Murallas de Sagunto

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Pensando en sus núcleos de habitación, los iberos guardaron sus mejores bazas para dar juego a las murallas. Por la importancia de la defensa y, tanto o más si cabe, por su valor emblemático como expresión de poder, como signo de prestigio, las murallas recibieron una atención preferente. Puede comprobarse en centros antiguos de tradición tartésica, como los de Tejada la Vieja, en Huelva, el asentamiento de la Torre de Doña Blanca, en Cádiz, o el de Plaza de Armas de Puente de Tablas, en Jaén; y más aún en las ciudades propiamente ibéricas: Sagunto, en Valencia; Ullastret, en Gerona; Olérdola, en Barcelona; etc. Las condiciones topográficas de Saguntum, ciudad bien conocida por su participación en la Segunda Guerra Púnica, han determinado su planificación urbanística. La parte occidental de la cima del Castell estuvo ocupada por el poblado ibérico y, más al oriente, se establecieron las primeras construcciones romanas. La ciudad se articuló en terrazas de altura decreciente de clara inspiración helenística, cuyo programa constructivo se inició en tiempos de Augusto. La terraza superior estaba ocupada por el foro, con el viejo templo republicano como eje del conjunto En la terraza intermedia se construyó el teatro aprovechando la pendiente natural con parte del graderío tallado en la roca. En la terraza inferior se configuró el poblamiento urbano y se construyó el circo. A la ciudad se entraba desde el puente que cruzaba el río y comunicaba con la Vía Augusta. La visión de la ciudad debía poseer una gran perspectiva escenográfica.

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