Busqueda de contenidos

monumento
Uno de los monasterios más antiguos de Santiago, fue fundado por Alfonso II en el siglo IX para guardar la tumba del Apóstol, cuya custodia estaba en aquellos tiempos encomendada a los benedictinos. Edificio de gran tamaño, fue finalizado entre los siglos XVII y XVIII, cerrando la Plaza de la Quintana por su lado oriental El monasterio está dedicado a San Paio, nombre gallego de Pelayo, nacido en las cercanías de Tuy y martirizado en Córdoba en el año 925, al que se venera en toda Galicia. Su inmensa fachada de muros de granito presenta un bello enrejado en sus 48 ventanas. Hay que apreciar también las portadas del siglo XVII, la cúpula y el Museo de Arte Sacro, entre cuyas maravillosas piezas se halla el antiguo altar de mármol del Apóstol.
obra
Entre los restos de la monumental iglesia destacan los tres ábsides semicirculares, con amplios presbiterios. También conservamos la torre, levantada a finales del siglo XII, así como parte del claustro y de la sala capitular.
obra
Este arco enmarcó la puerta de entrada ala iglesia del monasterio de San Pedro de Arlanza, que estuvo en el muro septentrional de la torre. Es uno de los primeros ejemplos de arquitectura románica en Castilla (la iglesia románica se construyó a partir de 1085 sobre una construcción prerrománica) y en ella se aprecian ya las características propias del estilo en esta zona: empleo de la piedra caliza; arquivoltas formadas por sucesivos arcos que se apoyan en sendas parejas de columnas; y desarrollo de la escultura decorativa a base de elementos geométricos y vegetales muy esquematizados: bolas, sogueados, entrelazos y palmetas. El aún escaso desarrollo de las arquivoltas es debido al poco espesor de los muros de la iglesia: si no son más gruesos es porque las cubiertas originales eran de madera y no abovedadas. La portada de la iglesia del monasterio benedictino de San Pedro de Arlanza (Burgos) fue trasladada al Museo Arqueológico Nacional desde su emplazamiento original en 1895.. En las fotografías del momento se aprecia su posición original, sepultada bajo una gruesa capa de escombros, tras cincuenta años de abandono como consecuencia de la desamortización de Mendizábal. También se ve el tímpana, que no fue montado en el Museo, y la cruz con láurea que decoraba el dintel.