Muy similar al Puente de Trinquetaille, en esta imagen que observamos Vincent también se interesa por las luces otoñales y los puentes enlazando con la pintura impresionista. Dos acentuadas diagonales marcan la profundidad de la escena plagada de figurillas anónimas que animan la composición. Las tonalidades oscuras que dominan el conjunto se alegran con el rayo de sol que impacta en los pilares del túnel, acentuando el color amarillento de las paredes. Pronto la llegada de Gauguin motivará que Vincent pinte de memoria y se acerque al estilo simbolista.
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Los puentes que rodeaban Arles también interesarían a Van Gogh, de la misma manera que había ocurrido en el verano anterior con los puentes de Asnières. En los numerosos paseos que el artista daba por los alrededores de la ciudad pudo contemplar algunas imágenes que quiso plasmar en sus lienzos como estas lavanderas haciendo su labor al pie del río. Ahora Vincent no se muestra preocupado por el trabajo de las mujeres como ocurría en el periodo de Nuenen sino que admira los reflejos en el agua o la belleza de las tonalidades amarillas en el paisaje. Eso no quiere decir que haya abandonado su carácter reivindicativo pero en estos momentos es la naturaleza en su plenitud la que llama su atención. Esas vivas tonalidades empleadas, aplicadas en el soporte de manera rápida pero precisa, se convierten en el centro de atención de la composición. El recuerdo al Impresionismo lo encontramos presente al mostrarnos su interés hacia la luz de un momento determinado del día, enlazando con las obras de su gran amigo Pissarro.
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Se le conoce también con el nombre de puente de Triana o de las Barcas, y fue el primero que se construyó en Sevilla empleando el hierro como material. En el siglo XII se constata la existencia de un puente de barcas sujeto con dos grandes malecones para comunicar Sevilla con Triana. Dicho puente perduró hasta mediados del siglo XIX, cuando se construyó el de Isabel II, inaugurado en 1852. Consolidó el sistema socioeconómico de toda la margen derecha del Guadalquivir. El puente de Isabel II fue el primero por el que pasaron las vías férreas, siendo declarado Monumento Histórico Nacional en 1976. Fue proyectado y construido por los ingenieros Gustavo Steinacher y Ferdinand Bennetot, entre 1845-1852, siguiendo el modelo del desaparecido Carrousel, inaugurado en París en 1834. Para su erección se utilizó el sistema Ponaceau, es decir, con exclusión de toda madera.
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Santiago Calatrava es el autor de uno de los puentes más atractivos de Valencia. Está construido en acero blanco y presenta 140 metros de longitud sobre el antiguo cauce del río Turia. El puente se corona con un arco único y ladeado. Bajo el puente se ha construido una plaza y una estación de metro también diseñada por Calatrava.
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El Puente de la Alameda está construido en acero blanco y presenta 140 metros de longitud sobre el antiguo cauce del río Turia.
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De sólo dos ojos y tal vez un arquillo como aliviadero axial y sin tajamar este puente de la Alcantarilla de Alocaz, conserva una magnífica cartela moldurada en la que campeó un rótulo de la mejor factura, inscripción en la que se lee que el puente enlazaba el tramo de la Bética con el Norte, a través de lo que se llamo Vía Augusta. La mayoría de los demás puentes de la Baetica fueron más útiles y sólidos que espectaculares, pero la intención propagandística ya apunta en varios de ellos, como nos muestra este ejemplo.
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La mayoría de los demás puentes de la Baetica fueron más útiles y sólidos que espectaculares, pero la intención propagandística ya apunta en varios de ellos, como nos muestra el puente de la Alcantarilla de Alocaz, de sólo dos ojos y tal vez un arquillo como aliviadero axial, sin tajamar, pero con una magnífica cartela moldurada en la que campeó un rótulo de la mejor factura, inscripción en la que se lee que el puente enlazaba el tramo de la Bética con el Norte, a través de lo que se llamo Vía Augusta.
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Para acceder al recinto de la Expo 92 se construyó, entre otros, el Puente de la Barqueta, configurado por un único arco de acero atirantado por el propio tablero, constituido en cada uno de sus extremos por un pórtico triangular llegando a medir 21,4 metros de anchura y salvando una luz libre de 168 metros. Se trata de un puente colgante construido en tierra, siendo girado hasta su emplazamiento original. Fue premiado por la Convención Europea para la Construcción Metálica y se ha convertido en uno de los símbolos de identidad de la nueva Sevilla.