Afilador de sables

Datos principales


Autor

Mariano Fortuny Marsal

Fecha

1872

Estilo

Eclecticismo Español

Material

Oleo sobre lienzo

Dimensiones

97 x 89 cm.

Museo

Colección Particular

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El marchante francés Goupil exigía a Fortuny la elaboración de cuadritos destinados a surtir el circuito comercial que se había creado en Europa y Estados Unidos. El pintor catalán está un poco saturado de estos encargos pero debe trabajar en ellos debido al elevado tren de vida que llevaba, que sólo podía ser mantenido con los altos precios que pagaban los clientes por esos trabajos. Cecilia de Madrazo, esposa del pintor, cuenta a su padre en una carta la rapidez con que se venden las obras de su marido, algunas en 20.000 francos. Con algunos apuntes tomados durante el viaje a Marruecos realizado en 1871, Fortuny emprendió la ejecución de esta bella estampa marroquí, tratando como de costumbre asuntos de la vida cotidiana. En el interior de un patio contemplamos a un hombre afilando los sables y las cimitarras de los soldados que esperan sentados en la derecha, portando sus espingardas. La puerta abierta nos permite ver a lo lejos las casas de la ciudad y el azul intenso del mar. El patio donde se desarrolla la escena está inundado por una potente luz marroquí, que impacta en la pared encalada y resalta las tonalidades anaranjadas del ladrillo. El estilo minucioso y preciosista que caracteriza la producción "oficial" del maestro está claramente presente, destacando el dibujo firme y seguro con el que otorga volumetría a las figuras, interesándose por todos los detalles posibles tanto en las vestimentas como en los gestos o en los objetos existentes en el escenario. Es curioso el contraste entre algunas zonas del lienzo que están sin tratar y el preciosismo con que las figuras están trabajadas, resultando una labor casi agotadora para Fortuny, llegando un momento que se sature de este tipo de obras. Comparado con el Moro de Tánger o la Calle de Tánger podemos encontrar la dualidad de estilos en el maestro catalán, aunque exista un común denominador en todos los trabajos: la luz, en un luminismo que heredará Sorolla.

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