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Cómo el tesorero, con otros muchos caballeros rogaron a los frailes franciscanos que enviasen a un fray Diego de Altamirano, que era deudo de Cortés, que fuese en un navío a Trujillo y lo hiciese venir, y lo que sucedió Como el tesorero y otros caballeros de la parte de Cortés vieron que convenía que luego viniese Cortés a la Nueva-España, porque ya se comenzaban bandos, y el contador no estaba de buena voluntad para que el factor ni el veedor estuviesen presos, y sobre todo, temía el contador a Cortés en gran manera cuando supiese lo que había escrito dél a su majestad, según lo tengo ya dicho en dos partes, en los capítulos pasados que dello hablan, acordaron de ir a rogar a los frailes franciscos que diesen licencia a fray Diego Altamirano que en un navío que le tenían presto y bien abastecido, y con buena compañía, fuese a Trujillo e hiciese venir a Cortés; porque aqueste religioso era su pariente, y hombre que antes que se metiese fraile había sido soldado e hombre de guerra, y sabía de negocios, y los frailes lo hubieron por bien, y el fraile Altamirano, que lo tenía en voluntad. Dejemos de hablar en el viaje del fraile, que se está apercibiendo, y diré que, como el factor y veedor estaban presos, y pareció ser que, como dicho tengo otras veces, el contador andaba muy doblado y de mala voluntad, y viendo que las cosas de Cortés se hacían prósperamente; y como el factor solía tener por amigos a muchos hombres bandoleros que siempre quisieron cuestiones y revueltas, y porque tenían buena voluntad al factor y al Chirinos, porque les daban pesos de oro e indios, acordaron de se juntar muchos dellos, y aun algunas personas de calidad y de todos jaeces, y tenían concertado el soltar al factor y al veedor, y de matar al tesorero y a los carceleros, y dicen que lo sabía el contador e se holgaba mucho dello; y para ponerlo en efecto hablaron muy secretamente a un cerrajero que hacía ballestas, que se decía Guzmán, hombre soez, que decía gracias y chocarrerías; y le dijeron muy secreto que les hiciese unas llaves para abrir las puertas de la cárcel y de las redes donde estaba el factor y el veedor, y que se lo pagarían muy bien, y le dieron un pedazo de oro en señal de la hechura de las llaves, y le previnieron y dijeron y encargaron que mirase que lo tuviese muy secreto; y el cerrajero dijo con palabras muy halagüeñas e alegres que le placía, y que hubiesen ellos más secreto de lo que mostraban, pues aquel caso en que tanto iba, se lo descubrieron a él, sabiendo quién era, que no lo descubriesen a otros, y que se holgaba que el factor y veedor saliesen de la prisión; y preguntándoles que quiénes y cuántos eran en el negocio, e adónde se habían de llegar cuando fuesen a hacer aquella buena obra, e qué día e qué hora, y todo se lo decían muy claramente, según lo tenían acordado; y comenzó a forjar unas llaves según la forma de los moldes que le traían para hacerlas, y no para que las hiciese perfectas ni podrían abrir con ellas, y esto hacía adrede, porque fuesen y viniesen a su tienda a la obra de las llaves para que las hiciese buenas, y entre tanto saber más de raíz el concierto que estaba hecho; y mientras más se dilató la hechura de las llaves, mejor lo alcanzó a saber; y venido el día que habían de ir con sus llaves, que ya había hecho buenas, y todos puestos a punto con sus armas, fue el cerrajero de presto en casa del tesorero, Alonso de Estrada y le da relación dello, y sin más dilación, cuando lo supo el tesorero, envía secretamente a percibir a todos los que eran del bando de Cortés, sin hacerlo saber al contador, y van a la casa donde estaban recogidos los que habían de soltar al factor, y de presto prenden hasta veinte hombres de los que estaban armados, y otros se huyeron, que no se pudieron haber; y hecha la pesquisa a qué se habían juntado, hallóse que era para soltar a los por mí nombrados y matar al tesorero; y allí también se supo que el contador lo había por bien; y como había entre ellos tres o cuatro hombres muy revoltosos y bandoleros, y en todas las cizañas y revueltas que en México en aquella sazón habían pasado, se habían hallado, y aun el uno dellos había hecho fuerza a una mujer de Castilla: después que se hizo proceso contra ellos, el cual hizo un bachiller que se decía Ortega, que estaba por alcalde mayor y era de su tierra de Cortés, sentenció los tres dellos a ahorcar y a otros a azotar, y decíanse los que ahorcaron, el uno Pastrana y el otro Valverde y el otro Escobar, y los que azotaron no me acuerdo sus nombres; y el cerrajero se escondió por muchos días, que hubo miedo no le matase la parcialidad del factor por haber descubierto aquello que con tanto secreto se lo dijeron. Dejemos de hablar en esto, pues que ya son muertos, y aunque vaya tan gran salto, como diré, fuera de nuestra relación, también lo que ahora diré viene a coyuntura, y es que, como el factor hubo enviado la nao con todo el oro que pudo haber, para su majestad, según dicho tengo en los capítulos pasados, y escribió a su majestad que Cortés era muerto, y cómo se le hicieron las honras, e hizo saber otras cosas que le convenían, y enviaba a suplicar a su cesárea majestad que le hiciese merced de la gobernación; pareció ser que en la misma nao que él envió sus despachos iban otras cartas muy encubiertas, que el factor no pudo saber dellas; las cuales cartas eran para su majestad, y que supiese todo lo que pasaba en la Nueva-España y de las injusticias y cosas atroces que el factor y veedor habían hecho; y además desto, ya tenía su majestad relación dello por parte de la audiencia real de Santo Domingo y de los frailes jerónimos, cómo Cortés era vivo y que estaba sirviendo a su real corona en conquistar y poblar la provincia de Honduras; y de que los del real consejo de las Indias y el comendador mayor de León lo supieron, lo hicieron saber a su majestad; y entonces dicen que dijo el emperador nuestro señor. "Mal hecho ha sido todo lo que han hecho en la Nueva-España en se saber levantado contra Cortés, y mucho me han deservido; pues es vivo (téngole por tal), y serán castigados por justicia los malhechores en llegando que llegue a México." Volvamos a nuestra relación, y es, que el fraile Altamirano se embarcó en el puerto de la Veracruz, según estaba acordado, y con buen tiempo en pocos días llegó al puerto de Trujillo, donde estaba Cortés; y cuando los de la villa y Cortés vieron un navío poderoso venir a la vela hacia el puerto, luego pensaron lo que fue, que venía de la Nueva-España para le llevar a México. Y como hubo tomado puerto, y salió el fraile a tierra muy acompañado de los que traía en su compañía, y Cortés conoció algunos dellos que había visto en México, todos le fueron a besar las manos, y el fraile le abrazó, y con palabras muy santas y buenas se fueron a la iglesia a hacer oración, y desde allí a los aposentos, adonde el padre fray Diego Altamirano le dijo que era su primo, y le contó lo acaecido en México, según más largamente lo tengo escrito, y lo que Francisco de las Casas había hecho por Cortés, y cómo era ido a Castilla; todo lo cual que le dijo el fraile, lo sabía Cortés por la carta del licenciado Zuazo, como dicho tengo en el capítulo que dello habla; y Cortés mostró gran sentimiento dello, y dijo que, pues nuestro señor Dios fue servido que aquello pasase, que le daba muchas gracias por ello y por estar México ya en paz; y que él se quería ir luego por tierra, porque por la mar no se atrevía, porque, como se hubo embarcado la otra vez dos veces, y no pudo navegar porque las aguas vienen muy corrientes y contrarias, y había de ir siempre con trabajo, y también como estaba flaco. Luego le dijeron los pilotos que en aquel tiempo era en el mes de abril, y que no hay corrientes y es la mar bonanza; por manera que acordó de