Juan de Pareja

Datos principales


Autor

Diego Rodríguez de Silva Velázquez

Fecha

1650

Material

Oleo sobre lienzo

Dimensiones

81´3 x 69´9 cm.

Museo

Metropolitan Museum of Art

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El segundo viaje que Velázquez realizó a Italia entre 1649 y 1651 tenía como objetivo fundamental adquirir obras de arte para Felipe IV. Pero también serviría para demostrar a la curia pontificia y a los romanos en general su maestría. Así surgen excepcionales retratos como los de Inocencio X o éste de Juan de Pareja que aquí contemplamos. La obra fue exhibida en el pórtico del Panteón de Agripa en Roma, por la fiesta de San José, con motivo de la exposición de la "Congregacione dei Virtuosi", una de las cofradías de pintores más importantes del momento. Antonio Palomino escribe años más tarde que todo lo demás parecía pintura pero éste sólo era verdad. Dicha congregación decidió admitir en sus filas a tan virtuoso pintor español. El modelo del retrato es un esclavo de Velázquez llamado Juan de Pareja. Era de origen árabe - como bien se aprecia en sus rasgos - ingresando en el taller del pintor hacia 1630, siendo liberado de su condición de esclavo por el maestro en 1654 y trabajando después como pintor independiente, exhibiéndose algunos de sus cuadros en el Museo del Prado. Sin duda, lo que más destaca de este retrato es la fuerza de la mirada, con un sorprendente gesto de altanería a pesar de su esclavitud. La fuerza de sus ojos y la postura del brazo refuerzan la sensación de realidad, captando perfectamente su psicología. De esta manera, Velázquez demuestra su capacidad como retratista en una de las cortes artísticas por excelencia. La relación ente las tonalidades del fondo, del traje y del rostro también es destacable, al emplear un color aceitunado que le hace aun más real. La pincelada es muy suelta, a base de manchas de color y de luz que anuncian el Impresionismo con 250 años de antelación. Los detalles del traje están ligeramente sugeridos pero el espectador tiene la impresión de estar contemplando al personaje. La luz incide desde la izquierda - distribución muy habitual en el Barroco - creando un destacable juego de luces y sombras, especialmente en el rostro.

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