La portada de la Catedral Vieja de Plasencia también es del siglo XIII; presenta un cuerpo central sobresaliente con arquivoltas, sobre las que se apoya una hornacina decorada con esculturas alusivas a la Anunciación de la Virgen.
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La Catedral de Santa María empieza a construirse en el siglo XII y se finaliza en la centuria siguiente, un momento de transición entre el románico y el gótico. Tiene tres naves con cuatro tramos cada una, cubiertos con bóvedas de crucería. Las columnas y los capiteles son románicos pero los arcos son ya de estilo gótico, al igual que los ventanales. La portada también es del siglo XIII; presenta un cuerpo central sobresaliente con arquivoltas, sobre las que se apoya una hornacina decorada con esculturas alusivas a la Anunciación de la Virgen. Como arquitectos de la catedral aparecen documentados Juan Francés, Juan Pérez y Diego Díaz. A finales del siglo XV el cabildo catedralicio decide construir la Catedral Nueva, lo que provocó la destrucción del primitivo crucero, el ábside y las capillas adyacentes, quedando en pie la espectacular capilla de San Pablo, antigua sala capitular. En la ciudad se la conoce como Torre del Melón debido a la cúpula bizantina que la cubre. Se trata de una cúpula en forma piramidal, con 16 gallones, festoneada y con escamas, similar a la Torre del Gallo de la Catedral Vieja de Salamanca. El claustro tiene planta rectangular irregular y presenta las mimas pautas estilísticas que el interior de la catedral, con columnas y capiteles románicos y arcos y bóvedas de crucería góticos. El claustro sirve de punto de engarce para ambas catedrales y en su pavimento alberga tumbas de canónigos ilustres.
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El fundador de este templo parece ser el obispo don Jerónimo, personaje que aparece citado en el "Poema del Mío Cid" y que está documentado en Salamanca entre 1102 y 1120, acompañando al conde don Raimundo de Borgoña y su esposa la infanta doña Urraca de Castilla, quienes posiblemente tampoco estuvieron al margen de la construcción. Entre los artífices de su construcción se cita a Florín de Poitiers, Casandro Romano, Alvar García, Pedro Pérez, Juan el Pedrero, Sancho Pérez y Juan Franco. Se trata de una iglesia de tres naves, con una doble serie de cinco columnas hasta el crucero, rematada por tres ábsides en su cabecera. Sobre los pilares románicos se alzan arcos ojivales y bóvedas nervadas en el crucero, lo que indica que nos encontramos ante una obra de transición. La catedral se remata con la Torre del Gallo que interiormente tiene una cúpula que descansa sobre un tambor de doble altura con columnas que sirven de arranque a los nervios que refuerzan la cúpula gallonada. Esta construcción tiene una acentuada influencia bizantina, tomando como modelo posiblemente la catedral de Zamora. La construcción de la catedral nueva en el siglo XVI, obra de Gil de Hontañón, sólo arruinó el brazo norte del crucero y parte de la nave septentrional.
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El fundador de este templo parece ser el obispo don Jerónimo, personaje que aparece citado en el "Poema del Mío Cid" y que está documentado en Salamanca entre 1102 y 1120, acompañando al conde don Raimundo de Borgoña y su esposa la infanta doña Urraca de Castilla, quienes posiblemente tampoco estuvieron al margen de la construcción. Entre los artífices de su construcción se cita a Florín de Poitiers, Casandro Romano, Alvar García, Pedro Pérez, Juan el Pedrero, Sancho Pérez y Juan Franco. Se trata de una iglesia de tres naves, con una doble serie de cinco columnas hasta el crucero, rematada por tres ábsides en su cabecera. Sobre los pilares románicos se alzan arcos ojivales y bóvedas nervadas en el crucero, lo que indica que nos encontramos ante una obra de transición. La catedral se remata con la Torre del Gallo, en la imagen, que interiormente tiene una cúpula que descansa sobre un tambor de doble altura con columnas que sirven de arranque a los nervios que refuerzan la cúpula gallonada. Esta construcción tiene una acentuada influencia bizantina. La construcción de la catedral nueva en el siglo XVI, obra de Gil de Hontañón, sólo arruinó el brazo norte del crucero y parte de la nave septentrional.
