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Desarrollo


Capítulo LVII Cómo Quisquis mandó matar en presencia de Huascar Ynga gran número de sus mujeres y quemar el cuerpo de Tupa Ynga Yupanqui No contento Quisquis con haber mandado hacer las crueldades dichas y haber muerto tanto número de gente como hemos visto, y con tan afrentosas palabras haber baldonado al triste de Huascar Ynga, mando otro día con Chalco Chima que todas las mujeres de Huascar, así preñadas como paridas, y las demás criadas y queridas suyas, con sus hijos y todos los criados dél y dellas, sin faltar ninguno, viniesen a la Pampa de Quiuipay. Y las desdichadas, sospechando la desventura y calamidad que se les aparejaba, no pudieron escusar la venida, y así, según les fue ordenado, salieron del Cuzco retumbando con clamores el cielo, y llegaron a Quiuipay, y entonces las mandaron poner en orden, asentadas. Luego sacaron a Huascar Ynga en el lecho que ya dijimos, fuertemente amarrado y cercado de los que le guardaban, y teniendo delante, por causarle más pena y dolor, Quisquis y Chalco Chima mandaron que todos los hijos, mujeres criados suyos y dellas, en su presencia los matasen, que fue una fiereza bárbara y horrenda. Y luego los soldados comenzaron la matanza de la manera que si entre las mansas ovejas se empezara hacer carnicería. Allí mataron ochenta y tantos hijos e hijas de Huascar Ynga, cosa que sin lágrimas no se puede referir. Entre ellos, mataron a una hermana y manceba de Huascar, llamada Coya Miro, la cual tenía a un hijo y una hija suya, el uno en los brazos y el otro a cuestas.

También murió allí Chimpo Siza, hermana suya. Decir la pena que su atribulado y triste corazón sintió no se puede con palabras referir, ni aun cabe debajo de la imaginación, y con un semblante desesperado se volvió al Hacedor diciendo: Apacha, Achachic Vira Cocha; que quiere decir: ¡Oh! Hacedor, que por tan poco tiempo me diste ser, ten por bien que por quien tantos males me vienen, se vea de la misma suerte que yo, que en su presencia y con sus mismos ojos vea la desventura que yo veo ahora en mis hijos y queridos, para que llegue a sentir en su corazón lo que yo siento. Con esto, con ánimo verdaderamente real, procuró disimular su dolor, volviendo el rostro a otra parte por no verlo. Escapáronse desta manzana tan cruel y bárbara algunas mancebas de Huascar Ynga, porque no estaban preñadas ni paridas, diciendo Quisquis y Chalco Chima las dejasen para Atao Hualpa, por ser de buena presencia y hermosas, entre ellas fue doña Elvira Chuna, hija de Canac Capac, y doña Beatriz Carumay Huay, hija del Señor de Chinchay Cocha, y doña Juana Tocto y doña Cathalina Usica, madre de don Carlos Ynga, que tuvieron grandísima ventura, pues vinieron, andando el tiempo, a ser bautizadas y a ponerse en camino de salvar sus almas. A las demás mujeres y mancebas de Huascar Ynga, que eran hijas de pobres, a todas, sin dejar ninguna, las mataron en Chuqui Pampa con exquisitos modos y géneros de muertes, abriéndoles los vientres y pechos, porque no quedase rastro de generación de Huascar que, andando el tiempo, inquietase a Atao Hualpa.

