se presentaran como candidatos a las elecciones y fueran elegidos diputados. Conservadores y católicos apoyaron también esta medida, frente a los liberales. En los años ochenta, se inició una importante legislación social, de la que nos ocuparemos más adelante, mediante la que trataba de fortalecer la lealtad popular hacia el Imperio. Según la interpretación que tiene en Wehler su expositor más destacado, los cambios en la política económica de Bismarck en 1878-1879 y los consiguientes realineamientos políticos, transformaron en tal medida la política interior que su resultado en la práctica fue una segunda fundación del Reich, de acuerdo con líneas más conservadoras.

Los hechos más significativos serían: 1) la creación de una coalición, "Sammlung", una nueva alianza entre los "junkers", el partido del centro y los representantes de la industria pesada, como un baluarte autoritario frente a la amenazante invasión democrática, y que hasta 1918 habría de constituir la base de la política gubernamental; y 2) el recurso cada vez mayor a las tácticas bonapartistas de elecciones plebiscitarias y distracciones colonialistas. Para otros historiadores, 1878-1879 supuso obviamente un importante punto de inflexión tanto en la política interior como exterior del Reich, pero la transformación del sistema no fue tan absoluta dadas las dificultades que Bismarck encontró en el Parlamento para llevar a cabo sus proyectos fiscales y sociales. En 1888, tras la muerte de Guillermo I y del príncipe Federico, que murió de un cáncer de garganta a los tres meses de haber sucedido a aquél, Guillermo II, un joven de veintinueve años, fue coronado emperador. Decidido a intervenir más directamente en la política de lo que lo había hecho su abuelo, tardó poco tiempo en enfrentarse a Bismarck, tanto en la política interior como exterior. El nuevo emperador se negó a refrendar el endurecimiento de las medidas antisocialistas que su canciller le propuso después del aumento de los diputados socialdemócratas en las elecciones de 1890 -que pasaron de 11 a 35 escaños- y se mostró dispuesto a apoyar el control austríaco de los Balcanes, aunque ello supusiera el enfrentamiento con Rusia, frente a la tradicional política de equilibrio seguida hasta entonces.

Bismarck fue forzado a dimitir en marzo de 1890, siendo sustituido por el general prusiano Georg Caprivi. Durante la última década del siglo, tanto la política económica como las relaciones con los socialdemócratas continuaron ocupando un lugar destacado en la política alemana. El proteccionismo fue rectificado en parte, mediante tratados comerciales con diversos países, lo que provocó la reacción de los terratenientes agrupados en la Liga Agraria, fundada en 1893. La actitud del poder hacia los socialdemócratas siguió siendo una mezcla de medidas represivas y de concesiones. Pero, bajo la dirección del nuevo emperador, a través de los cancilleres Caprivi, hasta 1894, y Hohenlohe, desde esta fecha hasta 1900, los problemas militares -relativos al incremento del ejército y la armada- fueron los más importantes. Guillermo II consiguió que el Parlamento aprobara un considerable aumento de tropas, y un ambicioso programa de construcción naval, que eran consecuentes con la nueva orientación de la política exterior y con el propósito de hacer de Alemania una gran potencia mundial.

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