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Datos principales


Desarrollo


Vuelta de Cortés a México En esto llegó Cortés a Veracruz. En cuanto se supo su llegada, y que iba hecho marqués y llevaba su mujer, comenzaron a ir a verle una muchedumbre de indios y casi todos los españoles de México, con el pretexto de salir a recibirle. En pocos días se le juntaron más de mil españoles, y se le quejaban que no tenían qué comer, y decían que los licenciados Matienzo y Delgadillo los habían destruido a ellos y a él, y que viese si quería que los matasen con los demás. Cortés, conociendo cuán feo caso era, los reprendió duramente. Les dio esperanza de sacarlos pronto de penalidades con las armadas que había de hacer y para que no hiciesen algún motín o saqueo, los entretenía con regocijos. El presidente y oidores mandaron a todos los españoles que en seguida volviesen a México, y cada vecino a su pueblo, bajo pena de muerte, por quitarlos de Cortés; y estuvieron por enviar a prenderle y enviarle a España por alborotador de la tierra. Mas visto por él cuán de ligero se movían los letrados, se hizo pregonar públicamente en Veracruz como capitán general de la Nueva España, leyendo las provisiones, que hicieron torcer la nariz a los de México. Tras esto partió hacia allí derecho con un gran escuadrón de españoles e indios, en que había gran acopio de caballos. Cuando llegó a Tezcuco le mandaron que no entrase en México, bajo pena de pérdida de bienes, y la persona a merced del rey. Obedeció y cumplió con toda la prudencia que convenía al servicio del Emperador y bien de aquella tierra, que con muchos trabajos él ganara.

Estaba allí en Tezcuco muy acompañado, y con tanta corte y más que había en México. Escribía al presidente y oidores que mirasen mejor su buena intención, y no diesen lugar a los indios a rebelarse; que de los españoles podían estar seguros. Los indios, viendo estas cosas, mataban a cuantos españoles cogían en descampado; y no en muchos días faltaban más de doscientos, todos muertos a manos suyas, así en pueblos como en caminos, y ya estaban hablados y concertaban alzarse; pero llegaron algunos a decirlo al obispo, el cual tuvo miedo; y entonces, con acuerdo y parecer de los oidores y de los demás vecinos que en la ciudad estaban, viendo que no tenían mejor remedio ni más segura defensa que la persona, nombre, valor y autoridad de Cortés, le envió a llamar y rogar que entrase en México. Él fue en seguida, muy acompañado de gente de guerra, y de veras parecía capitán general. Salieron todos a recibirle, pues entraba también la marquesa, y fue aquél un día de mucha alegría. Trataron la Audiencia y él cómo remediarían tanto mal. Tomó Cortés las riendas, prendió a muchos indios, quemó algunos, aperreó otros, y castigó a tantos, que en muy breve tiempo allanó toda la tierra y aseguró los caminos; cosa que merecía galardón romano.

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