embarcarse; y no se pudo hacer luego a la vela, hasta que viniese el capitán Gonzalo de Sandoval, que le había enviado a unos pueblos que se dicen Olancho, que estaban de allí hasta cincuenta y cinco leguas, porque había ido pocos días había a echar de aquella tierra un capitán de Pedro Arias de Ávila, que se decía Rojas, el que había enviado Pedro Arias a descubrir tierras y buscar minas desde Nicaragua, después que hubo degollado al Francisco Hernández, como dicho tengo; porque, según pareció, los indios de aquella provincia de Olancho se vinieron a quejar a Cortés cómo muchos soldados de los de Nicaragua les tomaban sus hijas y sus mujeres, y les robaban sus gallinas y todo lo que tenían; y el Sandoval fue con brevedad, y llevó sesenta hombres, y quiso prender al Rojas, y por ciertos caballeros que se metieron de por medio de la una parte y de la otra, los hicieron amigos, y aun le dio el Rojas al Sandoval un indio paje para que le sirviese; y luego en aquella sazón llegó la carta de Cortés al Sandoval para que luego sin más dilación se viniese con todos sus soldados, y le dio relación de cómo vino el fraile, y todo lo acaecido en México; y como lo entendió, hubo mucho placer y no veía la hora de dar vuelta, y vino en posta después de haber echado de allí al Rojas; y luego Cortés, como vio al Sandoval, hubo mucho placer, e da sus instrucciones al capitán Saavedra, que quedaba por su teniente en aquella provincia, y lo que tenía de hacer; y escribió al capitán Luis Marín y a todos nosotros que luego nos fuésemos camino de Guatemala, y nos hizo saber lo acaecido en México, según y de la manera que aquí se hace mención, y lo de la venida del fraile, y de la prisión del factor y veedor, según y como aquí va declarado; y también mandó que el capitán Godoy, que quedaba en Puerto de Caballos poblado, se pasase a Naco con toda su gente; las cuales cartas dio a Saavedra para que con gran diligencia nos las enviase, y el Saavedra no quiso encaminarlas, por malicia, y se descuidó; y supimos que de hecho no quiso darlas; que nunca supimos dellas. Y volviendo a nuestra relación: Cortés se embarcó con todos sus amigos, y con buen tiempo llegó en el paraje de la Habana, y porque le hizo mejor tiempo que para la Nueva-España, fue al puerto; con el cual se holgaron todos los vecinos de la Habana sus conocidos, y tomaron refresco; y supo nuevas, de un navío que había pocos días que había aportado e venido de la Nueva-España, que estaba en paz e sosegado México, y que el peñol de Coatlan, como supieron los indios, que en él estaban hechos fuertes y daban guerra a los españoles, que Cortés y los conquistadores éramos vivos, vinieron de paz al tesorero debajo de ciertas condiciones. Y pasaré adelante.
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Cómo el licenciado Zuazo envió una carta desde la Habana a Cortés, y lo que en ella se contiene es lo que diré adelante Pues como hubo tomado puerto el navío que dicho tengo, un hidalgo que venía por capitán dél cuando saltó en tierra luego fue a besar las manos a Cortés y le dio una carta del licenciado Zuazo; y después que Cortés la hubo leído, tomó tanta tristeza, que luego comenzó al parecer a sollozar en su aposento, y no salió de donde estaba hasta otro día por la mañana, que era sábado, e mandó que se dijese misa de nuestra señora muy de mañana; e después de dicha misa, nos rogó que le escuchásemos, y sabríamos nuevas de la Nueva-España, cómo echaron fama que todos éramos muertos, y cómo nos habían tomado nuestras haciendas y las habían vendido en el almoneda, y quitado nuestros indios y repartido en otros españoles, sin tener mérito, y comenzó a leer la carta, y decía así. E lo primero que leyó fue las nuevas que vinieron de Castilla de su padre Martín Cortés y de Ordás y cómo el contador Albornoz le había sido contrario en las cartas que escribió el Albornoz a su majestad y al obispo de Burgos, y lo que su majestad sobre ellas había mandado proveer, de enviar al almirante de Santo Domingo con seiscientos hombres, según ya lo tengo dicho en el capítulo que dello habla; y cómo el duque de Béjar quedó por su fiador, y puso su estado y cabeza por el Cortés y por nosotros, que éramos muy leales servidores de su majestad; y otras cosas que ya las he referido en el capítulo que dello habla. Y cómo al capitán Narváez le dieron una conquista del río de Palmas, y que a un Nuño de Guzmán le dieron la gobernación de Pánuco, y que el obispo de Burgos era fallecido; y en las cosas de la Nueva-España dijo que, como Cortés hubo dado en Guazacualco los poderes y provisiones al factor Gonzalo de Salazar y a Pedro Almíndez Chirinos para ser gobernadores de México si viesen que el tesorero Alonso de Estrada y el contador Albornoz no gobernaban bien, así como llegaron a México el factor y veedor con sus poderes, se hicieron muy amigos del mismo licenciado Zuazo, que era alcalde mayor, y de Rodrigo de Paz, que era alguacil mayor, y de Andrés de Tapia y Jorge de Alvarado, y de todos los demás conquistadores de México; y cuando se vio el factor y veedor con tantos amigos de su vanda, dixo que el factor y el veedor habían de gobernar, y no el tesorero ni el contador, y sobre ello hubo muchos ruidos y muertes de hombres, los unos por favorecer al factor y al veedor, y otros por ser amigos del tesorero y el contador; de manera que quedaron con el cargo de gobernadores el factor y veedor, y echaron presos a los contrarios, tesorero y contador, y a otros muchos que fueron en su favor, y cada día había cuchilladas y revueltas, y que los indios que vacaban los daban a sus amigos, aunque no tenían méritos; y que al licenciado Zuazo que no le dejaban hacer justicia, y que al Rodrigo de Paz le habían echado preso porque les iba a dar la mano, y que el mismo licenciado Zuazo los volvió a concertar y hacer amigos, así al factor e tesorero y contador e a Rodrigo de Paz, y que estuvieron ocho días en concordia. Y que en esta sazón se levantaron ciertas provincias que se decían los zapotecas y minxes, y un pueblo y fortaleza donde había un gran peñol que se dice Coatlan, y que enviaron a él muchos soldados de los que habían venido nuevamente de Castilla y de otros que no eran conquistadores, y envió por capitán dellos al veedor Chirinos, y que gastaban muchos pesos de oro de las haciendas de su majestad y lo que estaba en su real caja, y que llevaban tantos bastimentos al real donde estaban, que todo era behetrías y juegos de naipes, y que a los indios no se les daba por ellos cosa ninguna; y que de repente de noche se salían los indios del peñol y daban en el real del veedor, y le mataron ciertos soldados y le hirieron otros muchos, y a esta causa envió al factor con el mismo cargo a un capitán de los de Cortés, que se decía Andrés de Monjaraz, para que estuviese en compañía del veedor, porque este Monjaraz se había hecho muy amigo del factor, y en aquella sazón estaba tullido el Monjaraz de bubas, que no era para hacer cosa que buena fuese, y los indios estaban muy victoriosos, y que México estaba cada día para se alzar. Y que el factor procuró por todas vías de enviar oro a Castilla a su majestad e al comendador mayor de León don Francisco de los Cobos; porque en aquella sazón echó fama el factor que Cortés y todos nosotros éramos muertos en poder de indios, en un pueblo que se dice Xicalango, y en aquel tiempo había venido de Castilla Diego de Ordás, que es el que Cortés hubo enviado por procurador de la Nueva-España, y lo que procuró fue para él una encomienda de Santiago, y trajo por cédula de su majestad sus indios y unas armas del volcán que está cabe Guaxocingo, y que como llegó a México, dijo el Ordás que quería ir a buscar a Cortés, y esto fue porque vio las revueltas y cizañas, y que se hizo muy amigo del factor, y fue por la mar a ver si era vivo o muerto Cortés, con un navío grande y