San Jerónimo en su celda

Datos principales


Autor

Alberto,Albrecht Dürer,Durero

Fecha

1514

Estilo

Pintura Flamenca

Material

Grabado

Dimensiones

24,7 x 18,8 cm.

Museo

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Como ya comentábamos con ocasión del Caballero, la Muerte y el Diablo, este San Jerónimo forma parte de un grupo de tres calcografías de similar visión espiritual. Este grabado ilustra la vida del hombre santo en el mundo espiritual de la contemplación divina, es decir, la virtud teologal. Está estrechamente unido al último de los grabados, la Melancolía I, que Durero solía mostrar y comentar en conjunto.San Jerónimo aparece en el interior de un gabinete de trabajo soleado y bien ordenado. La habitación es una auténtica celda, separada de las siguientes y cuya ventana parece corresponder al lienzo sur de un claustro. En una estancia sencilla y agradable, con todo lo necesario para una vida devota y estudiosa, con algo de confort. La impresión general es de cálidad intimidad y seguridad. El rayo de sol que ilumina el interior consigue que incluso la calavera del poyo de la ventana parezca familiar.La visión idílica del santo era muy querida a Durero, que deseaba un estado similar de paz espiritual y dedicación al estudio. La inteligencia y la serenidad interior fueron los rasgos con los que siempre dotó a sus estampas de San Jerónimo, que son muy abundantes.En el suelo está tumbado el león que penetró en el monasterio y que San Jerónimo curó. Dormita beatíficamente, pero tiene un ojo semiabierto, en constante vigilancia. Contrasta con el perrillo que duerme profundamente a su lado. Una de sus patitas roza la garra del león en un gesto de paz y concordia.

El santo trabaja al fondo, completamente absorto. Goza de una envidiable felicidad, rodeado de todo aquello que le gusta (sus animales, los libros y su Dios). El espacio podría parecer incluso milagroso, algo que Durero impide mediante el empleo estricto de la geometría que rige la habitación y convierte la perspectiva del espacio en una unidad perfectamente lógica, racional y comprensible. Las proporciones de la pieza han sido trasladadas matemáticamente, y dan como resultado una profundidad para la celda de tan sólo 1.25 metros. Además, el nivel del horizonte es muy alto, al mismo nivel que los ojos del santo. Por último, el punto de fuga está completamente descentrado y confluye a tan sólo 6 milímetros del margen derecho. Estos rasgos del espacio dan como resultado una visión íntima y cercana a la imagen. El espectador se haya involucrado en un espacio diminuto, a la misma altura que el protagonista, lo que hace que no veamos la escena desde la asepsia de la lejanía sino que participemos en la beatitud del ambiente.El rígido principio matemático que rige la composición dota a la escena de una indefinible sensación de orden interno. Esto se consigue mediante la colocación de los objetos, que parecen firmemente fijados a sus respectivas posiciones. Están distribuidos en líneas paralelas al muro, proyectados sobre una ortogonal, como la cartela con el monograma, en un ángulo preciso de 45?. Hasta las pantuflas del San Jerónimo están dispuestas en perpendicular. Toda esta exactitud podría resultar seca o pedante, si no estuviera atenuada por la juguetona coreografía de la luz y la sombra. Tal vez sea ahí donde se demuestra la mayor maestría del autor, con un torrente de luz que penetra diagonalmente en el espacio y rompe la estructura de ortogonales. La calidez, la densidad y la transparencia a un tiempo, son los rasgos que alegran y humanizan la escena, en un alarde de dominio técnico del grabado que deslumbró a sus contemporáneos.

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