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Pieza de la armadura que protegía los riñones.
Personaje Pintor
Tanto sus estudios, como el resto de su trayectoria profesional, se desarrollaron en el taller familiar que encabezaba su hermano Giovanni Antonio. De su producción hay que mencionar aquellas obras que ejecutó de forma individual -Santo en éxtasis o Las Alegorías del Rigling-. Todas ellas caracterizadas por el contraste de colores, reforzado por la sensibilidad. El paisaje es otro de los aspectos más llamativos de su estilo. Sus vistas se inspiran en los "Caprichos" de Marco Ricci. Francesco sobrevive a su hermano y se dedica casi de forma exclusiva a la pintura de paisajes. Aunque en un principio se recrea en las composiciones de Canaletto, a medida que pasa el tiempo recobra la fantasía de sus obras iniciales. A esta época corresponde San Pietro di Castello, Góndola en la laguna o Río de los mendigos. Francesco Guardi fue el encargo de ejecutar la decoración que se realizó en Venecia con motivo de la visita del papa Pío VI y otras autoridades. De su legado cabe mencionar obras como La feria della Sensa, La regata en el Canal Grande o El incendio de San Marcuola.
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Esta imagen que contemplamos es una de las más interesantes entre las primeras obras de asunto oriental realizadas por Fortuny, aún bajo la influencia de su reciente viaje a Marruecos en el que aprendió árabe y se vistió con chilaba para conocer mejor los ambientes norteafricanos. Un soldado marroquí sentado sobre unas esteras fuma una larga pipa mientras sujeta su fusil con la mano derecha. A su lado apreciamos una botella y un plato ricamente decorados y en primer plano hallamos unos paños arrugados. Se trata de una escena anecdótica donde la luz ocupa un papel primordial al jugar con los contrastes de claroscuro. Las tonalidades rojas y blancas son manejadas con absoluta maestría por Fortuny, aplicadas con una pincelada rápida y empastada para obtener todo lujo de detalles, especialmente en los pliegues de las telas o la decoración de los objetos del fondo. El exquisito dibujo que siempre manifestará el pintor organiza la composición, proyectando al hombre hacia el exterior con un potente escorzo para acentuar el volumen. El empleo de colores pardos y oscuros recuerda la admiración de Fortuny hacia los pintores del Barroco español, uniendo así el modernismo con la tradición. El resultado es una obra de gran intimismo, con las que el pintor catalán obtendrá un sonoro éxito tanto en España como en Europa.
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La historia de esta unidad se remonta hasta el año 1502, cuando llega a España una compañía de gentilhombres borgoñones, formando parte de la escolta personal del futuro yerno de los Reyes Católicos, el archiduque de Austria don Felipe (conocido para la posteridad como "El Hermoso"). Ese mismo año son admitidos al servicio de la corona española, y como las Guardias Viejas de Castilla tenían atribuciones propias de lo que podía llamarse una guardia nacional, esta compañía pasa a tener la consideración de auténtica guardia real, con el titulo de "Guardia Noble de los Archeros de Borgoña". Estaba compuesta de 150 caballeros armados con espada y arco, lo que marcaría su peculiar denominación (archero es una derivación del vocablo arquero). En 1516 llega el nuevo monarca, Carlos I, que en un principio mantuvo la estructura de la guardia tal y como estaba durante el reinado anterior, formada por las Guardias Viejas de Castilla, los Archeros de Borgoña, los Alabarderos y los Estradiotes; a los pocos años dispondría la creación de la Guardia Vieja, la Guardia Tudesca y los "Cien Continuos". Durante el reinado de Felipe II, los Archeros de Borgoña recibieron una nueva ordenanza mediante la cual se establecía que esta tropa habría de estar compuesta por cien nobles flamencos (más 18 supernumerarios) "de buena presencia, sanos, valientes y sin mancha". Las funciones que tenían encomendadas se dividían básicamente en dos: por una parte servir como guardia de su majestad, pie a tierra, en el interior del Alcázar y por otra, hacer de escolta a caballo cuando el rey abandonaba el palacio. Es en esta época cuando a los archeros se les entrega como nueva arma una lanza corta con hoja ancha y larga de forma acuchillada, llamada ahuja, que hará que desde entonces se los conozca como "Guardia de la Cuchilla". Mientras duró la hegemonía de los Austrias, la organización de la guardia real no experimentó ningún cambio relevante, y solamente sus atavíos se vieron alterados por la moda y los acontecimientos. Fue Felipe V, el primero de los Borbones, quien mediante un decreto firmado en Milán en 1702, ordenó que se disolvieran las formaciones alemanas de la guardia; los Alabarderos Tudescos o "Guardia blanca" y los Archeros de Borgoña.
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En la serie de acuarelas sobre tipos representativos de las diferentes zonas de Italia que Fortuny pintó en Roma no podía faltar la Guardia Suiza, el cuerpo militar encargado de defender al pontífice creado tras el saqueo de la Ciudad Papal en 1527 por parte de las tropas imperiales. El soldado aparece vestido con su característica indumentaria - armadura, yelmo, calzas multicolores y botas altas - portando una enorme lanza, situado entre dos columnas y ante un tapiz. Al igual que ocurre en sus compañeros - el Caballero florentino o el Trovador - Fortuny se presenta como un preciosista interesado por el detalle y la minuciosidad técnica, a pesar de tratarse de una acuarela. El exquisito dibujo que ofrece el maestro será el eje principal de la composición, creando un estilo particular con el que obtendrá rápida fama en Europa.
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Durante estos años, bajo el gobierno de la dinastía Tang, la cerámica destaca tanto por su numerosa producción como por sus avances técnicos. Es un material no sólo más económico que el jade, el bronce o la laca, sino también más dúctil, susceptible de adoptar cualquier forma requerida. Muchas de las figuras realizadas en cerámica se destinaban a ajuares funerarios, como en este caso, donde se representa a un feroz guardián, protector de una tumba, en una actitud agresiva y desafiante.
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La delicada situación de Toulouse-Lautrec le lleva a envenenarse con metileno en el burdel de la rue des Moulins, crisis provocada por el abusivo consumo de alcohol. El doctor Bourges le traslada, con el consentimiento materno y de algunos amigos, a la clínica "Madrid" de Neuilly, dirigida por el doctor Sémelaigne. Los doctores Dupré y Seglos declaran a Henri mentalmente sano - se habían disparado los rumores de que Lautrec estaba loco, apareciendo contradictorias noticias en los periódicos que elevarían el precio de sus cuadros - recomendándole llevar un tratamiento de desintoxicación en la clínica hasta mediados de mayo. Durante los tres meses que permanece en la clínica realizará escenas circenses pintadas de memoria y algún retrato, destacando esta imagen que contemplamos. El guardián aparece de perfil, recortada la figura ante un fondo neutro pintado en varios colores, situándose en primer plano. Lautrec se interesa por el carácter de su modelo alejándose de los detalles de su ropa o del fondo, concentrando su atención en la poderosa cabeza. Los rápidos toques de pincel que organizan el conjunto recuerdan a sus primeras obras como el Autorretrato o El conde de Toulouse.