un bergantín, y fue costa a costa hasta que llegó a un pueblo que se dice Xicalango, adonde habían muerto al Simón de Cuenca y al capitán Francisco de Medina y a los españoles que consigo estaban, según más largo lo tengo escrito en el capítulo que dello habla; y como aquella nueva supo el Ordás, se volvió a Nueva-España, y sin desembarcar en tierra escribió al factor con unos pasajeros, que tiene por cierto que Cortés es muerto. Y como echó esta nueva el Ordás, en el mismo navío que fue en busca de Cortés, luego atravesó a la isla de Cuba a comprar becerras y yeguas. Y cuando el factor vio la carta de Ordás, la anduvo mostrando en México a unos y a otros, y echó fama que era muerto Cortés y todos los que con él fuimos, e se puso luto, e hizo hacer un túmulo e monumento en la iglesia mayor de México, e hizo las honras por Cortés; y luego se hizo pregonar con trompetas y atabales por gobernador y capitán general de la Nueva-España, y mandó que todas las mujeres que se habían muerto sus maridos en compañía de Cortés, que hiciesen bien por sus almas y se casasen, y aun lo envió a decir a Guazacualco e a otras villas; e porque una mujer de un Alonso Valiente, que se decía Juana de Mansilla, no se quiso casar, y dijo que su marido y Cortés y todos nosotros éramos vivos, y que no éramos los conquistadores viejos personas de tan poco ánimo como los que estaban en el peñol de Coatlan con el veedor Chirinos, porque los indios les daban guerra, y no ellos a los indios, y que tenía esperanza en Dios que presto vería a su marido Alonso Valiente y a Cortés y a todos los demás conquistadores viejos de vuelta para México, y que no se quería casar; porque dijo estas palabras la mandó el factor azotar por las calles públicas de México, por hechicera; y también, como hay en este mundo hombres traidores aduladores, y era uno dellos uno que le teníamos por hombre honrado, que por su honor aquí no le nombro, dijo al factor delante otras muchas personas que estaba malo de espanto porque, yendo una noche pasada cerca del Taltelulco, que es la iglesia de señor Santiago, donde solía estar el ídolo mayor, que se decía Huichilobos, que vio en el patio que se ardían en vivas llamas el alma de Cortés y de doña Marina e la del capitán Sandoval, e que de espanto dello estaba muy malo. También vino otro hombre que no nombro, que también le tenían en buena reputación, e dijo al factor que andaban en los patios de Tezcuco unas cosas malas, y que decían los indios que era el alma de doña Marina y la de Cortés; y todas eran mentiras y traiciones, sino por se congraciar con el factor dijeron aquello, o el factor se lo mandó decir. Y en aquel tiempo había llegado a México Francisco de las Casas y Gil González de Ávila, que son los capitanes por mí muchas veces nombrados, que degollaron a Cristóbal de Olí; y de que el de las Casas vio aquellas revueltas y que el factor se había hecho pregonar por gobernador, dijo públicamente que era mal hecho, y que no se había de consentir tal cosa, porque Cortés era vivo, y que él así lo creía, e que ya que eso fuese, lo cual Dios no permitiese, que para gobernador, que más persona y caballero y más méritos tenía Pedro de Alvarado que no el factor, y que le enviasen a llamar al Pedro de Alvarado; y secretamente su hermano Jorge de Alvarado y aún el tesorero y otros vecinos mexicanos le escribieron para que se viniese en todo caso a México con todos los soldados que tenía, y que procurarían de le dar la gobernación hasta saber si Cortés era vivo, y enviar a hacer saber a su majestad si fuese servido mandar otra cosa; e que ya que el Pedro de Alvarado con aquellas cartas se venía para México, tuvo temor del factor, según las amenazas le envió a decir al camino que le mataría; e como supo que habían ahorcado a Rodrigo de Paz y preso al licenciado Zuazo, se volvió a su conquista; y en aquel tiempo que había recogido el factor cuanto oro pudo haber en México y Nueva-España, para hacer con ello mensajero a su majestad, y enviar con ello a un su amigo que se decía Peña con sus cartas secretas, y el Francisco de las Casas y el licenciado Zuazo y Rodrigo de Paz se lo contradijeron, y aun también el tesorero y contador, que hasta saber nuevas ciertas si Cortés era vivo, que no hiciese relación que era muerto, pues no lo tenían por cierto, y que si oro quería enviar a su majestad de sus reales quintos, que era muy bien, mas que fuese juntamente con parecer y acuerdo del tesorero y contador, y no sólo en su nombre; y porque lo tenían ya en los navíos y para hacerse a la vela con ello, fue el de las Casas con mandamiento del alcalde mayor Zuazo y con favor de Rodrigo de Paz y de los demás oficiales de la hacienda de su majestad y conquistadores, que detuviesen el navío hasta que escribiesen a nuestro rey de la manera que estaba la Nueva-España; porque, según pareció, el factor no consentía que otras personas escribiesen, sino solamente sus cartas; y después que el factor vio que el de las Casas y el licenciado no eran buenos amigos y le iban a la mano, luego los mandó prender, e hizo proceso contra el Francisco de las Casas y contra el Gil González de Ávila sobre la muerte de Olí, y los sentenció a degollar, y de hecho quería ejecutar la sentencia, por más que apelaban ante su majestad; y con gran importunidad les otorgó la apelación, y los envió Castilla presos con los procesos que contra ellos hizo; y hecho esto, da luego tras el mismo Zuazo, y que en justo y en creyente lo arrebataron y llevaron en una acémila al puerto de la Veracruz y le embarcaron para la isla de Cuba, diciendo que porque fuese a dar residencia del tiempo que fue en ella juez; y que al Rodrigo de Paz, que le echó preso y le demandó el oro y plata que era de Cortés, porque como su mayordomo sabía dello, diciendo que lo tenía escondido, porque lo quería enviar a su majestad, pues era de los bienes que tenía Cortés usurpados a su majestad; y porque no lo dio, pues era claro que no lo tenía, sobre ello le dio tormento, y con aceite y fuego le quemó los pies y aun parte de las piernas, y estaba muy flaco y malo de las prisiones, y para morir; y no contento con los tormentos, viendo el factor que si le daba vida, que se iría a quejar dél a su majestad, le mandó ahorcar por revoltoso y bandolero. Y que a todos los demás soldados y vecinos de México que eran de la banda de Cortés los mandó prender, y se retrajeron, en la casa de los frailes franciscanos Jorge de Alvarado y Andrés de Tapia, y todos los demás que eran con Cortés, puesto que otros muchos conquistadores se allegaron al factor porque les daba buenos indios, y que andaban "a viva quien vence", y que en la casa de la munición de las armas todas las sacó el factor y las mandó llevar a sus palacios, y que la artillería que estaba en la fortaleza y atarazanas las mandó asestar delante de sus casas, e hizo capitán de ella a un don Luis de Guzmán, deudo del duque de Medina-Sidonia, y puso por capitán de su guarda a un Archiaga o Artiaga, que ya no se me acuerda el nombre, y para guarda de su persona a un Ginés Nortes y un Pedro González Sabiote, y otros soldados que eran de los de Cortés, y más decía en la carta que escribió Zuazo a Cortés, que mirase que fuese luego a poner recaudo en México, porque, demás de todos estos males y escándalos, había otros peores, que había escrito el factor a su majestad que le habían hallado en su recámara de Cortés un cuño con que marcaba el oro que los indios le traían a escondidas, e que no pagaba quimo dello; y también dijo que porque viese cuál andaba la cosa en México, que porque un vecino de Guazacualco que vino a aquella ciudad a demandar unos indios que en aquel tiempo vacaron por muerte de otro vecino de los que estaban poblados en la villa, por muy secretamente que dijo el vecino de Guazacualco a una mujer donde posaba, que por qué se había casado, que