Luna saliendo sobre el mar

Datos principales


Autor

Caspar David Friedrich

Fecha

1822

Estilo

Romanticismo Alemán

Material

Oleo sobre lienzo

Dimensiones

55 x 71 cm.

Museo

Staatliche Museen de Berlín

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Friedrich pintó este óleo como pareja del Paisaje con un árbol solitario. Ambos fueron producto del encargo realizado por un importante coleccionista berlinés, el Cónsul Wilhelm Wagener, en 1822. A la muerte de éste, su colección pasó a ser propiedad de la Corona de Prusia, y constituye la base de la actual Galería Nacional de Berlín. Esta obra es concebida como contrapunto del Paisaje con un árbol solitario: aquél representa la mañana; éste el ocaso. Si en aquél se ofrece la naturaleza en su apogeo, en éste el motivo central son las figuras humanas; a la riqueza cromática y viva de uno se opone la uniformidad de los tonos violetas y azules; en uno apreciamos una vasta panorámica de Bohemia; en otro, la costa báltica... El atuendo tradicional germánico que llevan los personajes de este óleo los identifica como revolucionarios. Este traje había sido adoptado como parte de la lucha contra Napoleón. Estudiantes con inclinaciones republicanas, algunos de ellos recién vueltos de la guerra, se vistieron en este estilo en 1815, y en 1818 esta moda estaba ya muy extendida entre estudiantes, artistas y escritores. Cuando la reacción tuvo lugar en 1819, los republicanos fueron perseguidos como "demagogos", y el atuendo prohibido. El hecho de que aparezca, no obstante, en estos cuadros de Friedrich de los años veinte y treinta, nos habla de forma clara de sus simpatías republicanas. Estas figuras se encuentran sentadas en la orilla, de espaldas al mundo, sobre un gran bloque pétreo.

Evitando el contacto humano, prefieren la relación directa con la naturaleza, lo cual, durante el Romanticismo, constituyó una recurrida metáfora para el descontento con la sociedad. De nuevo, al igual que en Túmulo megalítico en otoño encontramos el llamado "esquema hiperbólico", es decir, el movimiento contrapuesto de las curvas de la roca y las nubes en el cielo. Ambas curvas se hallan separadas por la línea del horizonte, que divide al lienzo en dos. Estas partes no se tocan. Así, Friedrich expresa la separación del mundo terreno (la costa) y el celeste, infinito. Su única relación se produce a través de las tres figuras, que, asentadas en la tierra, se alzan hacia el cielo. Sus miradas se dirigen esperanzadas a Cristo, simbolizado en la luna, que disipa el sombrío tono violeta, metáfora de la pesadumbre. Los barcos, que recogen sus velas, se aproximan al puerto; como en Atardecer, indican la desilusión, el final de la vida.

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