Santa Cecilia reparte sus bienes a los pobres

Datos principales


Autor

Domenico Zampieri

Fecha

1611-14

Estilo

Barroco Italiano

Material

Fresco

Museo

Iglesia de San Luis de los Franceses de Roma

Contenidos relacionados


Los frescos de Domenichino para San Luis de los Franceses, una de las iglesias más importantes de Roma, poseen el interés añadido de estar opuestos a los impresionantes lienzos que Caravaggio realizó para una de las capillas de la iglesia pocos años antes: la Conversión y el Martirio de san Mateo. Se trata una vez más del enfrentamiento de dos formas de entender el arte, el idealismo practicado por Domenichino y el naturalismo tenebrista de Caravaggio. Domenichino se caracteriza en esta como en otras obras por una perfección superficial que da a sus obras un aire frío y distante. Caravaggio, mientras, invade prácticamente al espectador con sus modelos pictóricos, a veces más corpóreos y reales que el asistente a la iglesia. Domenichino presenta una imagen casi diríamos que cruel de la masa de desheredados que acuden al reparto de la santa, mientras que Caravaggio presentaba a los marginados como héroes de sus cuadros, disfrazados de santos y príncipes. Pero efectivamente podemos comprobar quiénes son los personajes pintados por Domenichino: mientras Cecilia se inclina finamente por la barandilla de su palacio y deja caer una a una sus prendas, una turba de chiquillos pugna con sus manos por alcanzarlas. Los adultos están detrás y se dedican a mercadear con las ropas: el feo hombre con barba ofrece ocho monedas a la mujer que, tirada en el suelo, tiene un bebé desnudo. El hombre de espaldas también quiere vender aquello que han conseguido sus pequeños mendigando. Al otro lado, un par de hermanos pelean y se arrastran por una tela mientras la madre hace ademán de golpear a la niña. Si tenemos en cuenta que los que compraban arte en este momento se sentían más cercanos a Santa Cecilia que a los mendigos se explica el increíble éxito de Domenichino frente a la fama de maldito que rodeó hasta su muerte a Caravaggio, quien poco tenía que ver con los santos.

Compartir