ciertamente era vivo su marido y todos los que fueron con Cortés, y dio causas y razones para ello; como lo supo el factor, que luego le fueron con la partería, envió por él a cuatro alguaciles, y lo llevaron engarrafado a la cárcel, y lo quería mandar ahorcar por revolvedor hasta que el pobre vecino, que se decía Gonzalo Hernández, tornó a decir que, como vido llorar a la mujer por su marido, que por la consolar lo había dicho que era vivo, mas que ciertamente todos éramos muertos; y luego le dio los indios que demandaba, y le mandó que no estuviese más en México y que no dijese otra cosa, porque le mandaría ahorcar; y más decía en el cabo de su carta: "Esto que aquí escribo a vuestra merced, pasa así, y dejélos allá, y embarcáronme preso, y trajeronme con grillos aquí donde estoy." Y después que Cortés la hubo leído, estábamos tan tristes y enojados; así del Cortés, que nos trajo con tantos trabajos, como del factor, y echábamosle dos mil maldiciones, así al uno como al otro, y se nos saltaban los corazones de coraje. Pues Cortés no pudo tener las lágrimas, que con la misma carta se fue luego a encerrar a su aposento, y no quiso que le viésemos hasta más de mediodía, y todos nosotros aun le dijimos e rogamos que luego se embarcase en tres navíos que allí estaban, y que nos fuésemos a la Nueva-España; y él nos respondió muy amorosa y mansamente, y nos dijo: "¡Oh hijos y compañeros míos, que veo por una parte aquel mal hombre del factor, que está muy poderoso, y temo cuando sepa que estamos en el puerto, no haga otras desvergüenzas y atrevimientos aún más de lo que ha hecho, o me mate o ahogue o eche preso, así a mí como a vuestras personas; yo me embarcaré luego con el ayuda de Dios, y ha de ser solamente con cuatro o cinco de vuestras mercedes, y tengo de ir muy secretamente a desembarcar a puerto que no sepan en México de nosotros, hasta que desconocidos entremos en la ciudad; y demás desto, Sandoval está en Naco con pocos soldados, y ha de ir por tierra de guerra, en especial por Guatemala, que no está en paz. Conviene que vos, señor Luis Marín, con todos los compañeros que aquí vinisteis en mi busca, os volvais y os junteis con Sandoval, y se vayan camino de México". Dejemos esto, y quiero volver a decir que luego que Cortés escribió al capitán Francisco Hernández, que estaba en Nicaragua, que fue el que enviaba a buscar puerto con el Pedro de Garro, y se le ofreció Cortés que haría por él todo lo que pudiese, y le envió dos acémilas cargadas de herraje, porque sabía que tenía falta dello, y también le envió herramientas de minas, y ropas ricas para su vestir, y cuatro tazas y jarros de plata de su vajilla, y otras joyas de oro; lo cual entregó a un hidalgo que se decía fulano de Cabrera, que fue uno de los cinco soldados que fueron con nosotros en busca de Cortés; y este Cabrera fue después capitán de Benalcázar, y fue muy esforzado capitán y extremado hombre por su persona, natural de Castilla la Vieja; el cual fue maestre de campo de Blasco Núñez Vela, e murió en la misma batalla que murió el virrey. Quiero dejar cuentos viejos, y quiero decir que como yo vi que Cortés se había de ir a la Nueva-España por la mar, le fui a pedir por merced que en todo caso me llevase en su compañía, y que mirase que en todos sus trabajos y guerras me había hallado siempre a su lado y le había ayudado, y que ahora era tiempo que yo conociese dél si tenía respeto a los servicios que yo le había hecho, y amistad y ruego presente. Entonces me abrazó y me dijo: "Pues si os llevo conmigo, ¿quién irá con Sandoval? Ruégoos, hijo, que vayáis con vuestro amigo Sandoval; que yo os prometo y empeño estas barbas yo os haga muchas mercedes, que bien os lo debo antes de ahora." En fin, no aprovechó cosa ninguna, que no me dejó ir consigo. También quiero decir cómo estando que estábamos en aquella villa de Trujillo, un hidalgo que se decía Rodrigo Mañueco, maestresala de Cortés, hombre de palacio, por dar contento y alegría a Cortés, que estaba muy triste, y tenía razón, apostó con otros caballeros que subiría armado de todas armas a una casa que nuevamente habían hecho los indios de aquella provincia para Cortés, según lo he declarado en el capítulo que dello habla, las cuales casas estaban en un cerro algo alto; y subiendo armado, reventó al subir de la cuesta, y murió dello; y asimismo, como vieron ciertos hidalgos de los que halló Cortés en aquella villa que no les dejaba cargos, como ellos quisieran, estaban revolviendo bandos, e Cortés los apaciguó con decir que los llevaría en su compañía a México, e que allá les daría cargos honrosos. Y dejémoslo aquí, y diré lo que Cortés más hizo, y es, que mandó a un Diego de Godoy, que había puesto por capitán en el Puerto de Caballos, con ciertos vecinos que estaban malos, y no se podían valer de pulgas y mosquitos y no tenían con qué se mantener, que todas estas miserias tenían, que se pasasen a Naco, pues era buena tierra, e que nosotros nos fuésemos con el capitán Luis Marín camino de México, e si hubiese lugar, fuésemos a ver la provincia de Nicaragua, para demandarla a su majestad en gobernación que aun de aquello tenía codicia Cortés para tomarla por gobernación el tiempo andando, si aportase a México; y después que Cortés nos abrazo y nosotros a él, y le dejamos embarcado, se fue a la vela para su vía de México, y nosotros partimos para Naco, y muy alegres en saber que habíamos de caminar la vía de México. Y con muy gran trabajo y falta de comida llegamos a Naco, y Sandoval se holgó con nosotros, y cuando llegamos, ya el Pedro de Garro, con todos sus soldados, se habla despedido del Sandoval, y se fue muy gozoso a Nicaragua a dar cuenta a su capitán Francisco Hernández de lo que había concertado con Sandoval; y luego otro día que llegamos a Naco nos partimos y fuimos camino de México, y los soldados de la compañía de Garro que habían ido con nosotros a Trujillo se fueron camino de Nicaragua con el presente y carta que Cortés enviaba a Francisco Hernández. Dejare de decir de nuestro camino, y diré lo que sobre el presente sucedió a Francisco Hernández con el gobernador Pedro Arias de Ávila.
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Cómo fueron por la posta de Nicaragua ciertos amigos del Pedro Arias de Ávila a hacerle saber cómo Francisco Hernández, que envió por capitán a Nicaragua, se carteaba con Cortés y se le había alzado con las provincias de Nicaragua, y lo que sobre ello Pedro Arias hizo Como un soldado que se decía fulano Garabito, y un Compañón, y otro que se decía Zamorano eran íntimos amigos de Pedro Arias de Ávila, gobernador de Tierra-Firme, vieron que Cortés había enviado presentes a Francisco Hernández, y habían entendido que Pedro de Garro y otros soldados hablaban secretamente con el Francisco Hernández, tuvieron sospecha que quería dar aquellas provincias e tierras a Cortés; y demás desto, el Garabito era amigo de Cortés, porque siendo mancebos, en la isla de Santo Domingo el Cortés le había acuchillado sobre amores de una mujer; y como el Pedro Arias lo alcanzó a saber, por cartas y mensajeros, viene más que de paso con gran copia de soldados a pie y a caballo, y prende al Francisco Hernández; e ya el Pedro de Garro, como alcanzó a saber que venía el Pedro Arias, y muy enojado contra él, de presto se huyó y se vino a nosotros, y si el Francisco Hernández quisiera venir, tiempo tuvo para hacer lo mismo, y no quiso, creyendo que Pedro Arias lo hiciera de otra manera con él, porque habían sido muy grandes amigos; y después que el Pedro Arias hubo hecho proceso contra el Francisco Hernández, y halló que se le alzaba, por sentencia le degolló en la misma villa donde estaba poblando, y en esto paró la venida de Garro y los presentes de Cortés. Y dejarlo he aquí, y diré cómo Cortés volvió al puerto de Trujillo con tormenta, y lo que más pasó.
