Iglesia de San Julián de los Prados. Decoración pictórica

Datos principales


Autor

AUTOR ANONIMO,Anonymous artist

Fecha

Siglo IX

Material

Pintura mural

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Todos los muros de la iglesia de San Julián de los Prados han conservado aceptablemente su decoración pictórica, en la que se contiene uno de los fenómenos más singulares de este momento. Se trata de una organización en bandas superpuestas, que imita aplacados de mármoles policromos en las zonas inferiores y en las bóvedas de las naves y capillas laterales forma repartos geométricos de casetones, entre los que hay guirnaldas y grecas variadas; la parte superior de la nave principal y del crucero tiene dos pisos de estilizaciones arquitectónicas, alternadas con colgaduras, soportes y vanos en perspectiva, de los que se excluye cualquier representación de plantas, seres animados o figuras humanas. Todo esto resulta insólito en el arte europeo de la época, y se remonta a modelos de la pintura romana clásica, que aunque tienen pervivencias en el arte bizantino, llegaron hasta Santullano por vías hasta ahora desconocidas. El conjunto de simulaciones arquitectónicas es, claramente, una parte esencial del programa simbólico del edificio; el único objeto que las acompaña es una gran cruz de extremos lobulados, que ocupa el centro de la banda superior de los muros transversales; se trata de la cruz del Gólgota, bajo la que están representadas como edificios las ciudades de Belén y Jerusalén, y que simboliza aquí a la Jerusalén celestial como cabeza de todas las iglesias del orbe cristiano. Los edificios cubiertos de colgaduras representan las moradas celestiales, cuya visión interior está vedada a los mortales, y los pequeños edificios bajo cortinajes aluden a las distintas iglesias y sus correspondientes ciudades, que suelen representarse en los manuscritos tardíos como construcciones idealizadas. La semejanza de estas pinturas con el arte romano imperial indica una transmisión directa, que debió hacerse a través de un repertorio de dibujos y modelos, cuya llegada a Asturias, en el siglo IX, podría considerarse puramente casual; sin embargo, la intencionalidad del programa simbólico y su coincidencia con los propósitos áulicos de la arquitectura, indican que los temas se eligieron expresamente.

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