Banquete de oficiales de la milicia de San Jorge en Haarlem

Datos principales


Autor

Frans Hals

Fecha

1627 h.

Estilo

Barroco Centroeuropeo

Material

Oleo sobre lienzo

Dimensiones

179 x 257,5 cm.

Museo

Frans Hals Museum

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El primer retrato colectivo de los oficiales de las milicias realizado por Hals se fecha en 1616. Se trata de la de San Jorge, alcanzando un importante éxito, lo que llevará al artista a repetir en varias ocasiones esta temática. Once años más tarde vuelve a pintar el banquete de oficiales de la misma milicia, al tiempo que hace el retrato colectivo de los milicianos de San Adrián. Las milicias cívicas eran agrupaciones de carácter parecido al policial, propias de cada ciudad, un fenómeno de organización ciudadana que se produjo en los Países Bajos desde el siglo XIII. Estas agrupaciones estaban formadas por caballeros y nobles de la ciudad, contribuían a mantener el orden y terminaron por facilitar la independencia política y económica de las urbes más destacadas. La compañía de San Jorge de Haarlem era una de las más importantes por lo que no dudó en solicitar retratos a los mejores pintores de su tiempo. En los retratos de grupo pintados por Hals todos los miembros tienen igual importancia ya que cada uno de los modelos había pagado su parte, dotando a cada uno de ellos de expresividad y alegría, mostrando una actitud naturalista. Los personajes que aparecen representados están identificados, gracias a un dibujo de W. Hendricks. Se trata, de izquierda a derecha de: Cornelis Boudewijnsz, teniente; Aernout Druyvesteyn, coronel; Nicolaes Veerbeck, capitán; Boudewijn van Offenberg, alférez; Jacob Olycan, teniente; Michiel de Wael, capitán; Dirc Dicx, alférez; Frederik Coning, teniente; Arent Jacobsz.

Koets, intendente; Jacob Scout, alférez; Nicolaes Le Fabure, capitán. Las figuras utilizan la mesa como centro de reunión, cerrando Hals el escenario con un cortinaje en la izquierda y una pared con una puerta en la derecha, ubicando los personajes en diferentes planos paralelos al espectador. Las diagonales que forman las banderas serán las líneas de organización del conjunto, estableciendo una composición habitual en el Barroco. Todos y cada uno de los trajes están individualizados, con sus respectivas bandas golillas, puños, encajes; pero lo más significativo de esta obra y de todas los retratos de grupo pintados por el maestro de Amberes es la personalidad que presenta en cada uno de los rostros, individualizando sus rasgos y sus gestos y expresiones, dotando de vida al retrato colectivo. Las tonalidades son bastante limitadas, abundando los negros que contrastan con blancos, rojos y dorados. La aplicación del color es bastante fluida, sin renunciar a los detalles pero tampoco tan suelta como en los trabajos finales. El resultado es una obra de gran impacto visual que difícilmente se podrá superar.

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