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Cómo yendo Cortés por la mar la derrota de México tuvo tormenta, y dos veces tornó arribar al puerto de Trujillo, y lo que allí le avino Pues como dicho tengo en el capítulo pasado que Cortés se embarcó en Trujillo para ir a México, pareció ser tuvo tormentas en la mar, unas veces con viento contrario, e otra vez se le quebró el mástil del trinquete y mandó arribar a Trujillo; y como estaba flaco y mal dispuesto y quebrantado de la mar, y muy temeroso de ir a la Nueva-España, por temor no le prendiese el factor, parecióle que no era bien ir en aquella sazón a México; y desembarcado en Trujillo, mandó decir misas al Espíritu Santo y procesión y rogativas a nuestro señor Dios y a santa María nuestra señora la virgen, que le encaminase lo que más fuese para su santo servicio; y pareció ser el Espíritu Santo le alumbró de no ir por entonces aquel viaje, sino que conquistase y poblase aquella tierra; y luego sin más dilatación envió por la posta a mata-caballo tres mensajeros tras nosotros, que íbamos camino de México e nos envió sus cartas rogándonos que no pasásemos mis adelante, y que conquistásemos y poblásemos la tierra, porque el buen ángel de la guarda se lo había alumbrado y puesto en el pensamiento, y que él así lo piensa hacer. Y cuando vimos la carta y que tan de hecho lo mandaba, no lo pudimos sufrir y le echábamos mil maldiciones, y que no hubiese ventura en todo cuanto pusiese mano y se le perdiese como nos había echado a perder; y demás desto, dijimos todos a una al capitán Sandoval que si quería poblar, que se quedase con los que quisiese, que harto conquistados y perdidos nos traía, y que jurábamos que no le habíamos de aguardar más, sino irnos a las tierras de México, que ganamos; y asimismo el Sandoval era de nuestro parecer; y lo que con nosotros pudo acabar fue que le escribiésemos por la posta con los mismos sus mensajeros que nos trajeron las cartas, dándole a entender nuestra voluntad; y en pocos días recibió nuestras cartas con firmas de todos; y las respuestas que a ellas nos dio, fue ofrecerse en gran manera a los que quisiésemos quedar a poblar aquella tierra, y en cabo de aquella carta traía una cortapisa que decía que si no le querían obedecer como lo mandaba, que en Castilla y en todas partes había soldados. Y de que aquella respuesta vimos, todos nos queríamos ir camino de México e perderle la vergüenza; y como aquello vio el Sandoval, muy afectuosamente y con grandes ruegos nos importunó que aguardásemos algunos días, que él en persona iría a hacer embarcar a Cortés; y le escribimos en respuesta de la carta, que ya había de tener compasión y otro miramiento del que tiene, de habernos traído de aquella manera, y que por su causa nos han robado y vendido nuestras haciendas y tomado los indios; y los más soldados que allí con nosotros estaban, que eran casados, dijeron que ni sabían de sus mujeres e hijos; y le suplicamos todos que luego se volviese a embarcar y se fuese camino de México; porque, así como dice que hay soldados en Castilla y en todas partes, que también sabe que hay gobernadores y capitanes puestos en México, e que do quiera que llegaremos nos darán nuestros indios aunque les pese, y no le estaremos a Cortés aguardando que por su mano nos los dé; y luego fue Sandoval, y llevó en su compañía a un Pedro de Saucedo "el Romo", y a un herrador que se decía Francisco Donaire, y llevó consigo su buen caballo, que se decía Motilla, y juró que había de hacer embarcar a Cortés y que se fuese a México. Y porque he traído aquí a la memoria del caballo Motilla, fue de mejor carrera y revuelto, y en todo de buen parecer, castaño oscuro, que hubo en la Nueva-España; y tanto fue de bueno, que su majestad tuvo noticia dél, y aun el Sandoval se lo quiso enviar presentado. Dejemos de hablar del caballo Motilla, y volvamos a decir que Sandoval me demandó a mí mi caballo, que era muy bueno, así de juego como de carrera y de camino, y este caballo hube en seiscientos pesos, que solía ser de un Abalos hermano de Saavedra, porque otro que traje me lo mataron en una entrada de un pueblo que se dice Zulaco, que me había costado en aquella sazón sobre seiscientos pesos; y el Sandoval me dio otro de los suyos a trueco del que le di, que no me duró el que me dio dos meses, que también me lo mataron en otra guerra; y no me quedó sino un potro muy ruin que había mercado de los mercaderes que vinieron a Trujillo, como otras veces he dicho en el capítulo que dello habla. Volvamos a nuestra relación, y dejemos de contar de las averías de caballos y de mi trabajo, e que antes que Sandoval de nosotros partiese nos habló a todos con mucho amor y dejó a Luis Marín por capitán, y nos fuimos luego a unos pueblos que se dicen Maniani, y desde allí a otro pueblo que en aquella sazón era de muchas casas, que se decía Acalteca, y que allí esperásemos la respuesta de Cortés; y en pocos días llegó Sandoval a Trujillo, y se holgó mucho el Cortés de ver al Sandoval, y como vio lo que le escribíamos, no sabía qué consejo tomar, porque ya había mandado a su primo Saavedra, que era capitán, que fuese con todos los soldados a pacificar los pueblos que estaban de guerra; y por más palabras e importunaciones que el Sandoval dijo a Cortés y Pedro de Saucedo "el Romo" para que se fuese a la Nueva-España, nunca se quiso embarcar. Y lo que pasó diré adelante.
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Cómo Cortés envió un navío a la Nueva-España, y por capitán de él a un criado suyo que se decía Martín de Orantes, y con cartas y poderes para que gobernase Francisco de las Casas y Pedro de Alvarado si allí estuviese, y si no, el Alonso de Estrada y el Albornoz Pues como Gonzalo de Sandoval no pudo acabar que Cortés se embarcase, sino que todavía quiso conquistar y poblar aquella tierra, que en aquella sazón era bien poblada y había fama de minas de oro, fue acordado por Cortés e Sandoval que luego sin más dilación enviase un navío a México con un criado suyo que se decía Martín de Orantes, hombre diligente, que se podía fiar en él cualquier negocio de importancia, y fuese por capitán del navío, y llevó poderes para Pedro de Alvarado y Francisco de las Casas, si estuviesen en México, para que fuesen gobernadores de la Nueva-España hasta que Cortés fuese; y si no estaban en México, que gobernase el tesorero Alonso de Estrada y el contador Albornoz, según y de la manera que les había de antes dado el poder; y revocó los poderes del factor y veedor, y escribió muy amorosamente, así al tesorero como a Albornoz, puesto que supo de las cartas contrarias que hubo escrito a su majestad contra Cortés; y también escribió a todos sus amigos los conquistadores, e a los monasterios de San Francisco y frailes y mandó al Martín de Orantes que fuese a desembarcar a una bahía entre Pánuco y la Veracruz; y así se lo mandó Cortés al piloto y marineros, y aun se lo pagó muy bien, y que no echasen en tierra otra persona, salvo al Martín de Orantes, y que luego en echándolo en tierra, alzasen anclas y diesen velas y se fuesen a Pánuco. Pues ya dado uno de los mejores navíos de los tres que allí estaban, y metido matalotaje, y después de haber oído misa, dan velas, y quiere nuestro señor darles tan buen tiempo, que en pocos días llegaron a la Nueva-España, y vanse derechamente a la bahía cerca de Pánuco, la cual bahía sabía muy bien el Martín de Orantes; y como saltó en tierra, dando muchas gracias a Dios por ello, luego se disfrazó el Martín de Orantes porque no le conociesen, y quitó sus vestidos, y tomó otros como de labrador, porque así le fue mandado por Cortés, y aun llevó hechos los vestidos de Trujillo; y