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El fundador de este templo parece ser el obispo don Jerónimo, personaje que aparece citado en el "Poema del Mío Cid" y que está documentado en Salamanca entre 1102 y 1120, acompañando al conde don Raimundo de Borgoña y su esposa la infanta doña Urraca de Castilla, quienes posiblemente tampoco estuvieron al margen de la construcción. Entre los artífices de su construcción se cita a Florín de Poitiers, Casandro Romano, Alvar García, Pedro Pérez, Juan el Pedrero, Sancho Pérez y Juan Franco. Se trata de una iglesia de tres naves, con una doble serie de cinco columnas hasta el crucero, rematada por tres ábsides en su cabecera. Sobre los pilares románicos se alzan arcos ojivales y bóvedas nervadas en el crucero, lo que indica que nos encontramos ante una obra de transición. La catedral se remata con la Torre del Gallo que interiormente tiene una cúpula que descansa sobre un tambor de doble altura con columnas que sirven de arranque a los nervios que refuerzan la cúpula gallonada. Esta construcción tiene una acentuada influencia bizantina, tomando como modelo posiblemente la catedral de Zamora. La construcción de la catedral nueva en el siglo XVI, obra de Gil de Hontañón, sólo arruinó el brazo norte del crucero y parte de la nave septentrional. Entre las piezas que forman su decoración sobresale el retablo de Dello Delli y el Juicio Final de Nicolás Florentino, así como algunas pinturas murales como las de las Capilla de San Martín o del Aceite, obra de Antonio Sánchez de Segovia.
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La famosa Torre del Gallo salmantina tiene interiormente una cúpula que descansa sobre un tambor de doble altura con columnas que sirven de arranque a los nervios que refuerzan la cúpula gallonada. Esta construcción tiene una acentuada influencia bizantina, tomando como modelo posiblemente la catedral de Zamora.
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Se trata de una iglesia de tres naves, con una doble serie de cinco columnas hasta el crucero, rematada por tres ábsides en su cabecera. Sobre los pilares románicos se alzan arcos ojivales y bóvedas nervadas en el crucero, lo que indica que nos encontramos ante una obra de transición.
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Cuando hablamos del retablo de la Catedral Vieja de Salamanca, no hay duda de que nos encontramos ante un conjunto monumental que se va plegando a la curvatura del ábside central donde se encuentra el altar mayor, de manera que cubre por completo la exedra, hasta llegar a la línea de separación con el cuarto de esfera de la cubierta. Al forrar de este modo los muros, se ciegan los tres ventanales que daban luz al presbiterio, convirtiendo en una zona oscura lo que en origen estaba mejor iluminado. Tales condicionantes colaboran a determinar la sencillez de la forma general. Son once las calles y cinco los pisos, aunque en los dos inferiores se abre un hueco que no sabemos con seguridad cómo se llenó. Se entiende que se ocupaba con algún sagrario o mueble similar, pero en la base sobre la que hoy se apoya la Virgen de la Vega, no pensada en origen para tal lugar, se ha descubierto, al hacer la recientísima restauración, un mecanismo giratorio. Este amplio vano disminuye en dos el total de las posibles tablas del conjunto que consta, por tanto, de 53. La lectura se hace de abajo arriba y de izquierda a derecha. Además, sobre un bancal de escasa altura se efigian en busto hasta 20 profetas identificados con letreros. Todo apunta a que estamos ante un proyecto de carácter eminentemente narrativo, donde se quiere contar la historia de Jesucristo con una intención en buena medida catequética, como corresponde a una catedral abierta a todos los públicos y en un tiempo en el que determinadas autoridades eclesiásticas ponen de manifiesto la escasa preparación no sólo de los cristianos de base, sino de muchos sacerdotes. Estamos aceptablemente seguros de encontrarnos ante un proyecto del pintor florentino Dello Delli, esto es, Daniel Nicolás Florentino. A principios de 1434 se encontraba en Barcelona trabajando en la catedral como escultor, de manera que debió comenzarlo después de esa fecha. El 15 de diciembre de 1445, en tanto se encargaban a su hermano menor, Nicolás Florentino, los frescos del cuarto de esfera, se afirmaba que el retablo "agora nuevamente está puesto". Probablemente, no antes de 1447 se había terminado la intervención. En su conjunto, el retablo se presenta a la vista de los espectadores como un estallido cromático, pero controlado por la rígida ordenación de las tablas de acuerdo con un esquema en exceso repetitivo. Aunque la historia que cuenta es la vida de Jesús en sus distintos momentos, el protagonismo de la Virgen excede lo que debía corresponderle en ella. Así, todo se inicia con su Nacimiento, de acuerdo con la información que transmitieron los escritos apócrifos, a estas alturas integrada ya en otros textos de amplia divulgación y que incluyen la misma "Leyenda Dorada". Culmina con dos momentos marianos gloriosos: la Asunción y la Coronación en el cielo. En esta última, María es tanto la Madre de Dios como la imagen de la Iglesia. Aunque hay que reconocer que existió, probablemente, un programa global y una dirección artística única, la de Dello Delli, del examen detallado de las tablas se desprende la presencia de más de un pintor, algo que ya hace tiempo había sido sugerido y se ha pretendido analizar recientemente.
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En El Nacimiento de María, Delli concibe un interior de burguesía acomodada, complaciéndose en la representación de objetos materiales de la vida cotidiana, al tiempo que introduce inesperados personajes, como el joven que se ve a la derecha o escenas complementarias como la de la muchacha que espanta a un pavo real sobre la cubierta de la gran habitación. La riqueza del atuendo del joven corresponde a la estética cortesana del internacional.