Concluidas estas muertes y no harto el insaciable apetito de Quisquis y Calco Chima de sangre humana de aquellos inocentes, que no le habían ofendido, volvió su ánimo y rabia a los muertos de muchos años atrás, porque todos gustasen de su insaciable furor y experimentasen su saña, y así mandó sacar el cuerpo de Tupa Ynga Yupanqui y que lo llevasen arrastrando hasta Rooromoca, que ahora es Chacara del convento de Santo Domingo, y allí mandó lo quemasen. Para hacer esto con más solemnidad y poner más temor y espanto en los orejones y moradores del Cuzco, hizo que se saliese con el cuerpo un grande ejército de todas naciones, y fueron acompañando el cuerpo infinito número de Mamaconas, que eran las que tenían a cargo el servicio del difunto, y muchos criados de Tupa Ynga Yupanqui, y allí los mandó despedazar después que hubieron visto quemar el cuerpo de su Señor. Al otro día, no parando aquí su saña, hizo llamar ante sí a todos los hijos, que algunos eran vivos, y a los nietos y descendientes y criados que le servían y que fuesen a Chuqui Bamba, junto a la fortaleza, diciendo que les querían hablar y dar razón por qué causa había hecho matar a las Mamaconas y quemar el cuerpo de su Señor, Tupa Ynga Yupanqui, y abuelo. Como todos estaban medrosos y atemorizados con tantas muertes y no pudiesen hacer otra cosa, al fin hubieron de ir a su llamado, y desque Quisquis los tuvo allí, mandó que los contasen y halló que eran mil criados y casi mil nietos y bisnietos y descendientes, y entre la matanza se escaparon mucho número de nietos y bisnietos.

Y de los que se escaparon, murieron por ser belicosos, en el cerco del Cuzco cuando los españoles estuvieron cercados, y algunos quedaron vivos porque se huyeron y escondieron en los montes y en otros lugares, los cuales gozaron deste modo de la vida. Fue la causa de mandar Quisquis y Chalco Chima sacar el cuerpo de Tupa Ynga Yupanqui y arrastrarlo afrentosamente y, al fin, matarlo y destruir en cuanto fue en él toda su generación, por ser padre de Rahua Ocllo, madre de Huascar Ynga, y abuelo de Huascar de padre y madre, y parecer que no se quedase cosa de aquel linaje que perteneciese a Huascar Ynga. Esto le movió a hacer en aquella casta las crueldades y muertes ya dichas. No contento con las cosas que ya he dicho, comenzó de nuevo a examinar los del consejo de Huascar Ynga, y sus más allegados y favorecidos, y los que más se habían mostrado en las ocasiones ser de su parte, y contra Atao Hualpa, y en hallando alguno culpado, luego lo mandaba matar, y a los que negaban algo que se presumía sabían, les daba tormento hasta morir, y así todos aquellos días no se oía en el Cuzco y sus alrededores otra cosa que llantos y sollozos y una confusión terrible, que nadie se aseguraba de otro, aunque fuese su padre y hermano, y los que vivos restaban, cada hora aguardaban que los habían de llamar a darles la muerte, y ninguno esperaba tener más vida sino hasta que Quisquis y Chalco Chima gustasen, tan encarnizados los veían en muertes y heridas y en destrucción de aquel linaje de Huascar Ynga.

Acabado esto, mandó despachar a todas las provincias de arriba hasta Chile y las de Conti Suyo y Chinchay Suyo, que luego, sin dilación, todos de mancomún fuesen a dar la obediencia y reconocer por Señor e Ynga a Atao Hualpa, para deste modo establecer y mejor fundar su señorío, del cual al principio no hubo quizás tenido pensamiento, pero la fortuna le fue enseñando el camino dello para dar con él después mayor caída, como veremos. Y habiendo enviado estos mensajeros dichos despachó grandísima suma de gente a Atao Hualpa, los cuales le llevaron toda la vajilla que había en el Cuzco y todos los cántaros de oro, ollas, aquellas que son tazas en que los indios beben, y las más ricas piezas que se hallaron de plata y oro, y todo cuanto pudieron haber a las manos de cosas ricas que habían sido de Tupa Ynga Yupanqui y de Huascar Ynga, que fue de grandísima riqueza y valor, la cual se halló después en Caxa Marca, cuando los españoles prendieron a Atao Hualpa, sin la que los señores curacas de las provincias le enviaron presentadas, que también fue de mucha estima y precio.

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