con todas sus cartas y poderes bien liados en el cuerpo, de manera que no hiciesen bulto, iba a más andar por su camino a pie, que era suelto peón, a México, y cuando llegaba a los pueblos de indios donde había españoles, metíase entre los indios por no tener pláticas, no le conociesen los españoles; e ya que no podía menos de tratar con españoles, no le podían conocer, porque ya había dos años y tres meses que salimos de México y le habían crecido las barbas, y cuando le preguntaban algunos cómo se llamaba, adónde iba o venía, que acaso no podía menos de responderles, decía que se decía Juan de Flechilla e que era labrador; por manera que en cuatro días que salió del navío, entró en México de noche y se fue a la casa de los frailes de señor san Francisco, donde halló muchos retraídos, y entre ellos a Jorge de Alvarado y a Andrés de Tapia, y a Juan Núñez de Mercado e a Pedro Moreno Medrano, y a otros conquistadores y amigos de Cortés; y como vieron al Orantes y supieron que Cortés era vivo, y vieron sus cartas, no podían estar de placer los unos e los otros, y saltaban y bailaban; pues los frailes franciscanos, y entre ellos fray Toribio Motolinea y un fray Diego Altamirano, daban todos saltos de placer y muchas gracias a Dios por ello, y luego sin más dilación cierran todas sus puertas del monasterio, porque ninguno de los traidores, que había muchos, fuesen a dar mandado ni hubiese pláticas sobre ello; y a media noche lo hacen saber al tesorero y al contador Albornoz y a otros amigos de Cortés, y así como lo supieron, sin hacer ruido, vinieron a San Francisco y vieron los poderes que Cortés les enviaba, y acordaron sobre todas cosas de ir a prender al factor; y toda la noche se les fue en apercibir amigos e armas para otro día por la mañana le prender, porque el veedor en aquel tiempo estaba sobre el peñol de Coatlan; y como amaneció, fue el tesorero con todos los del bando de Cortés, y el Martín de Orantes con ellos, porque le conociesen y se alegrasen; y fueron a las casas del factor diciendo: "Viva, viva el rey nuestro señor, y Hernando Cortés en su real nombre, que es vivo e viene ahora a esta ciudad, e yo soy su criado Orantes"; y como oían aquel ruido los vecinos, y tan de mañana y oían decir "viva el rey", todos acudieron, como eran obligados, a tomar armas, creyendo que había alguna otra cosa, para favorecer las cosas de su majestad; y después que oyeron decir que Cortés era vivo e vieron al Orantes, se holgaban; y luego se juntaron con el tesorero para ayudarle muchos vecinos de México, porque, según pareció, el contador no ponía en ello mucho calor; antes le pesaba y andaba doblado, hasta que el Alonso de Estrada se lo reprendió, y aun sobre ello tuvieron palabras muy sentidas y feas, que no le contentaron mucho al contador; e yendo que iba a las casas del factor, ya estaba muy apercibido; que luego lo supo, que le avisó dello el mismo contador cómo le iban a prender; y mandó asestar su artillería delante de sus casas, y era capitán della don Luis de Guzmán, primo del duque de Medina-Sidonia, y tenía sus capitanes apercibidos con muchos soldados; decíanse los capitanes Artiaga y Ginés y Pedro González; y así como llegó el tesorero y Jorge de Alvarado y Andrés de Tapia e Pedro Moreno, con todos los demás conquistadores (y el contador, aunque flojamente y de mala gana) con todas sus gentes apellidando: "Aquí del rey, y Hernando Cortés en su real nombre"; les comenzaron a entrar, unos por las azoteas, y otros por las puertas de los aposentos y por otras dos partes. Todos los que eran de la parte del factor desmayaron, porque el capitán de la artillería, que fue don Luis de Guzmán, tiró por su parte, e los artilleros por la suya, y desampararon los tiros; pues el capitán Artiaga dio prisa en se esconder, y el Ginés Nortes se descolgó y echó por unos corredores abajo; que no quedó con el factor sino Pedro González Sabiote y otros cuatro criados del factor; y como se vio desamparado, el mismo factor tomó un tizón para poner fuego a los tiros; mas diéronle tanta prisa, que no pudo más, y allí le prendieron y le pusieron guardas, hasta que hicieron una red de maderos gruesos y le metieron dentro, y allí le daban de comer, y. en esto paró la cosa de su gobernación; y luego hicieron mensajeros a todas las villas de la Nueva-España, dando relación de todo lo acaecido; y estando desta manera, a unas personas les placía, y a los que el factor había dado indios y cargos les pesaba. Y fue la nueva al peñol de Coatlan y a Guaxaca, donde estaba el veedor; y como lo supo él y sus amigos, fue tan grande la tristeza y pesar que tomó, que luego cayó malo, y dejó el cargo de capitán a Andrés de Monjaraz, que estaba malo de bubas, ya otra vez por mí nombrado, y se vino en posta a la ciudad de Tezcuco y se metió en el monasterio de San Francisco; y como el tesorero y el contador, que ya eran gobernadores, lo supieron, le enviaron a prender allí en el monasterio; porque antes que se viniese el veedor había enviado alguaciles con mandamientos y soldados a le prender do quiera que le hallasen, y aun a quitarle el cargo de capitán; y como supieron los alguaciles que estaba en Tezcuco, le sacaron del monasterio y le trajeron a México, y le echaron en otra jaula como al factor; y luego en posta envían mensajeros a Guatemala, a Pedro de Alvarado, y le hacen saber de la prisión del factor y veedor; Y como Cortés estaba en Trujillo, que no es muy lejos de su conquista, que fuese luego en su busca y le hiciese venir a México, y le dieron cartas y relación de todo lo por mí arriba dicho, según y la manera que pasó. Y además desto, la primera cosa que el tesorero hizo, fue mandar honrar a Juana de Mansilla, que había mandado azotar el factor por hechicera; y fue desta manera, que mandó cabalgar a caballo a todos los caballeros de México, y el mismo tesorero la llevó a las ancas de su caballo por las calles de México, y decía que como matrona romana hizo lo que hizo, y la volvió en su honra de la afrenta que el factor la había hecho; y con mucho regocijo la llamaron de allí adelante doña Juana de Mansilla, y dijeron que era digna de mucho loor, pues no la pudo hacer el factor que se casase ni dijese menos de lo que primero había dicho, que su marido y Cortés y todos éramos vivos; y por aquella honra y "don" que le pusieron, dijo Gonzalo de Ocampo, el de los libelos infamatorios, que sacó "don" de las espaldas, como narices de brazo. Dejarlo he aquí, y diré lo que más pasó.
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Capítulo cuarenta De las restantes casas de este signo y de la tabla y números de todos los signos Al presente con este signo, llamado ce tochtli, se acaba la obra con las demás casas de este signo que se siguen, porque ya no hay que dezir más de este signo postrero y último para concluir esto, sino poca cosa que resta que dezir. Y si algo después se ofreciere y saliere a luz, que agora se asconde y se oculta, los lectores han de conjecturarlo de lo que está dicho. Y las demás casas de este signo aquí juntamente ponemos y ordenamos como si fuesse un sartal de piedras preciosas, y dexamos de dezir más de la calidad y condición de ellas, porque ya se dixo arriba largamente. Y con esto concluímoslo ansí como si fuessemos corriendo para acabar esta obra. La segunda casa de este signo se llama ume atl; la tercera, ei itzcuintli; la cuarta, naui oçumatli; la quinta, macuilli malinalli; la sexta, chicuacen ácatl; la séptima, chicome océlutl; la octava, chicuei cuauhtli; la nona, chicunaui cozcacuauhtli; la décima, matlactli olin; la undécima, matlactlioce técpatl; la duodécima, matlactliumome quiáuitl; la terciadécima, matlactliumei xúchitl.
