Angélica y el eremita

Datos principales


Autor

Peter Paul Rubens

Fecha

1625-28

Estilo

Barroco Centroeuropeo

Material

Oleo sobre tabla

Dimensiones

43 x 66 cm.

Museo

Kunsthistorisches Museum

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En 1626 Rubens queda viudo y empieza a desarrollar su labor diplomática con el objetivo de poner fin a la guerra con Holanda ya que la economía de Flandes estaba siendo duramente sacrificada con motivo del conflicto. Esta intensa labor diplomática le llevará a Madrid y a Londres, capitales en las que será considerado uno de los mejores pintores del momento. En estas fechas pintará menos pero sus trabajos no dejan de ser verdaderamente interesantes, sin perder un ápice de atractivo. Este es el caso de la pequeña tabla que conserva el Kunsthistorisches Museum de Viena, protagonizada por la bella Angélica desnuda y dormida, momento que aprovecha el eremita para quitar la ligera tela blanca que cubre su desnudez y contemplar absorto el bello cuerpo de la joven. Un diablo sostiene el almohadón sobre el que descansa la joven, simbolizando que el eremita ha caído en la tentación a la que ha sido sometido. La figura femenina presenta los cánones de belleza que caracterizan la pintura del maestro flamenco: un cuerpo entrado en carnes, de tonalidades nacaradas, rubia y con senos pequeños. Recibe un potente foco de luz que contrasta con la oscuridad del entorno donde se desarrolla la escena y con el paño rojo sobre el que se recuesta, así como con las tonalidades pardas del hábito del eremita. La composición se organiza gracias a las diagonales que forma el cuerpo tumbado de Angélica, en un sentido, y la cabeza del eremita con las caderas de la joven, en el otro. Las pinceladas son rápidas y fluidas, apreciándose la influencia de la escuela veneciana, tan admirada por Rubens, especialmente Tiziano, cuyas tonalidades características han sido empleadas en esta escena. No debemos olvidar la capacidad del pintor flamenco a la hora de captar expresiones, destacando el gesto del eremita al destapar el cuerpo desnudo de la joven, arrepintiéndose de su actitud pero sin dejar de hacerlo mientras que el demonio presenta un rostro desencajado que contrasta con la placidez del gesto de Angélica, cuyo desnudo se convierte en el verdadero protagonista de la composición.

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