El Conde-Duque de Olivares

Datos principales


Autor

Diego Rodríguez de Silva Velázquez

Fecha

1625 h.

Material

Oleo sobre lienzo

Dimensiones

209 x 111 cm.

Museo

Colección Particular

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Don Gaspar de Guzmán y Pimentel era el hombre más importante del reinado de Felipe IV. Desde su cargo de valido manejaba las riendas de la monarquía en un intento de imponer cierto orden a la situación política en la que se encontraba España. Los primeros años de su mandato fueron muy prósperos para el país, obteniendo una serie de victorias importantes en el conflicto con los Países Bajos, destacando la toma de Breda que Velázquez captaría en su cuadro de Las Lanzas. En los años en los que fue pintado este excelente retrato, el Conde-Duque de Olivares está en el momento más álgido de su poder, al poco tiempo de cambiar de orden militar: abandonó la de Calatrava para ingresar en la de Alcántara, por lo que lleva una cruz en color verde bordada en el pecho y en la capa. Este hecho ocurrió en 1624 por lo que el retrato estaría fechado alrededor de ese año, pudiendo ser conmemorativo de ese cambio. En su mano derecha porta la fusta de Caballerizo Mayor en posición casi vertical - simbolizando su absoluta autoridad - mientras que de su cinturón sobresale una nota de color dorado, tratándose de la llave de Mayordomo Mayor. El valido se sitúa en tres cuartos, tendiendo a colocarse de perfil. Esta postura vendría motivada por la enorme talla de Don Gaspar, tanto de altura como de anchura, intentando Velázquez disimularlo lo más posible. Tras él contemplamos una mesa cubierta con un tapete rojo, muy habitual en los retratos oficiales, dando la impresión de que el Conde-Duque apoya su mano derecha sobre dicha mesa.

Los detalles del bordado de la cruz, la cadena de oro que cruza su pecho o el prendedor dorado con el que se sujeta la capa demuestran la altísima calidad del maestro a la hora de realizar retratos. Pero lo más interesante sería la manera de captar la personalidad del modelo, fijándose en esa mirada inteligente y penetrante a la vez que altiva y dominante con la que el Conde-Duque maneja y dirige los asuntos de Estado. La postura de las manos, especialmente la izquierda agarrando la empuñadura de la espada, son signos inequívocos del poder del personaje. El Conde-Duque visitó en numerosas ocasiones Sevilla - no en balde sus posesiones estaban en el cercano pueblo de Olivares - frecuentando la tertulia de Francisco Pacheco, donde conocería el genio del joven Velázquez. Gracias a Don Gaspar el artista se trasladó a Madrid y obtuvo el cargo de Pintor del Rey, iniciando su despegue.

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