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Capítulo cuarto De cómo se acabó la fortuna de Quetzalcóatl y vinieron contra él otros tres nigrománticos, y de las cosas que hizieron Vino el tiempo que ya acabasse la fortuna de Quetzalcóatl y de los tultecas. Vinieron contra ellos tres nigrománticos llamados Uitzilopuchtli y Titlacaoan y Tlacauepan, los cuales hizieron muchos embustes en Tulla. Y el Titlacaoan començó primero a hazer un embuste que se bolvió como un viejo muy cano y baxo, el cual fue a casa del dicho Quetzalcóatl, diziendo a los pajes del dicho Quetzalcóatl: "Quiero ver y hablar al rey Quetzalcóatl". Y le dixeron: "Anda, vete, viejo, que no le puedes ver porque está enfermo y le darás enojo y pesadumbre". Y entonces dixo el viejo: "Yo le tengo de ver". Y le dixeron sus pages del dicho Quetzalcóatl: "Aguardaos, dezírselo hemos". Y ansí fueron a dezir al dicho Quetzalcóatl de cómo venía un viejo a hablarle, diziendo: "Señor, un viejo ha venido aquí y quiere os hablar y ver, y echávamosle fuera para que se fuesse y no quiere, diziendo que os ha de ver por fuerça". Y dixo el dicho Quetzalcóatl: "Éntrese acá y venga, que le estoy aguardando ha muchos días". Y luego llamaron al viejo, y entró el dicho viejo a donde estava el dicho Quetzalcóatl, y entrando el dicho viejo, dixo: "Señor hijo ¿cómo estáis? Aquí traigo una medicina para que la beváis". Y dixo el dicho Quetzalcóatl, respondiendo al viejo: "En hora buena vengáis vos, viejo, ya muchos días ha que os estoy aguardando". Y dixo el viejo al dicho Quetzalcóatl: "Señor, ¿cómo estáis de vuestro cuerpo y salud?" Y respondió el dicho Quetzalcóatl, diziendo al viejo: "Estoy muy mal dispuesto y me duele todo el cuerpo, y las manos y los pies no los puedo menear". Y le dixo el viejo, respondiendo al dicho Quetzalcóatl: "Señor, veis aquí la medicina que os traigo; es muy buena y saludable, y se emborracha quien la beve. Si quisierdes bever, emborracharos ha y sanaros ha y ablandárseos ha el coraçón, y acordárseos ha de los trabajos y fatigas y de la muerte o de vuestra ida". Y le respondió el dicho Quetzalcóatl, diziendo: "¡Oh viejo! ¿A dónde me tengo de ir?" Y le dixo el dicho viejo: "Por fuerça havéis de ir a Tullan Tlapallan, en donde está otro viejo aguardándoos; él y vos hablaréis entre vosotros, y después de vuestra buelta estaréis como mancebo; aun os bolveréis otra vez como muchacho". Y el dicho Quetzalcóatl, oyendo estas palabras, moviósele el coraçón. Y tornó a dezir el viejo al dicho Quetzalcóatl: "Señor, mande bever esa medicina". Y le respondió el dicho Quetzalcóatl, diziendo: "¡Oh viejo! no quiero bever". Y le respondió el viejo, diziendo: "Señor, bévala, porque si no la bevéis, después se os ha de antojar, a lo menos ponéosla en la frente o beved tantito". Y el dicho Quetzalcóatl gustó y provóla y después bevióla, diziendo: "¿Qué es esto? parece ser cosa muy buena y sabrosa. Ya me sanó y quitó la enfermedad; ya estoy sano". Y más otra vez le dixo el viejo: "Señor, bevedla otra vez, porque es muy buena la medicina y estaréis más sano". Y el dicho Quetzalcóatl bevióla otra vez, de que se emborrachó y començó a llorar tristemente, y se le movió y ablandó el coraçón para irse, y no se le quitó del pensamiento lo que tenía por el engaño y burla que le hizo el dicho nigromántico viejo. Y la medicina que bevió el dicho Quetzalcóatl era vino blanco de la tierra, hecho de magueyes que se llaman téumetl.
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Capítulo cuarto De la segunda casa de este signo, que se llama ume tochtli, en la cual nacían los borrachos La segunda casa o día de este signo se llama ume tochtli. Dezían que cualquiera que nacía en este signo sería borracho, inclinado a bever vino y no buscava otra cosa sino el vino. Y en despertando a la mañana beve el vino; no se acuerda de otra cosa sino del vino. Y ansí cada día anda borracho; aun lo beve en ayunas. Y en amanesciendo, luego se va a las casas de los taberneros pidiéndoles por gracia el vino; y no puede sossegar sin bever vino y no le haze mal ni le da ascos, aunque sean hezes del vino, con muscas y pajas; ansí lo beve. Y si no tiene con qué comprar el vino, con la manta o el máxtlatl que se viste merca el vino; y ansí después viene a ser pobre y no pude dexar de bever vino, ni lo puede olvidar, ni un solo día puede estar sin emborracharse. Y anda cayéndose, lleno de polvo, y bermejo, y todo espeluçado y descabellado, y muy suzio; y no se lava la cara aunque se caya, lastimándose y heriéndose en la cara o en la narizes, o en las piernas o rodillas, o se le quiebran las manos o pies, etc. No lo tiene en nada aunque esté lleno de golpes y heridas de caerse; por andarse borracho no se le da nada. Y tiémblanle las manos, y cuando habla no sabe lo que se dize; habla como borracho y dize palabras afrentosas y injuriosas, reprehendiendo y disfamando a otros y dando aullidos y bozes, y diziendo que es hombre valiente. Y anda bailando y cantando a vozes, y a todos menosprecia. Y no teme cosa ninguna, y arroja piedras o palo y todo lo que se le viene a las manos, y anda alborotando a todos, y en las calles impide y estorva a los que passan. Y haze ser pobres a sus hijos, y los espanta y ahuyenta. Y no se echa a dormir quietamente, sino anda inquieto hasta que se ha cansado. Y no se acuerda de lo que será necessario en su casa para hazer lumbre y para las otras cosas que son menester, mas solamente procura de emborracharse, y ansí está su casa muy suzia, llena de estiércol y polvo o salitre, y no hay quien la barra y haga lumbre. Su casa está oscura, con pobreza; y no duerme en su casa sino en casas agenas. Y no se acuerda de otra cosa sino de la taberna; y cuando no halla el vino y no lo beve siente gran pesadumbre y tristeza, y anda de acá y de allá buscando el vino. Y si en algunas casas entrando están algunos borrachos beviendo vino, huélgase mucho y reposa su coraçón, y asiéntase reposando y holgándose con los borrachos, y no se acuerda de salir de aquella casa. Y si le combidan a bever el vino en alguna casa, luego se levanta y de buena gana va corriendo porque ya ha perdido la vergüerça y es desvergonçado; no teme a nadie. Por esta causa todos le menosprecian por ser hombre infamado públicamente, y todos le tienen hastío y aborrecimiento; nadie quiere su conversación porque confúndese todos los amigos y ahuyenta a los que estavan juntos, y déxanle solo porque es enemigo de los amigos. Y dezían que nació en tal signo, que no se podía remediar, y todos desesperan de él, diziendo que se havía de ahogar en algún arroyo o laguna, o se havía de despeñar en alguna barranca, o le havían de robar algunos salteadores todo cuanto tenía, y estaría desnudo. Y de más de esto haze el borracho muchas desvergüenças de echarse con mugeres casadas, o hurtar cosas agenas, o saltar por las paredes, o hazer fuerça a algunas mugeres o retoçar con ellas. Y esto todo haze porque es borracho y está fuera de su juizio. Y en amaneciendo, cuando se levanta el borracho, tiene la cara hinchada y disforme, y no parece persona; anda siempre bozezando. Y el que no es muy dado al vino házele mal cuando se emborracha, y házele mal a los ojos y a la cabeça; y no se levanta, mas duerme todo el día; y no tiene gana de comer, mas tiene hastío de ver la comida; y con dificultad buelve en sí.
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Capítulo cuarto Del mal agüero que tomavan del canto del búho, ave También cuando oían cantar al búho estos naturales de esta Nueva España tomavan mal agüero, ora estuviesse sobre su casa ora estuviesse sobre algún árbol cerca. Oyendo aquella manera del canto del búho, luego se atemorizavan y pronosticavan que algún mal les havía de venir, o de enfermedad o de muerte, o que se los havía acabado el término de la vida a alguno de su casa o a todos, o que algún esclavo se le havía de huir, o que havía de venir su casa y familia a tanto riesgo que todos havían de perecer, y juntamente la casa havía de ser assolada y quedar hecha muladar y lugar donde se echassen las inmundicias del cuerpo humano, y que quedasse en refrán de la familia y de la casa el dezir: "En este lugar bivió una persona de mucha estima y veneración y curiosidad, y agora no están sino solas las paredes; no hay memoria de quien aquí bivió". En este caso el que oía este canto del búho luego acudía al que declarava estos agüeros para que le dixesse lo que havía de hazer.
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Capítulo cuarto Del lenguaje y afectos que usavan cuando oravan al principal dios, llamado Tezcatlipuca, Teyocoyani, Teimatini, primer proveedor de las cosas necessarias, demandando favor para el señor rezién electo para que hiziesse bien su oficio. Es oración de los sátrapas que contiene sentencias muy delicadas Hoy, día bienaventurado, ha salido el sol; hanos alumbrado; hanos comunicado su claridad y su resplandor en que se ha labrado una piedra preciosa, un precioso zafiro. Hanos aparecido una nueva lumbre; hanos llegado una nueva claridad; hásenos dado una hacha muy resplandeciente que ha de regir y governar nuestro pueblo, y ha de tomar a cuestas los negocios y trabajos de nuestra república. Ha de ser imagen y sustituto de los señores y governadores que ya passaron de esta vida, los cuales algunos días trabajaron en llevar a cuestas las pesadumbres de esta vuestra gente y vinieron a poseer vuestro trono y vuestra silla, que es la principal dignidad de este vuestro pueblo y provincia y reino, la cual tuvieron y poseyeron en vuestro nombre y en vuestra persona algunos pocos días. Ya son idos, ya passaron de esta vida y dexaron aquella gran carga que truxeron a cuestas, carga de gran peso y de gran fatiga y que pocos la pueden sufrir. Y agora estamos maravillados cómo has puestos tus ojos en este hombre rústico y de poco saber, N, para que algunos días o algún poco tiempo tenga el govierno de vuestra república y de vuestro pueblo, provincia o reino. ¡Oh, señor nuestro, humaníssimo! ¿Tenéis por ventura falta de personas y de amigos? No, por cierto, que tantos tenéis que no se pueden contar vuestros amigos. Y este rústico y persona baxa, ¿cómo havéis puesto los ojos en él? ¿Es por ventura por yerro o por no le conoscer, o es por ventura que le havéis puesto prestado entre tanto que buscáis otro que lo haga mejor que este rústico y indiscreto y desatentado y hombre sin provecho y hombre que bive en este mundo por demás? Finalmente hazemos gracias a vuestra magestad por la merced que nos havéis hecho, y lo que en esto pretendéis vos solo lo sabéis; por ventura ya está proveído de este oficio. Hágase vuestra voluntad según la determinación de vuestro coraçón. Por ventura por algunos días y tiempos os servirá, aunque defectuosamente, en este oficio, o por ventura dará desasossiego y pondrá espanto, o por ventura hará las cosas sin consejo y sin consideración, o por ventura, teniéndose por digno de aquella dignidad, pensará que mucho tiempo permanecerá en ella, o por ventura se le bolverá ensueño, o por ventura le será ocasión de soberbia y de presumpción esta dignidad que vuestra magestad le ha dado y menospreciará a todos, o por ventura andará con pompa y con fausto. Vuestra magestad sabe a qué se ha de inclinar desde aquí a pocos días, porque nosotros los hombres somos vuestro expectáculo o vuestro teatro de quien vos os reís y os regozijáis. Por ventura perderá su dignidad por sus niñerías o por su descuido y pereza, que a la verdad ninguna cosa se absconde a vuestra magestad, porque vuestra vista penetra las piedras y maderos, y también vuestro oído. O por ventura la perderá por la arrogancia y jactancia interior de sus pensamientos, y por esta causa daréis con él en el muradal y le arrojaréis en el estiércol, y su merecido será ceguedad y tollimiento y extrema pobreza hasta la hora de su muerte, donde le pondréis debaxo de vuestros pies. Y pues que este pobre está puesto en este peligro y en este riesgo, suplícoos, pues que sois nuestro señor y amparador, invisible y impalpable, por cuya virtud bivimos y debaxo de cuya voluntad y alvedrío estamos y que vois solo disponéis y proveéis en todo, que tengáis por bien de hazer misericordia con este pobre y menesteroso vuestro vasallo y siervo, ciego y privado de los ojos, de le proveer de vuestra lumbre y resplandor, para que sepa lo que ha de hazer, lo que ha de obrar, y el camino que ha de llevar para no errar en su oficio, según vuestra disposición y voluntad. Vuestra magestad sabe lo que le ha de acontecer de día y de noche en su oficio. ¡Oh, señor nuestro, humaníssimo! Sabemos que nuestros caminos y obras no están tanto en nuestra mano como en la mano del que nos mueve. Si alguna cosa aviessa o malhecha hiziere en la dignidad que le havéis dado y en la silla en que le havéis puesto, que es vuestra, donde está tratando los negocios populares como quien lava cosas suzias con agua muy clara y muy limpia, en la cual silla y dignidad tiene el mismo oficio de lavar vuestro padre y madre de todos los dioses, el antiguo, que es el dios del fuego, que está en medio de las flores y en medio del alverque cercado de cuatro paredes, y está cubierto con plumas resplandecientes que son como las almenas, lo que este electo hiziere mal hecho, con que provoque vuestra ira y indignación y despierte vuestro castigo contra sí, no será de su alvedrío o de su querer, sino de vuestra permissión, o de alguna otra sugestión vuestra o de otro. Por lo cual os suplico tengáis por bien de abrirle los ojos y darle lumbre y abrirle las orejas y guialde a este pobre electo, no tanto por lo que es él, sino principalmente por aquellos a quien ha de regir y llevar a cuestas. Suplico agora desde el principio le inspiréis lo que ha de hazer, y le infundáis en su coraçón el camino que ha de llevar, pues que le havéis hecho vuestra silla en que os havéis de asentar, y también le havéis hecho como flauta vuestra para, tañendo, significar vuestra voluntad. Hazelde, señor, como verdadera imagen vuestra, y no permitáis que en vuestro trono y en vuestro estrado se ensoberbezca o altivezca; mas antes tened, señor, por bien que assosegadamente y cuerdamente rija y govierne a aquellos de quien tiene cargo, que es la gente popular, y no permitáis, señor, que agravie ni vexe a sus súbditos, ni sin razón y sin justicia eche a perder a nadie; y no permitáis, señor, que amanzille y ensuzie vuestro trono y vuestro estrado con alguna injusticia o agravio, que haziendo esto pondrá también mácula en vuestra honra y en vuestra fama. Ya, señor, este pobre hombre ha aceptado y rescebido la honra y señorío que vuestra magestad le ha dado; ya tiene la possesión de la gloria y riquezas; ya, señor, le havéis adornado las manos y los pies y la cabeça, orejas y beços con barbote y orejeras y con braçaletes y con cuero amarillo para las gargantas de los pies. No permitas, señor, que estos atavíos y insignias y ornamentos le sean causa de altivez y presumpción, mas antes tened por bien, señor, que os sirva con humildad y llaneza. ¡Oh, señor nuestro humaníssimo! Tened por bien que rija y govierne vuestro señorío que agora le havéis encomendado con toda prudencia y sabiduría. Plégaos, señor, de ordenar y tener por bien que ninguna cosa haga mal hecha con que os ofenda, y tened por bien de andar con él y guiarle en todo. Y si esto no havéis de hazer, ordenad desde luego que sea aborrecido y mal querido, y muera en la guerra a manos de sus enemigos, y se vaya a la casa del sol, donde será guardado como una piedra preciosa y estimado su coraçon como un zafiro, y entregue su cuerpo y su coraçón al señor sol, moriendo en la guerra como hombre valeroso y esforçado. Muy mejor le estará esto que ser deshonrado y menospreciado en este mundo, y mal querido y aborrecido de los suyos por sus faltas o defectos. ¡Oh, señor, humaníssimo que proveéis a todos de lo necesario! Tened por bien que esto se haga ansí como os lo tengo rogado y suplicado.